"El hombre ha hecho del mundo un infierno para los animales"

 -A. Schopenhauer

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El respeto hacia los animales, si bien no es común, es algo que ha caracterizado las formas de vida y de pensamiento más avanzados a lo largo de la historia de las sociedades humanas. Y no podría ser de otra forma. La preocupación por el bienestar de los otros (sean humanos o no humanos) es la base de una sociedad verdaderamente civilizada. En el caso de los animales, el respeto debe llegar a la protección de éstos, porque al encontrarse indefensos no son capaces de garantizarse el respeto por ellos mismos. Sin embargo, en nuestro tiempo, los animales no sólo carecen de nuestra protección, sino que su explotación es defendida. Y ésta, ha llegado a límites de brutalidad y crueldad nunca antes vistos; al grado de no tener comparación con ninguna otra forma de explotación sobre la Tierra. Aún así, la causa de la defensa de los animales es vista, como mucho, con indiferencia por la gran mayoría de las personas.

La indiferencia mostrada hacia el sufrimiento de los animales es la muestra de una sociedad decadente y deshumanizada. Los animales son asesinados con fines banales, únicamente para satisfacer falsas necesidades y  los caprichos de la especie dominante. En este contexto de intolerancia y explotación contra seres que no se pueden defender hay quienes dicen que primero deben ser libres los humanos y después el resto de los animales: es un planteamiento estúpido y antropocentrista. Hablar de la liberación humana como si ésta fuera a acontecer en un tiempo previsible es absurdo. Además ¿por qué los animales tienen que esperar a que sus verdugos sean libres para después ellos poder serlo? Quien verdaderamente lucha por construir una sociedad justa no hace distinciones entre humanos y animales. Si esos son los argumentos, entonces los blancos dirán primero los blancos y después los negros; y los hombres, primero los hombres y después las mujeres; y así cada grupo que sienta que vale más y que tenga la fuerza para imponerse a los otros.

Pero cualquier grupo humano que sea vulnerable puede luchar por su libertad (a excepción de los niños y los discapacitados psíquicos), mientras que los animales no pueden organizarse ni defenderse de las agresiones cometidas contra ellos. Por lo tanto, es nuestro deber garantizarles la protección y los derechos que les han sido negados.

 

    
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