EL brote de
influenza porcina, llamado ahora influenza humana por presiones de
la industria porcina, ya sea que haya tenido origen en un
laboratorio o en una granja industrial, es una consecuencia más de
la explotación de los animales.
Este nuevo
virus, que amenaza con una pandemia mundial, demuestra que la
explotación animal no sólo es un problema moral sino, también, de
salud humana. No se puede manipular a los animales,
inyectándoles virus y combinándolos, sin que esto necesariamente
traiga consecuencias negativas para los seres humanos. Desde hace
décadas que los vivisectores han estado manipulando virus de
diferentes especies animales; haciendo todo tipo de combinaciones
sin medir los riesgos. Y desde entonces, esporádicamente, se sabe
que algunos de esos virus creados en los laboratorios "escapan" de
ellos por descuido o intencionalmente. Para que este tipo de
"incidentes" dejen de ocurrir, ante todo, hay que prohibir la
vivisección; tanto de animales como de humanos.
Otro
problema que sale a la luz con este nuevo virus es la explotación
intensiva de animales en las granjas industriales. Hay comunidades,
como en Veracruz, México, donde la gente sufre las consecuencias de
la contaminación que generan estos modernos campos de concentración
de animales. Tanto los pobladores, como las personas que se indignan
ante la impunidad con que operan estos lugares exigen soluciones.
Pero, ¿qué se puede hacer? A lo mucho cambiarla de lugar, donde
necesariamente ocasionará los mismos problemas, ¿por qué? Porque
para satisfacer la demanda mundial de carne, los animales tienen que
ser sometidos a esas condiciones de "vida"; hacinados en estrechas
jaulas, alimentados con antibióticos, con alimentos transgénicos,
pues de otra forma no sería "rentable" producir tanta carne. De
hecho, para disminuir los costos, las industrias cárnicas no se
detienen ante nada: conocemos el origen de la Encefalopatía Bovina
Espongiforme (EEB), mejor conocido como "virus de las vacas locas"
(aunque más bien los locos son los hombres). Este virus fue el
resultado de alimentar a las vacas que por naturaleza son
herbívoras, con restos de cadáveres de otros animales, incluso de
humanos. No debe pensarse que esto es un caso excepcional, más
bien es la regla, pues los industriales no se detienen, ni se
detendrán, ante nada con tal de aumentar sus ganancias.
Todas las
granjas de "producción de carne" generan toneladas de residuos
químicos y heces, que normalmente son vertidos al mar. Otro tipo de
contaminación es el gas metano. Se estima que una vaca promedio
genera el mismo efecto invernadero que un automóvil promedio. Otra
cuestión inherente a la producción de carne es la deforestación de
selvas y pastizales para forraje destinado al ganado. Las selvas son
los pulmones del planeta, pero están siendo taladas para la
producción de granos que no va a parar a la boca de los seres
humanos, sino a la de los animales destinados para consumo humano. A
pesar de que hay millones de seres humanos que mueren de hambre en
el mundo, la gente prefiere alimentar animales para después consumir
su carne. Es un hecho conocido que se necesitan 10 kg de granos para
producir 1 kg de carne. Todo este derroche es insostenible y no
puede durar por mucho tiempo. Por ejemplo, las transnacionales han
deforestado gran parte de Argentina para producir soja transgénica
que es enviada al ganado de los países ricos de Europa, como
consecuencia, miles de campesinos han quedado en la miseria y con un
suelo infértil. Y ni hablar del agua desperdiciada para la
producción de carne y de todos los problemas que acarrean todo lo
que acabamos de mencionar. La destrucción de selvas contribuye
a la extinción de especies, a que los animales enfermen y
desarrollen enfermedades que no tenían cuando vivían en su medio
natural.
Por tanto,
la raíz del problema es el consumo de carne. Si queremos que
desaparezcan esas industrias, dejemos de alimentarnos con animales.
Esas empresas tienen un gran poder político y económico, como hemos
visto en el caso de Veracruz, que se valen de las amenazas, la
intimidación y la fuerza pública para seguir asesinando animales y
contaminando el planeta, deteriorando nuestra salud. Pero podemos
hacer que desaparezcan dejando de consumirles. A la vez dejaremos de
ser cómplices del asesinato de indefensos animales que nada nos han
hecho y desean ser libres. Hay que ser conscientes de algo: esas
empresas trabajan para los consumidores de carne, matan animales,
destruyen el ecosistema y dañan nuestra salud en nombre de los que
pagan para que ellos cometan esos actos, es decir, en nombre de la
gente que come carne.
Algunas
personas astutas sugieren que la producción de animales deje de ser
intensiva y se vuelva orgánica. Este planteamiento, sin embargo, no
toma en consideración los intereses de los animales. La esclavitud
animal debe terminar. Tenemos muchos medios a nuestro alcance para
vivir sin matar animales. Si la civilización tiene un objeto, éste
es ético, como sostuvo Albert Schweitzer. Debemos ver más allá de
nosotros mismos, no somos los únicos en este planeta, ni la especie
más importante.