POR QUÉ DEBE CESAR
EL GENOCIDIO DE ANIMALES
Libro
escrito por el Dr. Vernon Coleman, presidente de LIMAV (Liga
Internacional de Médicos por la Abolición de la vivisección) donde se
analizan y refutan los argumentos "éticos" y "científicos" que utilizan
los vivisectores para justificar sus prácticas asesinas. En la presente
obra se muestran la crueldad y la inutilidad de la vivisección al mismo
tiempo que se demuestra que dicha actividad sólo sirve enriquecer a la
industria farmacéutica a costa del sufrimiento de millones de animales y
de la salud de las personas.
ÍNDICE
1.
Los hechos básicos
2.
Mentiras que se aducen
3.
Argumentos éticos y morales
4.
Argumentos médicos y científicos
5.
Por qué continúan los experimentos
6.
Qué puede hacerse para acabar con los experimentos con animales
7.
Apéndice: encuesta médica del LIMAV
8.
Epílogo
Declaración universal de los derechos del animal
Declaración mundial de los estudiantes
para una ciencia y una biología sin violencia
Capítulo l
LOS
HECHOS BÁSICOS
Echemos primero un
vistazo a qué sucede en los laboratorios del mundo (al número de
animales involucrados, de dónde provienen los animales, de dónde sale el
dinero) y a ejemplos del tipo de experimentos que se realizan en los
laboratorios modernos.
¿CUANTOS ANIMALES ESTÁN
INVOLUCRADOS?
Es imposible precisar
cuántos animales son maltratados, torturados, mutilados y asesinados
anualmente en nombre de la ciencia. Resulta imposible porque muchos
científicos, sabedores de que sus actividades son inútiles e
impopulares, mantienen el secreto y rechazan facilitar detalles acerca
de los animales que utilizan.
Pero utilizando las
cifras disponibles es posible realizar cálculos bastante acertados. En
Estados Unidos de América, los investigadores académicos utilizan entre
17 y 22 millones de animales anualmente, mientras que la industria
cosmética del mismo país se sirve de cerca de un millón más. En Gran
Bretaña, los científicos utilizan entre 3 y 4 millones de animales al
año. La suma de todos los animales que se utilizan en el mundo ronda
probablemente los 250 millones.
O, para ofrecer una cifra
más descriptiva, los experimentadores con animales utilizan alrededor de
100.000 o 125.000 animales cada hora.
¿DE DONDE PROVIENEN LOS
ANIMALES?
La demanda de animales
para mutilar y asesinar es enorme, de manera que, inevitablemente, son
muchos los que se ganan la vida proporcionando a los laboratorios el
suministro de vidas que éstos necesitan.
Pero, ¿de dónde sacan los
proveedores los animales? Muchos de los animales son criados
especialmente en granjas, donde se utilizan técnicas sofisticadas para
satisfacer los deseos de los investigadores. Algunos animales provienen
de zoológicos (cuando tienen superpoblación de alguna especie), otros se
apartan de su actividad (los antiguos galgos de carreras son muy
populares entre los investigadores) y algunos se capturan en su hábitat
natural.
Este último método es el
que levanta mayor indignación entre los grupos de defensa ambiental,
pues algunos de estos animales se capturan en cantidades tan numerosas
que especies enteras se hallan amenazadas de extinción.
Ya en 1972, E.G. Hartley,
del Instituto Nacional de Investigación Médica de Londres, advirtió que
"en ciertas áreas de la India en las que la población de rhesus (monos)
era muy numerosa años atrás, ya casi no se encuentran ejemplares".
Hartley continuaba diciendo: "Nadie puede negar que se ha causado cierto
efecto en la conservación de algunas especies de primates debido al gran
número de individuos capturados anualmente con fines de investigación
bioquímica".
Las cosas no han cambiado
mucho (si es que han cambiado algo) desde entonces. Un proveedor de
animales afincado en Gran Bretaña importó recientemente 10.000 monos en
un período de cuatro años. Los animales fueron capturados en las selvas
de Malasia, Indonesia y las islas Filipinas. Después de un viaje
difícil, largo y desesperadamente incómodo, estos animales se vieron
obligados a cambiar su libertad por las jaulas de laboratorio y su
natural estilo de vida por el aburrimiento y el dolor.
El temor constante de
muchos amantes de los animales es que su mascota de compañía pueda
acabar un día en un laboratorio, y hay pruebas que muestran que muchos
de estos temores están bien fundados. De acuerdo con el Doctor James B.
Wyngaarden del Instituto Americano de la Salud, y según escribía
recientemente en el Periódico de la Asociación Médica Americana,
alrededor de 200.000 gatos y perros son capturados cada año en las
calles de América para después ser ofrecidos a los vivisectores con
fines experimentales.
¿DE DÓNDE SALE EL DINERO?
Es imposible evaluar con
precisión cuánto dinero se invierte en los experimentos con animales, en
parte porque el secreto rodea cualquier actividad de los investigadores,
y en parte porque el dinero proviene de diferentes lugares.
Pero la suma total
estimada es enorme y, a pesar de las ocasionales quejas públicas de
algunos investigadores sobre su falta de recursos económicos, no hay
duda de que el negocio de la vivisección goza de buena salud financiera
y no parece peligrar por falta de fondos.
La mayor parte del dinero
proviene de tres fuentes principales: gobierno, industria y
organizaciones benéficas. Entre todos ellos, los administradores
dilapidan enormes cantidades de dinero de los contribuyentes, de los
accionistas y de gente que ha metido unas monedas en una hucha confiando
en ayudar a la lucha contra el cáncer, las enfermedades cardiacas o
algún otro tipo de trastorno grave.
La mayor parte del dinero
que ofrecen los gobiernos se canaliza hacia la investigación con
animales a través de tres departamentos específicos.
Primero, y más evidente,
grandes sumas de dinero provienen de las organizaciones oficiales
fundadas para ayudar a la investigación científica.
Se dispone de gran parte
de este dinero para la investigación "pura", que no tiene por qué
justificar ninguna utilidad evidente, inmediata o práctica. Hay
instituciones que reciben grandes sumas para poder pagar algunas de las
investigaciones más inútiles del mundo. Hoy en día es una realidad
aceptada que los científicos que trabajan en investigaciones con
animales bien pueden ser de segunda fila, pero resultan ser muy buenos a
la hora de rellenar formularios y solicitudes de fondos.
La siguiente ruta que
suele tomar el dinero del estado es la de la educación. Enormes sumas de
dinero se dedican a que los estudiantes puedan experimentar con ranas
vivas, conejos y gatos; siempre repitiendo experimentos que ya se han
realizado mil veces. Pero el dinero con mayúsculas va a parar a los
departamentos de las universidades, donde pseudocientíficos de bata
blanca se hallan en constante busca de nuevos métodos para obtener
informes científicos a partir de ratas, gatos, perros y monos.
Finalmente, una cantidad
considerable de dinero llega a las manos de los experimentadores con
animales a través de los Ministerios de Defensa.
Cuando el dinero proviene
de esta fuente, el secretismo que lo rodea (a menudo enorme) aún es
mayor. Los temores y los sentimientos paranoicos de culpabilidad de los
investigadores corrientes se combinan con los arraigadísimos temores y
las particulares paranoias de las instituciones militares.
La mayor parte del dinero
que la industria gasta en experimentos con animales proviene de las
empresas farmacéuticas (de la fabricación de productos para que los
médicos los receten y los clientes los adquieran en los mostradores de
las farmacias) y de la industria cosmética. Entre ambas se gastan una
fortuna en la investigación de nuevos ingredientes y productos
potenciales. Pero la participación de la industria no se limita a estas
áreas; las empresas fabricantes de productos tan variados como los
aditivos alimenticios, los productos químicos para la industria y la
agricultura y los productos domésticos de limpieza también llevan a cabo
un número ingente de experimentos con animales.
La caridad es la tercera
fuente de recursos principal para la experimentación con animales.
Gracias a millones de pequeñas donaciones individuales de gentes
atraídas por vagas promesas de victoria sobre la enfermedad y del
descubrimiento de "panaceas", las organizaciones benéficas médicas
confían ciegamente en que, a pesar de que todos sabemos que son nuestras
malas costumbres las que nos enferman, todavía cabe esperar que alguien
dé con un remedio mágico que nos evite tener que responsabilizarnos de
manera real y práctica sobre nuestra salud.
En resumidas cuentas, la
ruta que recorre el dinero hasta llegar a los experimentadores con
animales es prácticamente irrelevante. Tanto si el dinero proviene de un
departamento del gobierno, de una organización benéfica o de una
compañía multinacional, la fuente que dona el dinero no es un burócrata
o contable anónimo: el dinero que financia los experimentos con animales
sale de nuestros monederos y carteras.
Usted está pagando
experimentos con animales cuando paga impuestos, cuando está ofreciendo
dinero a una organización benéfica o cuando compra un producto fabricado
por una empresa que tiene en nómina a experimentadores con animales .
Usted tiene derecho a
saber qué hacen los investigadores con el dinero que consiguen y a
reclamar que dejen de hacerlo, por la sencilla razón de que está usted
ayudando a pagar las facturas.
A medida que siga
leyendo, recuerde que usted ha ayudado a pagar prácticamente todos y
cada uno de los experimentos que se describen en este libro; ha ayudado
a comprar los animales, también a equipar los laboratorios y también a
pagar los altísimos salarios de que disfrutan los hombres y mujeres de
bata blanca que han ideado y realizado los experimentos.
Espero que se enfaden
tanto como yo.
UN CATÁLOGO DE MISERIAS
Resulta difícil saber por
dónde empezar (o acabar) a la hora de describir los experimentos que
realizan los vivisectores. Tengo un armario archivador lleno de informes
de universidades e instituciones de todo el mundo, y parece que la
variedad de bajezas que los investigadores pueden idear para con los
animales que están en su poder es infinita.
Al final he decidido
limitarme a listar resúmenes muy breves de unos pocos experimentos
realizados en los últimos años. Son ejemplos bastante típicos, ni más ni
menos espeluznantes que otros miles de experimentos que se llevan a cabo
a diario en todo el mundo. Los he seleccionado sin extenderme mucho en
su comentario, ya que para ello he dedicado una sección del libro. Sin
embargo, añadiré que he quitado hierro a algunos de los experimentos que
describo; la lectura de los informes originales, que ofrecen todo lujo
de detalles, me puso tan enfermo e irritado que hube de dejar el trabajo
repetidas veces para poder redactar esta sección.
Cabe resaltar tres puntos
finales.
Primero, intente recordar
mientras lee las descripciones que cada hora de cada día se llevan a
cabo entre 100.000 y 125.000 experimentos similares en todo el mundo.
Segundo, si desea saber
qué clase de experimentos se llevan a cabo en las universidades u otras
instituciones cercanas a su lugar de residencia, póngase en contacto con
la asociación antivivisección más próxima.
Tercero, no olvide que la
mayor parte (si no todos) de estos experimentos se realizan con su
consentimiento y con su dinero.
1. Varios investigadores
británicos cegaron a dos gatos atigrados recién nacidos cosiéndoles los
párpados y la córnea. Después los colocaron en una plataforma especial y
les fue inyectado peróxido de rábano picante en el cerebro. Finalmente
fueron sacrificados.
2. Tres investigadores
realizaron un experimento durante el cual se distrajo a tres hembras de
hámster con pipas de girasol para poder apartarlas de sus crías poco
después del parto. Bajo "anestesia hipodérmica" se les amputó el ojo
izquierdo a las crías. Después fueron devueltas con sus madres. Los
científicos utilizaron cincuenta y nueve crías de hámster en este
experimento, y amputaron el ojo izquierdo a "cerca de la mitad".
3. En el Instituto de
Investigación Radiológica de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos
de Bethesda, Maryland, un investigador pasó nueve semanas obligando a
treinta y nueve monos a correr por un tubo cilíndrico llamado "rueda de
actividad". Cuando los monos no corrían con la velocidad suficiente se
les aplicaba una descarga eléctrica.
4. Los investigadores
apoyados por el Consejo de Investigación Médica del Reino Unido
suministraron una droga a varios hurones que les provocaba vómitos cada
medio minuto en intervalos de cinco minutos. Tales investigadores
suministraron entonces otra droga a los hurones y llegaron a la
conclusión de que bajo algunas circunstancias los hurones no se
levantaban para vomitar, y que bajo la influencia de la segunda droga
los vómitos eran menos violentos.
5. Tres gatas adultas
fueron seleccionadas por su especial docilidad en un laboratorio galés.
Conectaron unos cables a los ojos de las gatas que se adosaban a un
dispositivo colocado sobre el cráneo de las mismas con tornillos de
acero inoxidable. Se mantuvo a las gatas despiertas y se hicieron
mediciones de los movimientos de sus globos oculares mientras sus
cuerpos eran zarandeados, sometidos a rotación y a otros estímulos.
6. Unos investigadores
americanos separaron a gatos recién nacidos de su madres para ver qué
efecto les causaba. Al final del experimento, los científicos llegaron a
la conclusión de que las crías separadas de sus madres lloran más que
las que permanecen en contacto con ellas. Los científicos añadieron que
los llantos denotaban estrés.
7. Dos investigadores
eminentes que trabajaban en Estados Unidos llevaron a cabo una serie de
experimentos diseñados para causar depresión en crías de mono. Para
empezar crearon una réplica en trapo de una madre que disparaba aire
comprimido. Cuando un monito se acercaba a la falsa madre para
abrazarla, el investigador pulsaba un botón que hacía que el mono
saliera despedido. Sin embargo, este método no resultó, y el mono
aprendió a abrazarse con mayor fuerza. Después, los investigadores
construyeron una falsa "madre monstruo" diseñada para golpear tan
violentamente que hiciera "crujir la cabeza y los dientes" de las crías
de mono. De nuevo, el mono se abrazaba con mayor fuerza. El tercer
monstruo estaba dotado de un bastidor de alambre en su interior. El
bastidor estaba diseñado para separar violentamente al mono. Esto
resultó hasta cierto punto, pues el mono salía despedido bien lejos de
la madre pero volvía a levantarse a continuación para volverlo a
intentar. En un esfuerzo final por alienar, aterrorizar y con ello
deprimir al mono, los investigadores idearon una "madre puercoespín"
que, al pulsar un interruptor remoto, quedaba cubierta de afiladas púas
de metal. El experimento fracasó de nuevo, ya que aunque el mono estaba
molesto por los pinchos se limitaba a esperar a que éstos volvieran a
quedar escondidos para volver con su madre.
8. Los mismos
investigadores crearon también un "muro de las lamentaciones" para
monos. Construyeron una cámara vertical con paredes de acero inoxidable
y base redonda e introdujeron a monos jóvenes por turnos en su interior
durante semanas. En esta ocasión, los investigadores tuvieron éxito. Los
monos acabaron sentándose en el centro de la cámara visiblemente
deprimidos.
9. Unos científicos
escoceses introdujeron finísimos tubos de polietileno en el cerebro de
varias ratas. Después dispusieron globos en los extremos de los tubos y
los hincharon. Descubrieron que todas las ratas sufrían daños en el
cerebro, pero también que los globos pequeños no eran tan dañinos como
los grandes.
10. Cuatro investigadores
británicos unieron mediante cirugía a 224 ratas para obtener 112 parejas
de falsas ratas siamesas.
11. Se introdujeron las
colas de varias ratas en agua hirviendo para estudiar el dolor en ellas.
12. Diez perros fueron
aquejados deliberadamente de úlcera de estómago.
13, Se introdujeron
globos creados con condones a través de tubos de metal en los estómagos
de varios perros y se llenaron con agua. Durante el experimento, se
mantuvo despiertos a los perros, que quedaron colgados de unos garfios.
14. Se dañó
deliberadamente el hígado, riñones y pulmones de varios terneros para
ver si ello afectaba la respuesta de éstos a ciertas drogas. Los
investigadores llegaron a la conclusión de que los animales con órganos
dañados sufren efectos secundarios ante ciertas drogas de manera más
desagradable.
15. Se suministró cierta
droga a seis monos de manera que desarrollaran la enfermedad de
Parkinson. Después se les suministró a su vez el medicamento que suele
utilizarse para tratar la enfermedad con pacientes humanos. Cuando los
síntomas mejoraron, fueron sacrificados.
16. Se practicaron
incisiones en los cuerpos de ratas preñadas y se introdujeron tornillos
enfriados en nitrógeno líquido en las cabezas de las ratas en gestación.
Más tarde se sacrificaron las crías de rata y se extrajeron sus cerebros
para evaluar los daños.
17. Dos investigadores de
Londres descubrieron que si echaban el aliento sobre las hormigas que
salían por la mañana del hormiguero, éstas corrían presas del pánico.
18. Tres investigadores
dispararon a unos veinte monos justo por encima del ojo y observaron
cuánto tardaban en morir. Uno de los monos sobrevivió más de dos horas y
media.
19. Un psicólogo extrajo
el córtex visual de un mono y lo mantuvo seis años con ceguera para
estudiar su comportamiento.
20. Varios investigadores
han mantenido con vida cerebros de animales fuera de sus cuerpos y han
trasplantado cabezas de mono a cuerpos de otros animales. Tales
experimentos han tenido lugar en varios laboratorios.
21. Un investigador
estadounidense sometió a una pareja de ratas a un total de 15.000
descargas eléctricas en siete horas y media. Más tarde, el investigador
calentó el suelo de la jaula para que las ratas saltaran en su interior,
lamiéndose las patas, a medida que el suelo se calentaba más y más.
22. Unos investigadores
sacaron el pelo con unas pinzas a un total de cuarenta crías de perro.
Después colocaron unas gasas impregnadas de keroseno sobre los cuerpos
desnudos de los perritos y les prendieron fuego.
23. En una serie de
experimentos llevados a cabo en Francia, más de treinta babuinos
hallaron la muerte en accidentes de coche simulados a unos 60 kilómetros
por hora. Varios de ellos murieron mediante un dispositivo que les
golpeaba el cráneo. Los experimentos mostraron que la vida de los
animales corría peligro si se estampaban contra una pared conduciendo a
60 kilómetros por hora.
24. En un experimento
canadiense se obligó a tres osos polares a nadar a través de un tanque
de agua con petróleo crudo. Cuando el petróleo cubrió el pelo de los
osos, éstos intentaron limpiarse a lametones. Tragaron tanto petróleo
que sufrieron lesiones en los riñones y murieron. La conclusión fue que
se debe mantener apartados a los osos polares de las mareas de petróleo.
25. Dos científicos
experimentales diseñaron un tambor parecido a una secadora de ropa para
causar traumatismos a animales alerta y despiertos. El tambor estaba
construido de manera que daba más de cuarenta vueltas por minuto,
haciendo que el animal cayera de un lado a otro dos veces en cada
rotación. Durante un experimento de cinco minutos, el animal de dentro
del tambor caía cuatrocientas veces. El animal tenía las patas atadas
para que no pudiera salvar la caída e interferir en el proceso de
traumatismo. Los animales que pasaron por el tambor padecieron roturas
de dientes, contusiones, hemorragias y lesiones en el hígado.
Capítulo 2
MENTIRAS
QUE SE ADUCEN
En su intento por
defender sus terribles actos, los investigadores con animales cuentan
muchas mentiras. Aquí presento algunas de las más comunes junto con los
hechos reales.
MENTIRA NUMERO 1: Se dice
que los animales se anestesian adecuadamente durante los experimentos
dolorosos o incómodos.
Las pruebas muestran que
esto no es cierto. Aproximadamente tres cuartas partes de los
experimentos con animales se llevan a cabo sin anestesia de ninguna
clase, y cifras recientes muestran que su número aumenta. Por ejemplo,
cifras recientes del Home Office británico muestran que en un
período de doce meses aumentó en un 11 % el número de experimentos sin
anestesia realizados a babuinos, el número de experimentos sin anestesia
realizados con conejos creció en un 20 %, mientras que el número de los
mismos realizados con perros aumentó un 15 %.
Incluso cuando se utiliza
anestesia, las pruebas disponibles sugieren que a menudo ésta no es la
adecuada. Es raro que un científico que experimenta con animales
disponga de la presencia de un anestesista apropiadamente formado
durante las pruebas, y no cabe duda de que muchos de los científicos que
disponen de licencia para experimentar con animales no saben cómo
suministrar anestesia. La anestesia es una especialidad compleja y
sofisticada que los especialistas tardan años en dominar. Como resultado
de tal ignorancia, muchos animales quedan paralizados, pero no
anestesiados, y ello conlleva que aunque no puedan gritar ni moverse sí
sientan dolor. A otros animales simplemente se les suministran
cantidades inadecuadas de anestesia.
La historia de Wilhelm
Feldberg, un investigador del Instituto Nacional de Investigación Médica
de Londres, ayuda a derrumbar el mito de que siempre se anestesia a los
animales.
Escribí acerca de
Feldberg por primera vez varios años atrás, después de que uno de mis
lectores me llamara la atención sobre él.
Feldberg estudió medicina
en Heidelberg, Munich y Berlín, y en 1949 fue nombrado Jefe de
Departamento de Fisiología y Farmacología del Instituto Nacional de
Investigación Médica. Fue allí donde tuvieron lugar muchos de sus
experimentos en los años siguientes.
El primer vistazo a las
calificaciones de Feldberg y a sus logros académicos es impresionante.
Tenía el grado de doctor, era miembro de la Real Sociedad, miembro del
Real Colegio de Física y tenía la orden del Imperio Británico. La mayor
parte de los trabajos de Feldberg fueron posibles gracias a la ayuda
económica del Consejo de Investigación Médica.
Después de que Feldberg y
un colega realizaran varios experimentos con gatos se publicó el típico
informe en el Periódico Británico de Farmacología, en 1978.
Para empezar con el
experimento implantaron a los gatos un tubo en el cerebro. Después,
cuando los gatos se habían recuperado de la anestesia, se les inyectó
una droga a base de mostaza tubo abajo hasta el cerebro. No es difícil
imaginar lo que sucedió a continuación, pero tal vez sea de ayuda que
cite directamente el informe que Feldberg y su colega publicaron:
"Después de estas inyecciones, en uno o dos minutos se produjeron
evidentes temblores, que pronto se tornaron vigorosos y generalizados.
El efecto siguiente fue la vocalización. Comenzó con períodos de
maullidos que se hicieron más frecuentes y de mayor duración, y éstos
cambiaron gradualmente a gruñidos y chillidos. Después se observó
taquiapnea (respiración acelerada), jadeos, salivación, piloerección
(erizamiento del pelo) y arrugamiento de las orejas. Más tarde aún, se
alternaron períodos de intensa excitación con otros de mayor descanso.
Durante los períodos de excitación, el gato saltaba ciegamente hacia
delante o quedaba colgado del techo o de una pared de la jaula con las
pupilas dilatadas al máximo. Los gatos mostraban intensos deseos de
morder, y hubo de tenerse cuidado para que no mordieran el tubo rectal
(se les había introducido un termómetro por el ano), ofreciéndoseles
para ello un lápiz en el que pudieran clavar sus dientes o mordisquear".
Si estos experimentos los hubieran realizado unos gamberrillos con gatos
callejeros, hubieran acabado encerrados bajo llave. Feldberg, que había
descubierto que si se le metía mostaza en el cerebro a un gato vivo sin
anestesia éste se pondría a jadear, salivar, saltar arriba y abajo,
maullar e intentar morder todo lo que tuviera a su alcance, recibió
carretadas de dinero para realizar variaciones del mismo experimento y
escribió acerca de ello en revistas médicas.
Por ejemplo, en 1983
Feldberg (esta vez con dos nuevos secuaces), publicó un informe
científico titulado "Hiperglicemia, un efecto similar a la morfina
producido por naloxone en el gato".
Para poder escribir este
artículo científico, Feldberg empezó por instalar tubos en los cerebros
de gatos vivos. De nuevo descubrió que si uno inyecta una sustancia en
el cerebro de un gato mientras éste está vivo y consciente, el animal
sufre molestias físicas. Feldberg informó que sus gatos temblaban,
maullaban, jadeaban, salivaban, sufrían arcadas, vomitaban y perdían el
control de sus vejigas y esfínteres.
Feldberg llevó a cabo
experimentos parecidos durante más de treinta años, inyectando toda una
variedad de productos químicos en los cerebros de gatos vivos y sin
anestesia. Y escribió un montón de informes, convirtiéndose en uno de
los científicos más afamados.
Feldberg trabajó mucho
con gatos, pero fueron los experimentos con conejos los que causaron su
caída en desgracia a principios del verano de 1990, sólo cuatro meses
después de que fuera galardonado con la medalla de oro Wellcome
de farmacología por la British Pharmacological Society.
Justo antes de la navidad
de 1989, dos investigadores encubiertos persuadieron finalmente a
Feldberg de que les permitiera grabar en vídeo y tomar fotografías de
sus trabajos. Adulado por la atención que estaba recibiendo (una de las
investigadoras, Melody MacDonald, había sido modelo de pasarela)
Feldberg accedió.
Como resultado de la
película que los investigadores rodaron justo después del
octogesimonoveno cumpleaños de Feldberg, el Consejo de Investigación
Médica abrió una investigación. El informe publicado de la investigación
muestra que, de acuerdo con el Consejo de Investigación Médica, Feldberg
omitió asegurarse de que cuatro de los conejos utilizados por él
quedaran adecuadamente anestesiados durante los experimentos llevados a
cabo en el Instituto Nacional de Investigación Médica de Mill Hill,
Londres. El informe del Consejo de Investigación Médica describe el
trabajo de Feldberg con el término, tal vez demasiado tibio, de
"negligente" y admitió que "en lo concerniente a la metodología, el
término cruel no parece inapropiado". Llegaron a la conclusión de que
"cierto número de animales perecieron sin razón ni aprovechamiento
aparentes" y criticaron al Secretario Británico del Interior por no
haber "sopesado adecuadamente el provecho aparente de la investigación
en compensación a los efectos adversos que padecieron los animales".
En cierto modo, es
posible que Feldberg tuviera mala suerte. Yo dudo mucho que él fuera el
único científico del Reino Unido que omitiera anestesiar adecuadamente a
los animales de laboratorio. A buen seguro que él no era el único
científico que realizaba trabajos de investigación de manera negligente.
A partir de esta historia
queda bastante claro que es mentira afirmar que los animales con los que
se experimenta son siempre adecuadamente anestesiados. La verdad es que
la mayor parte de los animales no reciben anestesia ninguna, e incluso
cuando la reciben hay grandes posibilidades de que ésta no sea la
adecuada.
MENTIRA NUMERO 2: Se dice
que la mayoría de los científicos "sólo" utilizan ratones y ratas y que
la mayor parte de la gente que protesta acerca de los experimentos con
animales lo hacen sólo por que creen que hay gatos y perros
involucrados.
Esta vez, los científicos
(y aquellos que los apoyan) intentan confundir a la opinión pública de
dos maneras diferentes. De la primera se deduce que las ratas y los
ratones no importan. Desde luego, esto es mentira. La gran mayoría de
aquellos que desaprueban los experimentos con animales desaprueban todos
los experimentos con animales, sin importar si se refieren a gatos,
corderos, ratones, perros, jerbos, conejillos de indias o ranas. Los
principios que siguen la mayor parte de los que se oponen a la
vivisección son idénticos para con todas las criaturas.
Segundo, mienten al
sugerir que los experimentos efectuados con perros y gatos son poco
comunes. La verdad es que existen serias dudas sobre si aún queda algún
animal que no se haya utilizado por los vivisectores en sus
experimentos. Los monos, los babuinos y otros primates son muy populares
porque a los científicos les resulta más fácil argumentar que el trabajo
efectuado en un mono posee mayor relevancia para el ser humano que el
llevado a cabo en ratones o ratas. Los conejos son populares porque sus
grandes ojos constituyen un banco de pruebas ideal para nuevos productos
químicos.
Los experimentadores
británicos utilizan unos 13.000 perros al año, y muestran una
preferencia particular por los sabuesos como animales de experimentación
porque son más simpáticos, más confiados e inteligentes. Si se le
pregunta a un científico por qué utiliza sabuesos, éste responderá
seguramente que porque puede ganarse su confianza con mayor facilidad.
En una universidad
británica, un investigador en zoología "obtuvo" dos grandes murciélagos
de cuadra (una especie protegida y en vías de extinción) y los encerró
dieciocho meses en una caja. Cada lado de la caja tenía 60 centímetros,
y las paredes estaban cubiertas de una redecilla de plástico.
En los laboratorios de
todo el mundo, los investigadores suelen experimentar con animales tan
pequeños como hamsters, conejillos de indias y jerbos, o tan grandes
como cerdos, ovejas y caballos. Algunos animales se crían especialmente
para los laboratorios. Otros son "adquiridos" en circunstancias dudosas.
Grandes o pequeños, jóvenes o viejos, domesticados o salvajes, los
animales son torturados, observados y después sacrificados. Si me dan el
nombre del animal yo les describiré el experimento. Imagínense el mayor
sufrimiento y yo les encontraré pruebas de un experimento mucho peor y
mucho más obsceno de lo que puedan imaginar.
MENTIRA NUMERO 3: Los
investigadores se justifican diciendo que los animales que utilizan
reciben atentos cuidados. Dicen que todos los investigadores se
preocupan profundamente de los animales que utilizan y que antes,
durante y después de los experimentos se trata a los animales con cariño
y respeto.
Por desgracia, las
pruebas muestran que esto está muy alejado de la realidad. Consideremos,
por ejemplo, el caso del eminente psicólogo americano doctor Edward
Taub, que durante años realizó experimentos en los que los nervios que
controlan los brazos de los monos quedaban dañados. El objetivo aducido
de la investigación era recabar información que pudiera ayudar a
víctimas humanas de apoplejía, pero los doctores han estado tratando
durante años a pacientes de apoplejía, y yo no veo razón alguna por la
cual podría desearse realizar tales experimentos con animales.
Los métodos de
investigación de Taub salieron a la luz pública gracias a la labor de un
activista encubierto, Alexander Pacheco. Pacheco informó de haber visto
desmayarse a un animal de pura inanición y de que recibía instrucciones
para atormentar y frustrar a monos, que a menudo estaban apresados en
bastidores al estilo "crucifijo'' con los ojos vendados y sus cabezas
encerradas en capuchas. Se les habían roto los huesos, y algunos de los
monos habían sufrido tanto que aparentemente se habían amputado a
mordiscos sus propios dedos. Las jaulas en las que se alojaban los monos
se describieron como oxidadas y extremadamente sucias.
Después de tomar fotos de
los monos, Pacheco se querelló contra Taub, que fue juzgado por crueldad
con diecisiete cargos diferentes, uno por cada mono involucrado en los
experimentos. Durante el registro policial subsiguiente, los
investigadores del juzgado descubrieron cubos de basura llenos de los
cuerpos de monos mutilados.
Tras su original juicio,
Taub fue multado con 3.000 dólares por negligencia al no haber
proporcionado cuidados veterinarios a seis monos que según se dijo
necesitaban tratamiento urgente. El Instituto Nacional de la Salud
canceló un cuantioso presupuesto dedicado al laboratorio donde trabajaba
Taub. Sin embargo, Taub se las ingenió para que las condenas no se
aplicaran. Un juez desestimó los cargos de sufrimiento y daños físicos
por subjetivos e inadmisibles. Otro juzgado anuló la condena basándose
en que la ley anti crueldad del estado no podía aplicarse en un proyecto
financiado con fondos federales. Otra corte llegó a la conclusión de que
los seres humanos no tienen responsabilidad legal por su comportamiento
con monos. Y Taub acabó declarándose un mártir de la ciencia.
Taub no es ni de lejos el
único investigador acusado de malos tratos a animales de laboratorio.
• En un experimento
llevado a cabo por investigadores de Pennsylvania se golpeaba
violentamente un lado de la cabeza de varios babuinos con un martillo
neumático. El objetivo era investigar los efectos de ciertas lesiones.
Se supone que los animales fueron anestesiados durante los experimentos,
pero la Universidad de Pennsylvania fue acusada por el United States
Department of Agriculture por más de veinte violaciones del Acta de
Defensa de los Animales. Se acusó a los investigadores de bromear y reír
ante la forma en que se movían los pobres babuinos después de habérseles
causado daños en el cerebro.
• En Londres, el Real
Colegio de Cirujanos fue hallado culpable de causar sufrimientos
innecesarios a un mono de laboratorio y se le multó con 250 libras
esterlinas después de que la Agrupación Británica para la Abolición de
la Vivisección realizara una acusación privada, utilizando para ello las
pruebas obtenidas durante un registro del centro de investigaciones del
citado College. Se informó que un mono de diez años se había desvanecido
en el suelo de su diminuta jaula a causa de la deshidratación. El caso
fue sobreseído después de que el Royal College of Surgeons
apelara con lo que en apariencia eran artimañas legales.
En la mayoría de los
países, los investigadores pueden esquivar las acusaciones legales
cerrando sus laboratorios a cal y canto con la excusa de que sus
actividades son experimentales (incluso las crueldades más increíbles
pueden quedar sin sanción legal si el investigador aduce que el
sufrimiento forma parte de un experimento).
Aunque se no se han
escatimado esfuerzos para introducir un marco legal para la protección
de los animales de laboratorio, se han producido demoras sorprendentes.
Por ejemplo, un cuarto de siglo después de que se aprobara una ley para
controlar la utilización de animales en los laboratorios de
investigación estadounidenses, y cuatro años después de que el Congreso
de los Estados Unidos añadiera unas disposiciones adicionales, el
departamento de agricultura sólo ha presentado dos de los tres informes
esperados detallando con precisión cómo debe aplicarse la ley. La
intención de los legisladores era asegurarse de que los investigadores
tomaban en consideración el bienestar tanto físico como mental de los
animales a su cargo. Mientras tanto, un número reciente de informes
oficiales del departamento de agricultura de los EE.UU. muestran que por
lo menos en cuatro de cada cinco instituciones dedicadas a la
investigación en dicho país se maltrata o se actúa negligentemente con
animales.
MENTIRA NUMERO 4: Muchos
defensores de la vivisección aducen que los experimentos con animales
son condición indespensable dictada por ley para la producción de
cualquier droga, cosmético u otro producto químico. Algunos portavoces
dicen que no les agrada realizar experimentos con animales, pero que no
les queda otra alternativa si han de cumplir la ley.
Esto no es cierto. Allí
donde existen leyes para controlar la comercialización y la venta de
este tipo de productos, suele insistirse en que antes de su venta al
público "debe tenerse la certeza de que no causan daños a la salud
humana bajo condiciones normales de uso".
El éxito de algunas
empresas que nunca comprueban sus productos o sus ingredientes con
animales muestra que es perfectamente posible preparar cosméticos
seguros (por ejemplo) que no contengan ingredientes experimentados con
animales.
Bajo mi punto de vista,
las empresas que venden productos que se han probado con animales o que
venden productos que contienen ingredientes comprobados con animales lo
hacen por voluntad propia; a menudo porque consideran la experimentación
animal más barata o más conveniente que otras alternativas.
Es necesario cambiar y
actualizar la ley que controla los experimentos con animales, pero no
tengo ninguna simpatía por las empresas que todavía intentar escudarse
tras la legislación existente.
MENTIRA NUMERO 5: Se dice
que los científicos aprueban y apoyan los experimentos con animales, que
los experimentos con animales han tenido como resultado una variedad de
información muy valiosa y casi infinita y que, finalmente, docenas de
premios Nobel han realizado experimentos con animales como parte de los
trabajos galardonados.
La primera objeción, que
los científicos aprueban y apoyan los experimentos con animales, puede
rebatirse fácilmente. La Liga Internacional "Médicos por la Abolición de
la Vivisección" tiene casi seiscientos miembros (todos ellos eminentes
científicos) de veintiocho países diferentes que se oponen a los
experimentos con animales y que están convencidos de que los
experimentos con animales no tienen valor.
La segunda objeción, que
los experimentos con animales han proporcionado un variedad de
información valiosa y casi infinita, está basada en una premisa tan
firme como una silla con dos patas.
Resulta innegable que se
han realizado muchos experimentos con animales y es totalmente cierto
que los científicos han logrado obtener, a lo largo de los años, una
información importante. Pero aunque exista una ligazón superficial entre
estas dos verdades irrefutables, no hay una conexión profunda o
fundamental entre ambas.
Además, un estudio
concienzudo de los avances científicos y médicos del último o los dos
últimos siglos muestra con bastante claridad que los experimentos con
animales han frenado el avance de la ciencia y han causado más problemas
de los que han ayudado a resolver. Proponer que debido a que los
científicos han efectuado experimentos con animales y han realizado
importantes descubrimientos debe de haber una relación entre ambas cosas
es como afirmar que, debido a que los científicos han consumido café o
té durante los experimentos, las bebidas ricas en cafeína deben de ser
parte integral del progreso científico.
Finalmente, se aduce que
debido a que docenas de científicos que han realizado experimentos con
animales han sido galardonados con el premio Nobel, tales experimentos
han de tener algún valor. Una vez más, nos hallamos ante un argumento
ilógico basado en una premisa enteramente falsa. La verdad es que la
comunidad científica ha aceptado durante décadas que los experimentos
con animales son indispensables, y por esta razón se ha privado a los
científicos que no han utilizado animales en sus investigaciones de los
honores del citado galardón. La gran mayoría de los científicos
premiados con el Nobel han sido varones de raza blanca, pero esto sólo
refleja el hecho de que la mayoría de los científicos elegibles para los
premios Nobel eran varones de raza blanca; y que el sistema estaba
predispuesto en gran medida a favor de que los varones de raza blanca se
llevaran los honores.
MENTIRA NUMERO 6: Se dice
que los animales no sufren porque no pueden sentir dolor ni disfrutar o
padecer respuesta emocional alguna.
A los investigadores con
escasos restos de sentimientos y una remota idea de lo que es la
compasión tal vez les agrade pensar que esto es verdad. Pero no lo es.
Los prerrequisitos para
la recepción del dolor son un sistema nervioso central, un sistema de
receptores periféricos del dolor y una serie de conexiones neuronales
entre los receptores y el sistema nervioso central. Todos los animales
vertebrados poseen estas tres condiciones esenciales y pueden sentir
dolor sin ningún género de duda. Cualquier persona de natural sádico que
quiera poner a prueba esta verdad puede intentarlo golpeando a un gato o
a un perro y observando qué sucede a continuación.
El argumento de que los
animales no pueden sentir dolor es tan absurdo que resulta difícil
comprender cómo puede alguien pensar que sea cierto. El hecho es,
evidentemente, que los individuos que apoyan este argumento no han sido
agraciados del todo con el don de la inteligencia.
Todavía no me he
encontrado con ningún investigador o defensor de la vivisección a quien
pueda otorgarle en confianza una más que modesta inteligencia, y
encuentro difícil subestimar el intelecto de estas personas.
Del mismo modo, no cabe
duda de que los animales utilizados en experimentos de laboratorio
sufren de hecho grandes dosis de malestar físico y emocional. Durante
los últimos años se han realizado numerosas investigaciones que muestran
cuán complejo y sofisticado resulta el comportamiento de animales tales
como monos, gatos y perros. Los observadores que han estudiado a los
animales saben que el temor y la ansiedad dirigen la conducta y afectan
a los miembros de todas la especies y que suelen presentarse como
mecanismos de autodefensa. De manera similar, todos los animales
utilizados en los experimentos sufren la agonía del aburrimiento y la
frustración cuando se les confina a la soledad de una jaula de reducidas
dimensiones durante largos períodos de tiempo.
MENTIRA NÚMERO 7: Se
acusa a los que se oponen a la vivisección de tener más consideración
con los animales que con los seres humanos.
Resulta difícil imaginar
una mentira más absurda e insostenible que ésta, aunque la suelen
repetir los vivisectores ansiosos por desacreditar a sus oponentes. Ya
he perdido la cuenta de las veces que he tenido que oírla, a menudo en
boca de gentes malintencionadas cuya compasión y preocupación por la
raza humana es comparable a su nivel de compasión por las víctimas de la
vivisección.
La verdad es que nunca he
encontrado a un sólo miembro del movimiento antivivisección que no
estuviera también comprometido en las campañas a favor de los derechos
humanos. Prácticamente todos los miembros dirigentes del movimiento
antivivisección también han realizado protestas públicas en contra de la
injusticia, el prejuicio y la crueldad para con los seres humanos.
Yo mismo he sido acusado
en repetidas ocasiones de preocuparme tan sólo de los animales tras
pasar la mayor parte de mi vida defendiendo campañas a favor del trato
justo y la mejora de las condiciones y derechos de los pacientes
humanos. Yo creo que las vidas y el bienestar de todas las criaturas
(humanos incluidos) están íntima e inseparablemente relacionadas. No
tiene sentido afirmar que aquellos que se preocupan por los animales no
lo hacen por los humanos.
Para dar un sólo ejemplo
práctico, yo he pasado dieciocho años (casi la totalidad de mi vida
profesional) realizando campañas contra la prescripción excesiva de
tranquilizantes y pastillas para dormir. Cuando las autoridades
británicas tomaron por fin medidas, el entonces Subsecretario de Estado)
para Sanidad y Seguridad Social admitió que fueron mis artículos los que
habían persuadido finalmente al gobierno para que tomara tal decisión.
MENTIRA NUMERO 8: Se
acusa a aquellos contrarios a los experimentos con animales de utilizar
argumentos emocionales para ganarse a los indecisos.
Esto es como la
pescadilla que se muerde la cola. No puedo recordar cuándo escuché por
última vez un argumento emocional en boca de un enemigo serio de la
vivisección para apoyar sus argumentos. La verdad es que no necesitamos
utilizar argumentos emocionales y que no queremos utilizar argumentos
emocionales. Aquellos de nosotros que nos oponemos a los experimentos
con animales sabemos que podemos hacerlo con mayor efectividad
basándonos en argumentos científicos.
El problema es, sin
embargo, que nuestros oponentes (aquéllos que desean la continuidad de
los experimentos con animales) no quieren discutir basándose en
razonamientos científicos. Son ellos los que insisten en utilizar
argumentos emocionales.
Siempre que aparecen
debates sobre la vivisección en televisión o en programas de radio,
aquellos que la apoyan suelen traer consigo a pacientes que padecen tal
o cual enfermedad. Como resulta natural, los pacientes están agradecidos
por el tratamiento que reciben, y aunque un tanto confundidos, admiten a
regañadientes que los experimentos con animales deben continuar si hay
vidas humanas en juego. Esto se llama chantaje moral, pero no evita que
los vivisectores se recuesten en sus asientos con aire de satisfacción y
una mirada al estilo "Chúpate esa. ¿Qué tienes que decir a esto?".
Cuando los defensores de
la vivisección hablan con los periodistas o escriben artículos en
periódicos y revistas de su propiedad citan invariablemente la opinión
de pacientes con leucemia, diabetes o alguna otra terrible enfermedad. A
veces presentan incluso fotografías de pacientes en concreto
(preferiblemente jóvenes y agraciados). "Hay que elegir entre este niño
y una rata de laboratorio" suelen afirmar con desfachatez. Confían en el
chantaje emocional descarado, tan sutil como una pintada con aerosol,
para dejar a los indecisos y mal informados en una posición incómoda.
Lo que siempre se deduce
de ello es que los experimentos con animales han salvado las vidas de
los pacientes.;Los defensores de la vivisección utilizan el temor y la
ansiedad para que sus argumentos prosperen. Saben que no pueden obtener
la victoria en base a razonamientos científicos, así que confían en
falsas argumentaciones emocionales.
MENTIRA NUMERO 9: Se
afirma que las instituciones donde se retiene y se experimenta con los
animales son inspeccionadas con regularidad para asegurarse de que los
animales reciben buen trato y consideración
Pero en Gran Bretaña (a
menudo considerada con la mejor legislación del mundo) hay cerca de
20.000 investigadores con licencia para efectuar experimentos con
animales y cerca de veinte inspectores.
Esto quiere decir que si
cada inspector realiza una visita a un científico diferente cada día del
año (y nunca tiene un día libre, ni vacaciones, ni se pone enfermo, ni
emplea un sólo minuto rellenando el papeleo y trabaja también los fines
de semana) cada científico recibirá una visita de inspección cada tres
años.
Sin depender de la
calidad de las inspecciones, éstas no son tan frecuentes como para
asegurarse de que los animales reciben buenos tratos y que se cumple la
ley. Cifras recientes de la Secretaría del Interior Británica muestran
que en un período de doce meses las infracciones a la ley aumentaron en
un 111 %, mientras que el número de visitas de inspección a los
laboratorios sólo se incrementó en un 8 %.
MENTIRA NUMERO 10: Se
dice que los nazis nunca aprobaron los experimentos con animales. De
ello parece deducirse que aquellos que desaprueben los experimentos con
animales son de alguna forma comparables a los nazis.
Esta es una mentirijilla
malintencionada y burda que aparece a menudo en la propaganda a favor de
la vivisección. Se me ha llamado nazi porque me he opuesto a los
experimentos con animales. La verdad es que doctores nazis como Josef
Mengele realizaron la mayor parte de sus experimentos con seres humanos
porque creían que así obtendrían mejores resultados. Realizaron algunos
experimentos con animales, pero dado que disponían de un suministro
ilimitado de material humano para experimentar no se molestaron en
utilizar gatos, monos o ratas. Por ejemplo, se dice que Mengele utilizó
a 400.000 prisioneros humanos en sus experimentos. ¿Por qué razón iba a
utilizar ratones?
MENTIRA NUMERO 11: Dicen
que los experimentos han de mantenerse en secreto por temor a un
atentado con bomba por parte de grupos terroristas.
Los experimentos con
animales se mantenían en secreto mucho antes de que explotara la primera
bomba. Durante décadas, muchos experimentadores con animales han
realizado sus actividades a puerta cerrada por la sencilla razón de que
ellos mismos saben que sus actos son tan bárbaros, tan sin sentido y tan
repugnantes que si la opinión pública supiera lo que se traen entre
manos se crearía una protesta generalizada y deberían cesar en sus
tareas.
Los atentados con bomba a
los laboratorios han sido de gran ayuda para los experimentadores con
animales, que se han servido de tales ataques para defender su
secretismo y para atraer la simpatía de la opinión pública. Y aún más:
las campañas de atentados han sido tan beneficiosas en la obtención de
apoyo para los experimentadores que se ha acusado a algunos científicos
(y a sus defensores) de haberse enviado a sí mismos falsas bombas y
falsas amenazas.
MENTIRA NUMERO 12: Cuando
todo lo demás no tiene éxito, los defensores de la vivisección suelen
aducir que los resultados obtenidos en laboratorio pueden ser utilizados
para ayudar a los animales.
En teoría, es cierto que
los fármacos desarrollados mediante la labor con ratas pueden ser
utilizados para ayudar a las ratas. Pero, ¿puede alguien creer realmente
que los experimentos que se realizan con animales de laboratorio tienen
como objetivo ayudar a descubrir drogas beneficiosas para tales
animales? Y ¿cuántos esfuerzos se dirigen a convertir los resultados del
laboratorio en remedios prácticos para los animales? Yo sospecho que más
bien poco.
El punto flaco de este
argumento está en el hecho de que incluso si los defensores de la
vivisección estuvieran en verdad preocupados en la obtención de fármacos
para el tratamiento de enfermedades animales, ello no daría motivo para
torturar o matar animales para conseguirlo. La gran mayoría de los
doctores se las ingenian para descubrir datos valiosos acerca de sus
pacientes humanos sin tener que realizar experimentos crueles con ellos.
La verdad es que no hace falta matar a un animal para descubrir la
manera de ayudarle.
Capítulo 3
ARGUMENTOS MORALES Y
ÉTICOS
Al igual que la mayoría
de los antiviviseccionistas modernos, prefiero argumentar en contra de
la vivisección basándose en razonamientos científicos y médicos. Pero
los argumentos éticos y morales son importantes y no deben olvidarse.
DILEMA MORAL NUMERO 1:
¿Son los animales meras "cosas" que existen para ser utilizadas por la
humanidad? René Descartes fue uno de los pensadores más brillantes de la
historia y ciertamente una de las mayores personalidades del siglo
diecisiete, pero tenía ciertas lagunas y puntos débiles. La más
importante de ellas era probablemente su creencia de que debido a su
carencia de alma inmortal, los animales no tenían vida consciente, ni
deseos, ni sentimientos, ni emociones.
Los animales, declaraba
Descartes con la envidiable seguridad de un hombre inspirado por
poderosos prejuicios religiosos, no merecían mayor respeto o
consideración que simples mecanismos; los caballos no estaban más
"vivos", en el sentido humano del término, que los carros de los que
tiraban.
Si Descartes hubiera
empleado más tiempo en mirar a su alrededor y menos en intentar
comprender los secretos del universo, se habría dado cuenta de su error.
Si hubiera tenido bastante sentido común como para hablar con un niño de
su mascota, fuera ésta perro, gato o conejo, habría dado con la verdad:
aunque nos resulte imposible imaginarnos con precisión cómo piensan los
animales, o en qué piensan, no hay duda de que son capaces de tanta
reflexión como muchos humanos. La simple observación habría hecho ver a
Descartes que los animales padecen el dolor y el sufrimiento cuando
están enfermos, cuando se aburren, se sienten deprimidos o infelices, y
que se sienten molestos, lloran a sus seres queridos y pueden enloquecer
ante los malos tratos.
Cada miembro del reino
animal es diferente, pero eso no quiere decir que los gatos están menos
vivos que los franceses o que los perros merecen menos compasión que los
niños. Incluso las ratas (tal vez el menos simpático y más despreciado
de los animales de laboratorio) son animales inteligentes, despiertos y
sociables. Pueden relacionarse unas con otras y con los seres humanos y
se aburren y frustran mortalmente en cautividad.
Pero Descartes no miraba
a su alrededor y no hablaba lo suficiente con los niños, y sus teorías
fueron rápidamente aceptadas como un hecho por una sociedad mucho más
proclive a formular teorías que a demostrarlas con hechos. El era un
miembro influyente y poderoso de la clase académica y, lo más importante
de todo, sus creencias coincidían cómodamente con las de otros
contemporáneos.
Con el pasar de los años,
la lógica cartesiana se extendió entre la comunidad científica, y si un
científico deseaba observar las entrañas de un gato no tenía más que
clavarlo a una tabla y abrirlo en canal. Tal científico ignoraría sus
chillidos de protesta como poco más relevantes que el chirrido de los
goznes de una puerta oxidada o de una sierra vieja.
Fue en gran medida la
filosofía cruda, simplista e indudablemente errónea de Descartes la que
condujo a la vivisección de nuestros días.
Para mantener el concepto
de los animales como "cosas”, más que como individuos sensibles, la
mayor parte de los investigadores han desarrollado la costumbre de
hablar y escribir acerca de las criaturas que utilizan de una manera
totalmente impersonal, utilizando a menudo un vocabulario extraño para
describir sus actos. Por ejemplo, un investigador se referirá a los
gatos como "preparados" describirá sus maullidos o sus chillidos como
"vocalización" y utilizará fórmulas como "insuficiencia nutritiva" en
lugar de afirmar que los animales se han muerto de hambre. Un grupo de
investigadores acuñó el término "privación binocular" para describir la
ceguera provocada deliberadamente a unos gatos recién nacidos. Cuando se
da por terminado el experimento y se acaba con la vida de los animales,
suele utilizarse el término "sacrificado" o "sujeto a eutanasia". Tal
vez los investigadores no quieran recordarse a sí mismos como asesinos.
DILEMA MORAL NUMERO 2:
¿Los animales tienen derechos? Los investigadores que miran al mundo de
manera simple suelen argumentar que los animales no tiene derechos.
Cuando se les pregunta suelen responder que los animales tienen el único
propósito de hacernos la vida más fácil. Cuanto más se acercan a aceptar
a los animales como dignos de respeto es cuando afirman que es
responsabilidad de los seres humanos asegurarse de que los animales no
reciben un sufrimiento innecesario. La palabra "innecesario" es, desde
luego, imposible de definir satisfactoriamente y muy pocos
investigadores llegarán a admitir que algún experimento haya llevado
consigo un sufrimiento "innecesario".
Se trata, no cabe duda,
del mismo lenguaje elitista que se vertía sobre las mesas de los
traficantes de esclavos anteriores a la abolición a la hora de 1a cena,
y es el mismo tipo de lenguaje que se utiliza (invariablemente) en las
mesas bien surtidas de los excepcionalmente ricos en dinero y
prejuicios.
Los humanos, suelen
afirmar, somos el centro del universo. Todo lo demás gira en torno
nuestro. Nosotros, argumentan, estamos capacitados para hacer lo que
queramos con el resto del mundo. Insisten en que si no fuera por los
seres humanos los animales no tendrían ningún papel que interpretar en
la tierra. Los animales, dicen, existen con el único propósito de
suministrarnos comida, ropa y placer.
Esta actitud arrogante se
ha descrito como "especismo" y ha sido condenada como cruel e
insensible, pero tales pensamientos están muy extendidos y no pueden
rebatirse con la lógica ni ninguna de las restantes herramientas del
intelectual. La mente primitiva que considera a la humanidad como el
único propósito de la creación y la única razón de ser de la vida no
parece quedar afectada por nada que requiera expresiones tan sutiles
como inteligencia o razón, conciencia o humildad.
DILEMA MORAL NUMERO 3: Si
no es ilegal, ¿cómo puede estar tan mal? Constantemente me entristece el
hecho de que todavía haya hombres y mujeres en el mundo que se
consideran razonablemente instruidos y con la inteligencia apropiada que
puedan aceptar un argumento tan estrecho, arrogante y despiadado.
Confieso que cuando oigo este argumento me siento dominado por la
tristeza y la desesperación.
"Es contrario a la ley el
torturar y mutilar seres humanos en nombre de la ciencia, pero no va
contra la ley hacerlo con animales, así que ¿dónde está el problema?"
¿Quién puede vivir con un sentido tan absurdamente mecanicista de la
vida? La verdad es que lo que es legal no tiene por qué ser
necesariamente moral, del mismo modo que lo moral no tiene por qué ser
legal. Hace unas pocas generaciones, la posición legal de una persona de
raza negra en América no distaba mucho de la de un campo de maíz. La
verdad es que lo legalmente aceptable y lo moralmente aceptable son dos
cosas diferentes. La mayoría de nosotros estaremos de acuerdo en que es
inmoral amenazar o atemorizar a los niños innecesariamente, pero tales
actos, cuando se producen en el seno familiar, rara vez son ilegales.
Bajo ciertas circunstancias, la violación no es punible legalmente.
¿Quiere eso decir que es moralmente correcta? Aparcar el coche en lugar
indebido es ilegal. Pero ¿es inmoral? Si llevamos el concepto de
"derecho legal es igual a derecho moral" hasta sus últimas
consecuencias, consideremos qué pasaría si nos visitaran unos
extraterrestres.
De acuerdo con la
legislación vigente, ningún ser del espacio exterior, sin importar lo
encantador, amable o amante de la paz que sea, puede quedar protegido
contra la brutalidad. Nosotros somos la única especie protegida por la
ley contra el uso de la fuerza bruta. Un científico investigador estaría
en posición de efectuar experimentos con un alienígena, escudado en el
conocimiento de que tales actos son legalmente correctos.
No resulta difícil
encontrar muchos otros puntos débiles en este argumento, tan voceado
como estrecho y simplista.
Por ejemplo, ¿quedan los
animales fuera de la ley por que no tienen alma? Y si es así, ¿cómo
sabemos que no tienen alma? Y si es cierto que no tienen alma (y se les
niega por tanto la vida eterna), ¿qué nos da derecho sobre la vida que
sí tienen? Y ¿qué pasa con las personas que creen en la teoría de la
reencarnación? De acuerdo con sus creencias, un científico que trocea un
ratón puede estar acabando con un pariente suyo. ¿Son erróneas tales
creencias? ¿Carecen de base legal o moral? ¿Estamos en posición de
emitir juicios acerca de las creencias teológicas de nuestros vecinos
por la simple razón de que la ley no prohibe una actividad en
particular? No hay respuesta sencilla a estas preguntas, y yo sólo las
cito para aclarar que no existe vínculo inevitable entre las actividades
legalmente aceptables y las moralmente aceptables. Pero hay otro
argumento que, en mi opinión, muestra con claridad meridiana que, en
conjunto, resulta peligroso asumir, como muchos vivisectores hacen, que
dado que su trabajo es legal también ha de ser moral y ético por
necesidad. El argumento final hace referencia al concepto de
consentimiento.
Un investigador que desee
experimentar con un ser humano ha de obtener primero el consentimiento
de éste. Sin consentimiento, cualquier acto de vivisección en la persona
de un ser humano puede considerarse un acto criminal. Pero ¿cómo puede
obtener un investigador el consentimiento de un mono cuando se planea un
experimento? Aunque la obtención del consentimiento resulte imposible,
sabemos que los monos pueden comunicarse unos con otros y con los seres
humanos. Así que, ¿qué otorga derecho moral a un investigador para
asumir que el mono ha dado su consentimiento o para dar por sentado que
la obtención del mismo no es necesaria? La ley dirá que un mono no es un
ser humano y que por tanto no tiene derechos legales, pero moralmente no
es tan fácil saber qué es correcto y qué no lo es.
Que la vivisección sea
legal no quiere decir que sea moralmente correcta.
DILEMA MORAL NUMERO 4:
Los animales no importan porque no pueden pensar, sentir o sufrir.
Ya he explicado que los
animales sí pueden sentir dolor y que sí pueden sufrir, así que el único
punto de este argumento que necesita ser rebatido es que los animales no
pueden pensar.
La primera vez que oí
este argumento fue durante un programa de televisión hace algunos años.
Un científico, embutido en su traje negro, afirmó tal cosa como si fuera
un hecho irrefutable y como si con ello excusara cualquier atrocidad.
"Los animales no pueden pensar" dijo tajante mientras miraba a su
alrededor como dando el tema por zanjado.
"Y ¿qué pasa con los
bebés recién nacidos?" preguntó un joven con el pelo teñido de verde y
con un surtido de imperdibles colgando de su nariz y orejas. "¿Pueden
pensar?" Hizo una pausa y meditó unos instantes. "Y ¿qué pasa con los
retrasados mentales, los faltos de educación y los que sufren de
demencia senil?" Él tenía toda la razón, y el científico quedó sin
respuesta. El hecho de que los animales no puedan pensar (suponiendo que
tal cosa sea cierta) no es excusa para tratarlos sin respeto.
Pero, ¿es cierto que los
animales no pueden pensar'~ ¿Existe una buena razón para creer que un
bebé de mono no siente nada cuando se le separa de su madre y de su
familia, se le coloca en un contenedor y se le abandona, en soledad,
durante semanas? Sólo porque los animales no hablan nuestro lenguaje,
¿tenemos derecho a asumir que son estúpidos? Éste es, sin lugar a dudas,
el tipo de argumento aceptado por un inglés colonialista de la peor
calaña. "Los nativos no hablan inglés, de manera que deben ser tontos"
diría éste con toda simpleza.
La verdad no es tan
sencilla.
Por ejemplo, como todos
los que han vivido con un gato pueden confirmar, no tiene sentido
afirmar que los gatos son incapaces de razonar. Son animales de
inteligencia y sensibilidad notables. Pueden comunicarse unos con otros
y con los seres humanos de manera muy efectiva. Y poseen aptitudes de
las que nosotros carecemos por completo. Existen, por ejemplo, numerosos
casos de gatos que han encontrado el camino de vuelta a casa tras
escapadas de varios cientos de millas. Gatos cuyos dueños habían muerto
recorrieron millas y millas (atravesando autopistas, ríos y vías de tren
y cruzando ciudades y campos) para reunirse con otros humanos que
apreciaban. Sin mapas ni brújulas, los gatos pueden realizar largos y
agotadores viajes con sorprendente dominio.
No sabemos cuán
inteligentes son los demás animales, pero tampoco sabemos hasta que
punto son estúpidos. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que no hay
criatura en el mundo tan cruel como algunos de los humanos que trabajan
en los laboratorios experimentales.
Aquellos que defienden la
utilización de animales en experimentos también aducen a veces que los
que se oponen a ello son culpables de antropomorfismo y que se preocupan
innecesariamente de criaturas cuyas vidas y estilo de vida no
comprendemos del todo. Estamos, según dicen, proyectando nuestros
sentimientos, temores y esperanzas en los animales que utilizan.
Como de costumbre, hay
grandes dosis de arrogancia en este argumento, pues aquellos que lo
defienden parecen querer decir que aunque estamos sobreestimando las
necesidades y derechos de los animales, ellos hacen lo que deben.
La verdad, como siempre,
es que los defensores de la vivisección se ven limitados por su propia
falta de percepción, y que aunque se las han ingeniado para iniciar una
corriente de pensamiento han sido incapaces de llegar a una conclusión
sensata. Es totalmente cierto que los animales no son como las personas
y que sería estúpido imaginar que ven las cosas de la misma manera que
nosotros. Cada animal ve el mundo bajo una luz diferente. Los animales
no son como las personas, pero tampoco son como piedras. Los gatos
piensan y se comportan como gatos. Los monos piensan y se comportan como
monos. Los perros piensan y se comportan como perros. Unicamente cuando
hayamos hecho un esfuerzo para comprender cómo piensan los perros y cómo
se comportan podremos entender en toda su extensión su sufrimiento
cuando son utilizados como animales de laboratorio.
Todos los animales son
diferentes. Los gatos comen ratones recién muertos. Las vacas comen
hierba. Los monos se sirven de sus colas para asirse a los árboles. Las
ratas son felices comiendo cosas que a nosotros no nos gustaría ni
pisar. Aunque es evidentemente incorrecto antropomorfizar y considerar
las ambiciones y esperanzas según pautas de conducta que pueden resultar
equívocas, nos es perfectamente posible aprender lo suficiente acerca
del comportamiento animal como para entender qué les agrada y qué les
disgusta. En 1965, el Gobierno británico decidió que la fina tela
metálica hexagonal que cubría el suelo de los gallineros resultaba
incómoda para los pollos Un comité bienintencionado de expertos decidió
la conveniencia de utilizar un alambre más grueso. Pero cuando se les
ofreció a los pollos la oportunidad de elegir mostraron, con toda
claridad, una preferencia por el alambre delgado y hexagonal. Y los
pollos desacreditaron al distinguido equipo de expertos que había
aconsejado al Gobierno, pues se las habían ingeniado para mostrar sus
preferencias (de entre dos opciones crueles).
La cuidadosa observación
de los animales hace posible decidir qué tipo de vida prefieren y
también nos descubre que siempre eligen la menos molesta de las opciones
disponibles.
Pero las personas que
llevan a cabo experimentos con animales no se preocupan en descubrir qué
agrada a los animales que utilizan. No quieren saber que los animales de
los que se sirven tienen suficiente inteligencia como para tomar
decisiones. No les gusta pensar que los animales que encierran pueden
preferir un tipo de vida diferente. La verdad es que las condiciones en
las que viven los animales de laboratorio son crudas, crueles y atroces.
El modo en que se utiliza y se maltrata a los animales muestra que los
que realizan experimentos con animales nunca se han tomado la molestia
de comprender a las criaturas cuyas vidas tanto desprecian.
La ironía final es que
los investigadores suelen aducir que pueden emitir juicios acerca de
pautas de conducta o de la toxicidad de las substancias a prueba
mediante la observación en laboratorio. De hecho, tales observaciones y
juicios carecen de valor, pues las circunstancias en las que se mantiene
y prueba a los animales son antinaturales y muy alejadas de la realidad.
DILEMA MORAL NUMERO 5: No
importa si los animales pueden pensar o no: nosotros somos más fuertes y
más poderosos que ellos, y eso nos da derecho a hacer con ellos lo que
nos plazca.
Sorprendentemente, este
argumento se defiende con frecuencia, y parece haber gran número de
vivisectores convencidos de que los fuertes tienen el derecho moral de
hacer lo que les plazca con los débiles.
Aquellos que defienden
este argumento no parecen advertir que el mismo argumento puede
aplicarse con igual lógica a la raza humana.
Así que, si resulta
perfectamente correcto y justo que los humanos torturen, mutilen y maten
babuinos porque somos más fuertes y poderosos que ellos, debe entonces
aceptarse que los humanos más fuertes y poderosos hagan uso de los más
débiles para sus propios fines.
Si es moralmente
aceptable que un investigador haga uso de este argumento para defender
los experimentos con perros, ¿qué puede evitar que el mismo argumento se
utilice para justificar los experimentos con niños, ancianos, retrasados
mentales o minusválidos? Los científicos que defienden este argumento
deberían pensar cuidadosamente acerca de su propia posición en nuestra
sociedad. Si los poco agraciados intelectualmente y los socialmente
inútiles se pueden utilizar en los experimentos, los mismísimos
vivisectores estarían entre los primeros a seleccionar para la muerte en
laboratorio. La verdad es que si la sed de conocimiento se acepta como
razón para la crueldad, debemos tener en cuenta que a menudo les resulta
muy difícil a los científicos trazar una divisoria moral entre la
utilización de animales en los experimentos y el uso de seres humanos.
Por último, vale la pena
recordar que, aunque muchos científicos están prestos a excusar el acto
más carente de sentido basándose en la búsqueda de conocimientos, muy
pocos científicos, si hay alguno, están preparados para pagar sus
experimentos de su bolsillo o dispuestos a realizarlos en su tiempo
libre. La gran mayoría de los experimentos científicos de hoy en día los
realizan científicos muy bien pagados que trabajan en laboratorios bien
equipados. A menudo, el dinero que gastan es de usted.
Aquellos ciudadanos que
encuentren inaceptables los experimentos con animales (a pesar del
"conocimiento" que éstos puedan proporcionarnos) deberían también tener
en cuenta que la gran mayoría de tales experimentos se financia con
dinero público en un momento en que tanto doctores como profesores
coinciden en que la sanidad pública sufre de falta de presupuestos.
Me pregunto cuántos
experimentadores con animales continuarían con sus trabajos (decididos a
aumentar el balance de conocimiento científico por el bien de la
humanidad) si en lugar de recibir sueldos astronómicos del erario
público tuvieran que pagarse los experimentos de su bolsillo. Me da la
impresión de que muchos científicos encontrarían de repente algo mejor
en lo que ocuparse. En otras palabras, a muchos vivisectores no les guía
la búsqueda de conocimiento, sino el eterno y simple ánimo de lucro.
DILEMA MORAL NUMERO 6:
Los experimentos con animales quedan justificados porque sin ellos se
frenaría el progreso. Uno de los trucos favoritos de aquellos que
defienden la experimentación con animales es seleccionar una fecha
adecuada del pasado, señalar todos los avances científicos logrados
desde entonces y aducir a partir de aquí que sin la experimentación con
animales todo ello hubiera sido imposible.
Este argumento es a la
lógica lo que los bombones a una dieta equilibrada.
Primero, resulta ilógico
argumentar que la existencia de experimentos con animales es sinónimo de
su relevancia, necesidad o productividad. La verdad, como demostraré más
adelante, es que los experimentos con animales han frenado el progreso
más que acelerarlo. Podría aducirse que porque algunas personas han
logrado correr más rápido o saltar a mayor altura desde el inicio de los
experimentos con animales, existe una relación entre ambas cosas. Con la
misma simpleza podría decirse que el desarrollo de la televisión es
resultado de los experimentos realizados con animales y que sin torturar
monos, perros y gatos todavía tendríamos que confiar en el pregonero.
Segundo, incluso cuando
los experimentos con animales hubieran sido de relevancia, sería absurdo
afirmar que sin los mismos no se habría obtenido ningún avance
científico. Esto es un grave insulto a la inteligencia y a la ingenuidad
de los científicos, y presupone que los únicos científicos capaces de
pensar por sí mismos son los que trocean animales. Esto no tiene
sentido. Nadie se queja de que se haya frenado el progreso porque a los
científicos no se les permite experimentar con seres humanos.
DILEMA MORAL NUMERO 7: La
utilización de animales en los experimentos está justificada por el
hecho de que tales investigaciones aumentan nuestros conocimientos. Los
científicos suelen justificar sus trabajos aduciendo que con ello ayudan
a salvar vidas. Están explotando descaradamente los temores y ansiedades
de la opinión pública en un intento de salvaguardar sus propias
carreras. Pero tales argumentos sólo se sostienen ante la ausencia de
pruebas. cada vez son más los científicos que se ven obligados a
abandonar esta línea de defensa.
Cuando se ven acorralados
e incapaces de defender sus trabajos basándose en criterios científicos
y médicos, los científicos suelen aducir que sus trabajos quedan
justificados porque aumentan el bagaje de conocimiento humano. Según
dicen, sus trabajos se justifican por sí solos y no tienen por qué tener
una finalidad práctica.
Posiblemente sea igual de
inútil intentar echar por tierra este argumento basándonos en criterios
morales o éticos como lo hubiera sido intentar disuadir a Josef Mengele
de sus atroces trabajos diciéndole que estaban "mal". A lo largo de la
historia siempre ha habido científicos dispuestos a afirmar que la
búsqueda de conocimiento justifica cualquier actividad, sin importar lo
repugnante que ésta sea. Al igual que los científicos japoneses y nazis
que experimentaban con seres humanos y estaban convencidos de que sus
trabajos quedaban justificados, los experimentadores con animales de hoy
en día creen que su labor, aunque sea una salvajada, está justificada
porque contribuye a aumentar el total de conocimientos humanos.
Pero aquellos que están
convencidos de la validez de este argumento deberían preguntarse a sí
mismos dónde debe trazarse la línea límite, si es que hay alguna.
¿Justifica el afán de conocimiento cualquier actividad? Algunos
científicos responderían afirmativamente; y no faltan pruebas de que hoy
día, en el mundo occidental, todavía quedan doctores deseosos de
realizar experimentos arriesgados con los pacientes humanos a su cargo
sin solicitar el consentimiento de éstos. En mi libro El Escándalo de la
Salud ya describí una variedad de experimentos, incluyendo uno en que se
suministraban unas gotas para los ojos a ciertas mujeres con el fin de
estudiar la formación de cataratas experimentales y uno en el que se
suministraban ciertas drogas a unos niños para frenar su recuperación
natural tras padecer infección de hígado.
Tal vez los más
sorprendentes de todos fueron los experimentos dirigidos por la doctora
Myrtle McGraw de la Columbia University de Estados Unidos. McGraw
utilizó en sus experimentos un total de cuarenta y dos bebés de edades
comprendidas entre los once días y los dos años y medio. Tales
experimentos comprendían la permanencia de los pequeños bajo el agua
para estudiar su respuesta.
En el informe que redactó
para describir sus trabajos, la doctora McGraw escribía que "los
movimientos de las extremidades indican desesperación" y continuaba para
afirmar que los bebés se agarraban a la mano de los investigadores y que
luchaban por apartar el agua de sus rostros. McGraw parecía sorprenderse
de que "la ingestión de fluido es considerable" y que hacía toser a los
niños.
Durante las últimas
décadas, miles de pacientes humanos han sido sujetos a cirugía cerebral
experimental (aquellos lectores que deseen más información sobre este
asunto pueden leer mi libro Paper Doctors). En Gran Bretaña, por
ejemplo, hay cirujanos que acabaron por dañar de forma deliberada y
permanente el cerebro de numerosos pacientes en sus intentos por tratar
desórdenes tan variados como eczema, asma, histeria, reumatismo crónico,
anorexia nerviosa, tuberculosis, hipertensión, anginas y ansiedad
producida por toxicidad barbitúrica. Hay pacientes a los que se les han
inyectado células cancerosas para comprobar si desarrollaban cáncer. Sin
que nadie se molestara en obtener su consentimiento, a numerosos
pacientes de todo el mundo se les suministran fármacos nuevos y no
comprobados para descubrir sus efectos. Muchos científicos que realizan
y defienden experimentos con animales también defienden los experimentos
con seres humanos, y argumentan que tales prácticas están justificadas
bien porque aumentan la suma de conocimientos humanos o porque ayudan a
la clase médica a desarrollar nuevos tratamientos. Un científico
estadounidense señaló recientemente que "una vida humana no es nada
comparado con un nuevo descubrimiento... el fin de la ciencia es el
avance de la humanidad aun sacrificando vidas humanas". Cuando a otro
científico se le acusó de haber utilizado a personal de enfermería para
un experimento, contestó que no podía utilizar científicos en sus
experimentos porque resultaban demasiado valiosos.
DILEMA MORAL NUMERO 8:
Cada año se "sacrifican" miles de animales porque están enfermos o
abandonados. Parece lógico utilizar estos animales en lugar de
desperdiciarlos.
Lo que los científicos a
favor de este argumento no advierten es que hay una diferencia
considerable entre acabar con la vida de un animal sin dolor y someterlo
a una serie de procedimientos científicos dolorosos, humillantes y
degradantes.
Si este argumento fuera
aceptable, también resultaría lógico utilizar seres humanos moribundos,
solitarios o "no deseados" para la experimentación.
Los científicos a favor
de este argumento tampoco se dan cuenta de que el sacrificio de animales
debido a enfermedad o abandono se realiza para satisfacer necesidades
humanas, y no las de los animales. El sacrificio de animales por la
simple razón de que constituyen un superávit es moralmente
injustificable. Resulta absurdo intentar construir un argumento ético
con premisas éticamente insostenibles.
LA INCONGRUENCIA FINAL
La mayor parte de los
científicos que defienden los experimentos con animales aducen en primer
lugar que los resultados de tales experimentos pueden utilizarse en la
prevención o el tratamiento de enfermedades que afectan a los seres
humanos, y segundo que los animales son tan diferentes de los seres
humanos que no hace falta preocuparse de que sufran ningún tipo de dolor
o molestia.
Estos dos argumentos no
encajan.
Si los animales son tan
similares a los seres humanos • como para que los resultados de las
investigaciones sean de valor para la clase médica, entonces los miles
de experimentos atroces que se llevan a cabo a diario son excesivos,
inexcusables e imperdonables moral y éticamente.
Por otra parte, si los
animales son tan diferentes de los seres humanos que no sufren durante
procedimientos que resultarían evidentemente aterradores y enormemente
dolorosos a los seres humanos, entonces los resultados de tales
experimentos carecen de valor.
Capítulo 4
ARGUMENTOS CIENTÍFICOS
Y MÉDICOS
A los vivisectores no les
agrada enfrentarse a este tipo de argumentos porque no pueden darles
respuesta. La verdad es que la vivisección está basada en una serie de
mitos, cálculos y conceptos erróneos.
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 1: Hay
diferencias entre los seres humanos y los animales utilizados en los
experimentos.
No hace falta ser un
genio para darse cuenta de que hay ciertas diferencias insalvables entre
un ser humano y una rata.
Pero aparte de las
evidentes diferencias anatómicas, hay muchas diferencias fisiológicas
sutiles entre los animales que se utilizan en los procedimientos
experimentales y el cuerpo humano. Además, muchas de las enfermedades
que matan o dañan a los seres humanos no afectan a otros miembros del
reino animal. Por ejemplo, los cánceres que afectan a los pacientes
humanos son muy diferentes de los cánceres que afectan a los ratones. La
artritis, la esclerosis múltiple y la alta presión sanguínea afectan a
menudo a los seres humanos, pero no se producen en ningún otro ser del
reino animal. El tipo de tuberculosis que afecta a la gente es muy
diferente del tipo que se produce artificialmente en animales.
También hay enormes
diferencias en la manera en que los fármacos afectan a otros miembros
del reino animal. La penicilina mata a los gatos y a los conejillos de
indias, pero puede salvar seres humanos de la muerte por infección. Las
aspirinas también matan a los gatos, a la vez que resultan efectivas
como analgésico para los pacientes humanos. El arsénico es peligroso
para los humanos, pero sus efectos son muy diferentes en ratas, ratones
u ovejas. Los esteroides dañan a los ratones de manera diferente que a
los humanos, pero la talidomida provoca problemas mayores cuando se
suministra a humanos en gestación. La morfina es un sedante para los
humanos, pero excita a los gatos, a las cabras y a los caballos,
mientras que la insulina produce deformidades en gallinas, conejos y
ratones.
Las diferencias son
inacabables, y los investigadores que han estudiado el tema creen ahora
que mediante la experimentación de nuevos productos y procedimientos en
animales se ponen en peligro vidas humanas. Muchos fármacos en
particular se han lanzado al mercado con entusiasmo después de que su
suministro a animales haya producido resultados aparentemente
optimistas. Después, tras su ingestión por numerosos pacientes reales,
ha quedado claro que las pruebas previas eran erróneas. Resulta
imposible afirmar con precisión cuántos pacientes han muerto o han
quedado seriamente dañados debido a la excesiva confianza de algunas
empresas y agencias farmacéuticas responsables de la verificación de
nuevos medicamentos, pero la cifra total a nivel mundial debe alcanzar
actualmente cientos de miles.
Un informe reciente
publicado en el Diario de Medicina Británico muestra que cuatro de cada
diez pacientes que toman un medicamento con receta pueden sufrir efectos
secundarios graves o notables, mientras que muchos observadores
coinciden en afirmar que la incidencia de yatrogénesis (enfermedad
provocada por fármacos) es hoy en día tan grande que aproximadamente una
de cada diez camas de hospital está ocupada por un paciente que ha
enfermado por prescripción facultativa. Hoy en día, si un paciente sufre
dos enfermedades hay grandes probabilidades de que la segunda sea
resultado del tratamiento recibido para sanar la primera. Mi libro El
Escándalo de la Salud contiene pruebas detalladas que muestran el
alcance de la yatrogénesis.
Tradicionalmente, la
oposición a los experimentos con animales ha sido promovida por gente
que la criticaba basándose en argumentos morales o éticos. La oposición
a la vivisección proviene en gran medida de gente amante de los
animales, asqueados (no sin razón) por las indescriptibles agonías que
padecen los animales en nombre de la ciencia.
Sin embargo, la
naturaleza de esta batalla contra la vivisección está cambiando.
Durante muchos años, la
mayor parte de los investigadores ha permanecido apartada de la polémica
acerca de la vivisección. Muy pocos miembros de la clase médica se han
involucrado directamente en el tema, y relativamente pocos se han
interesado siquiera por este asunto.
Hoy día, como resultado
de la enorme epidemia de yatrogénesis que azota al mundo y que ha
quedado ampliamente reconocida como sólo una de las consecuencias de
nuestra excesiva dependencia de los experimentos con animales, un número
cada vez mayor de médicos están alzando su voz en contra de la
vivisección. Actualmente, la mayor parte de los investigadores que han
ofrecido cualquier opinión sobre el tema lo han hecho para expresar su
firme rechazo a la vivisección, y no basándose en argumentos morales o
éticos, sino con criterios científicos y médicos.
Los médicos de hoy día
están preocupados por la vivisección no sólo por razón del daño que
aquellos que la practican provocan-en los animales, sino a causa del
daño que los resultados derivados de ésta producen en los seres humanos.
Los físicos y los
cirujanos han señalado repetidas veces que los resultados obtenidos a
través de la experimentación con animales nunca puede aplicarse a
pacientes humanos.
"A nadie se le ocurriría
probar un medicamento dirigido a los niños con pacientes de la tercera
edad" argumentó hace poco un eminente doctor suizo en una conferencia
convocada por la Liga Internacional "Médicos por la Abolición de la
Vivisección" que tuvo lugar en Berna, Suiza. "Pero permitimos
alegremente que los investigadores realicen experimentos con animales
totalmente diferentes, tanto anatómica como fisiológicamente a los
humanos. No es sorprendente que los resultados que obtienen sean como
mucho inútiles."
Un eminente
estadounidense señaló que las pruebas de toxicidad practicadas en
animales ignoran el hecho de que muchas enfermedades son resultado de
nuestras propias mentes. "Los animales no padecen el estrés y la
ansiedad de la misma manera que nosotros" señalaba. "Así que el
comprobar medicamentos con animales conlleva resultados irrelevantes.
Los animales sufren de estrés... pero sus respuestas son diferentes!"
"Yo nunca había pensado mucho en los experimentos con animales" confesó
un físico alemán. "Pero cuando te paras a pensar acerca de todo el
sistema de pruebas de medicamentos en animales como ratas y gatos es
para volverse loco. Cómo puede esperarse comprobar un medicamento para
la presión alta en animales que nunca la padecen?" O, como afirmaba un
doctor con el que estuve conversando: "A nadie se le ocurriría comprobar
una droga para los problemas premenstruales en muchachos jóvenes, pero
eso aún tendría más sentido que hacerlo con machos de rata".
Incluso la menor
diferencia anatómica o física puede inutilizar el resultado de un
estudio con animales. Peor aún, si se toman en serio pueden producir
información peligrosamente equívoca. La comprobación de medicamentos con
ratones antes de su suministro a niños es absurda por completo.
¿Permitiría usted que un cirujano que sólo ha practicado con ratones
operara de apendicitis a su hijo? ¿Volaría usted en un avión pilotado
por alguien que sólo ha montado en bicicleta? ¿Tendría sentido comprobar
un examen universitario con conejos? La verdad es que, digan lo que
digan los que la practican, la vivisección no tiene nada que ver con la
ciencia o la medicina. Se realice la cantidad de experimentos con
animales que se realice, los auténticos conejillos de indias son las
primeras dos o tres generaciones de humanos que utilizan una nueva
técnica o nuevo medicamento. Confiar en pruebas con animales implica que
los productos clasificados como seguros se lanzan al mercado con
demasiada rapidez y se prescriben por parte de médicos y doctores de
hospital a miles o incluso millones de pacientes sin estar
convenientemente probados. No resulta pues sorprendente que cuando se
producen problemas (como suele suceder hoy día) éstos sucedan a gran
escala. Los experimentadores con animales permiten que las empresas
farmacéuticas lancen al mercado nuevos fármacos sin comprobarlos para
ver si son seguros, y animan la complacencia entre los doctores que las
prescriben, que no reciben la información que deberían acerca de los
efectos secundarios porque se les ha asegurado que tales medicamentos
son del todo fiables.
La consecuencia de
nuestra confianza en las pruebas con animales es la comprobación de
medicamentos y técnicas nuevas e inseguras en gran número de gente por
la sencilla razón de que los fabricantes de tales medicamentos o equipos
médicos quieren obtener ingentes beneficios lo antes posible.
La verdadera ironía es
que aunque los experimentos con animales se utilizan con frecuencia en
las empresas farmacéuticas ante el lanzamiento de nuevos productos y que
se busca desesperadamente la información que parezca sugerir que los
productos son seguros, los mismos experimentos se rechazan como confusos
o irrelevantes cuando producen resultados que podrían frenar o
ralentizar la explotación comercial de un nuevo fármaco.
De hecho, la
incongruencia última es que las empresas farmacéuticas niegan la
relevancia de los experimentos con animales cuando los pacientes
aquejados por el uso de medicamentos o cosméticos pretenden utilizarlos
como prueba en querellas criminales contra los fabricantes. Por ejemplo,
una chica americana, tras sufrir daños en la vista al utilizar un
champú, denunció al fabricante basándose en que el producto había sido
calificado como no irritante tras ser probado con animales. Sin embargo,
el juez de Ohio al cargo del caso dictó sentencia a favor del fabricante
al considerar que no existía fundamento al afirmar que las pruebas
efectuadas con conejos puedan utilizarse para predecir los resultados
con humanos.
O considérese el caso de
una mujer que llevó a juicio a un importante fabricante de medicamentos
basándose en que el fármaco que había tomado le había provocado
parálisis y daños en la vista. Intentó aportar como prueba que la
compañía había dispuesto durante más de veinte años de información según
la cual el medicamento había dañado la vista de conejos, había cegado y
matado corderos y ovejas crecidas y que había matado o paralizado
perros. La empresa farmacéutica combatió los cargos de negligencia
basándose en que ninguno de estos experimentos era de relevancia para
los seres humanos.
Si estos experimentos no
son de relevancia para los seres humanos, ¿por qué se llevan a cabo?
Puede alguien creer seriamente que las empresas químicas prueban un
champú con conejos porque se lo quieren vender a los conejos? A veces,
los absurdos pretextos que las empresas aducen para realizar
experimentos con animales llegan a niveles de surrealismo sorprendentes.
Por ejemplo, durante las
últimas décadas las empresas tabacaleras se han llenado la boca con las
cifras de millones de dólares invertidos en investigación. Y aunque los
resultados no se han considerado del todo fiables y aunque han estado
cerca de admitir que existe una relación entre fumar cigarrillos y
padecer cáncer, los portavoces de las empresas tabacaleras han hallado
explicaciones notablemente ingeniosas.
Cito a continuación, a
título de ejemplo, una conversación que tuvo lugar entre un abogado que
representaba a la familia de una mujer muerta de cáncer de pulmón
después de fumar cigarrillos durante cuarenta y tres años y Mr. Kinsey
Dey, el presidente de una empresa fabricante de cigarrillos. De acuerdo
con el informe aparecido primeramente en el Wall Street Journal y
más tarde en The Economist, el abogado pidió a Mr. Dey que
explicara el propósito del experimento durante el cual se impregnó el
lomo afeitado de varios ratones con el alquitrán extraído del humo de
los cigarrillos.
MR.DEY: -Para intentar
reducir los tumores del lomo de los ratones.
ABOGADO: -¿No tenía nada
que ver con la salud o el bienestar de los seres humanos?
MR. DEY: -Eso es.
ABOGADO: -¿Cuánto costó
el experimento?
MR. DEY: -Posiblemente
más de l5 millones de dólares.
A algunas personas de
natural cínico puede parecerles improbable que un fabricante de
cigarrillos se gaste 15 millones de dólares en intentar salvar a unos
ratones o en mejorar sus condiciones de vida.
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 2: Aunque la gran mayoría de investigadores con animales no estén
cualificados médicamente y no tengan experiencia práctica o clínica de
ninguna clase, la mayor parte de los que defienden los experimentos con
animales lo hacen admitiendo que los resultados obtenidos pueden ser
utilizados para salvar vidas humanas.
Ésta es, por varios
motivos, la mayor y más efectiva de las mentiras, pues constituye la
base del poderoso argumento emocional que puede resumirse como la opción
"o la rata de laboratorio o su propio hijo".
Hace una década, más o
menos, se acusaba a los activistas defensores de los derechos de los
animales y a los antiviviseccionistas de utilizar argumentos emocionales
para apoyar sus convicciones. Hoy en día, ahora que los
antiviviseccionistas están deseosos de discutir con criterios
científicos, el alto mando provivisección se ve obligado a confiar casi
por completo en un argumento emocional.
Para apoyar este
argumento emocional, los defensores de la vivisección argumentan a
menudo que todo avance médico se debe a la experimentación con animales.
Pero cuando se les presiona para que definan esos avances o
descubrimientos que acreditan a los experimentadores con animales,
suelen elegir uno o más de la lista siguiente. Un análisis de los hechos
muestra rápidamente la naturaleza espúrea de su defensa.
1. Se dice que los
experimentos con animales han ayudado a los médicos a comprender las
enfermedades coronarias y a descubrir nuevos tratamientos para problemas
tales como la alta presión sanguínea.
Es del todo cierto que
hoy en día sabemos mucho más acerca de las enfermedades coronarias y de
la alta presión sanguínea que hace un siglo. Es del todo cierto que los
cardiólogos tienen acceso a una enorme variedad de píldoras y
tratamientos para los problemas circulatorios. Y también es verdad que
se han realizado miles de experimentos con la excusa de buscar curas
para la alta presión sanguínea y las enfermedades coronarias
Pero toda la información
útil de que disponemos acerca de las causas de las enfermedades
coronarias y de la alta presión (estrés, falta de ejercicio, obesidad,
tipo de personalidad, tabaquismo, exceso de grasas en la dieta, etc.) se
ha obtenido estudiando seres humanos, y no gatos o ratas.
El enorme número de
experimentos con animales que se ha efectuado es del todo irrelevante y
totalmente inútil. Los animales que se utilizan en los experimentos de
laboratorio no suelen sufrir enfermedades tales como la alta presión
sanguínea. Los investigadores sólo pueden provocar hipertensión en los
animales que utilizan a base de taponar las arterias, extraer los
riñones o al interferir con la anatomía y fisiología normal del animal
de manera tal que cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia.
Hace ya quince años que
apunté que la mayor parte de los casos de hipertensión sanguínea pueden
controlarse, al menos en parte, adiestrando a los pacientes en las
técnicas de control del estrés, el control de peso, el ejercicio
controlado, etcétera. Hace quince años, esta propuestas fueron
consideradas heréticas por la jerarquía médica, y al menos un doctor en
Medicina anunció que se me debería acallar por atreverme a criticar la
infinita bondad de la terapia con medicamentos, pero hoy en día dudo que
quede un médico sobre la faz de la tierra que no esté de acuerdo con mi
teoría.
El trabajo de
investigación que nos ha aportado las pruebas que necesitábamos para
comprender las enfermedades coronarias y la alta presión no llegó de la
mano de señores en bata blanca que trabajaban en laboratorios secretos,
sino gracias a la práctica de médicos que atienden a pacientes reales en
hospitales y clínicas. La información práctica y útil que ayuda a éstos
a controlar las enfermedades coronarias en el mundo occidental es
resultado de la redacción de buenos historiales médicos y de la
observación de los hábitos y normas de conducta de los pacientes.
La droga para el corazón
más útil todavía es el digital, una substancia que se ha utilizado
durante siglos y que se obtiene de la planta dedalera desde mucho antes
de que los científicos de segunda clase comenzaran a pedir dinero
público a espuertas para trocear ratas. Irónicamente, si hubiéramos
confiado en los experimentos con animales para comprobar si el digital
era de valor, los médicos nunca se habrían atrevido a suministrar tal
sustancia a un paciente humano. El digital es tan tóxico para los
animales que nunca se habría aprobado para su uso en medicina.
El dinero que hemos
vertido en la experimentación con animales es dinero tirado. Hubiéramos
salvado muchas más vidas, así como mejorado enormemente el estado de la
sanidad pública, si hubiéramos gastado el dinero en campañas acerca de
los peligros del exceso de grasa animal en la dieta, los peligros del
tabaco, la importancia de hacer ejercicio regularmente y la importancia
del estrés. El hecho es que se continúa gastando dinero en las pruebas
con animales porque no se gana mucho dinero vendiendo información sobre
cómo permanecer sano. Los doctores, las empresas farmacéuticas y los
experimentos con animales dependen todos de un sistema basado en la
prescripción de medicamentos con el fin de enriquecerse, y la única
manera de aprobar la comercialización de un fármaco es su comprobación
en animales. Las pruebas con animales tienen la ventaja adicional de que
cualquier problema o inconveniente que pueda aparecer puede ignorarse
como irrelevante basándose en que las pruebas con animales son asimismo
irrelevantes para los seres humanos. El mercado de fármacos es un
negocio hipócrita, y las empresas farmacéuticas saben que si sus
productos fueran probados con seres humanos muy pocos podrían
comercializarse, y sus beneficios económicos se vendrían abajo.
No hace falta ser un
genio de la medicina para advertir que si se prueba un nuevo fármaco
para la hipertensión sanguínea en un puñado de ratas que nunca sufren
tales molestias en condiciones normales no puede esperarse obtener
resultados fiables; y esto es exactamente lo que sucede. Aunque parezca
increíble, a los pacientes humanos se les prescriben fármacos que
parecen no causar daño a los animales, aunque nadie tenga ni la más
remota idea de cuáles pueden ser los efectos a largo plazo.
Hasta la alta jerarquía
médica lo admite. Muchos doctores me han confesado en privado que cuando
se aprueba un fármaco para su prescripción no se sabe qué pasará cuando
los humanos lo tomen. Los primeros pacientes que toman un fármaco recién
salido al mercado son conejillos de indias, y durante los primeros doce
meses de existencia del producto hay miles de pacientes que sufren
efectos secundarios molestos o graves. Las pruebas preliminares con
animales se realizan para comercializar los productos, no para asegurar
su fiabilidad. Si uno comprueba un fármaco con un número suficientemente
variado de animales, normalmente acaba obteniendo al menos un tipo de
resultados que sugieran que el fármaco es “seguro”.
Teniendo en cuenta todo
esto, decir que las drogas producidas para ayudar a los pacientes del
corazón en todo el mundo no han tenido un éxito completo, resulta de un
comedimiento casi heroico.
Tomemos por ejemplo el
fármaco llamado practolol Cuando se introdujo por vez primera en el
mercado, a principios de los setenta, parecía ser un fármaco
suficientemente seguro, y se consideró un arma eficaz en la lucha contra
las enfermedades coronarias. Se recomendó a pacientes con angina de
pecho y otros problemas, y su publicidad iba dirigida a los médicos de
cabecera, que lo recetaron en grandes cantidades.
Los peligros de practolol
empezaron a aparecer en Gran Bretaña en 1971 cuando, de acuerdo con el
Registro de Reacciones Adversas publicado por el Comité para la
Seguridad de los Medicamentos, se informó de ciertos efectos
secundarios. Sin embargo, no fue hasta 1974 que el Comité publicó unas
advertencias a los médicos, y no fue hasta 1975 que los fabricantes
británicos anunciaron que el producto sólo estaría disponible para los
médicos de los hospitales.
En el momento en que se
comunicó a los médicos de cabecera que ya no podrían recetar el fármaco,
varios miles de pacientes habían sufrido daños graves en la vista,
problemas auditivos y molestias abdominales. Ninguno de estos síntomas
quedó de relieve cuando se suministró el fármaco a animales diferentes
de los seres humanos.
A lo largo de los últimos
diez o quince años, muchos médicos han comenzado a cuestionarse la
utilidad y seguridad de muchos otros fármacos para el corazón
"comprobados" con animales antes de salir al mercado. La mitad de los
pacientes que ingieren medicamentos para el corazón admiten no haber
advertido ninguna mejora en su estado de salud, y una inmensa mayoría de
familiares y amigos han informado de que los fármacos suministrados no
han hecho sino empeorar el estado del paciente en cuestión.
2. Se dice que los
experimentos con animales han permitido a los cirujanos realizar
trasplantes con éxito .
No deja de sorprenderme
que individuos aparentemente sanos intenten defender las virtudes de los
experimentos con animales señalando el "éxito" de la cirugía de
trasplantes. Sin embargo, y dado que ésta es un área que los defensores
de la vivisección han escogido para debatir la utilidad de los
experimentos con animales, es necesario explicar dónde están los puntos
débiles de su argumento.
El principal argumento
que se aduce es que con el despiece de animales tales como perros, los
cirujanos pueden aprender técnicas que les serán de ayuda cuando
empiecen a realizar operaciones similares con humanos. Esto es absurdo y
simplista. Hace dos mil años, un cirujano griego llamado Galeno basó sus
escritos y charlas en los experimentos que había realizado con cerdos.
En su época, a los cirujanos no se les permitía abrir cadáveres humanos,
de manera que los trabajos de Galeno eran todo lo que había disponible.
Sin embargo, hoy en día los historiadores consideran que el trabajo de
Galeno frenó el progreso de la medicina durante varios cientos de años,
hasta que las restricciones religiosas se anularon y los médicos
tuvieron la posibilidad de abrir cadáveres humanos. Sólo entonces
advirtieron que hay diferencias importantes entre la anatomía de un
cerdo y la de un humano.
Debido a que no conversan
mucho con médicos, los defensores de la vivisección no advierten que la
mayoría de cirujanos coinciden en afirmar que hay muy poca diferencia en
el plano técnico entre realizar una operación a corazón abierto y
realizar un trasplante de corazón. Y el alto mando defensor de la
vivisección no puede aducir que la cirugía a corazón abierto sea deudora
de los experimentos con animales. En mi libro La Historia de la
Medicina informé de que la primera operación a corazón abierto fue
la realizada por el Profesor Luwig Rehn de Frankfurt, quien reparó con
éxito una herida en un ventrículo derecho en 1886. En el informe que
anunciaba el éxito de la operación, Rehn explicaba que se había visto
forzado a operar porque el paciente se estaba desangrando tras recibir
los cortes de un cuchillo de cocina entre las costillas. Sólo dos años
más tarde, los cirujanos ya se planteaban realizar operaciones en la
válvula mitral para restaurar la función cardíaca. Estos experimentos se
realizaron con pacientes humanos vivos que hubieran muerto de no haberse
intentado la cirugía.
Las operaciones de
trasplante se han realizado ciertamente en toda una amplia gama de
animales (experimentadores entusiastas han trasplantado riñones,
corazones e incluso cabezas) pero estos experimentos han confundido más
que ayudado a los cirujanos.
Si se observan los
resultados obtenidos después de que los cirujanos llevaran a cabo
trasplantes de corazón, uno puede ver con claridad que en los primeros
meses la tasa de mortandad de los pacientes era horrorosamente alta.
Después, con constancia, la tasa de mortandad comenzó a decrecer a
medida que los cirujanos adquirían experiencia acerca de los corazones
humanos. Lo que parece deducirse de las cifras es que los primeros
pacientes humanos fueron como conejillos de indias. Los experimentos con
animales no tienen valor real, aunque si sirvan para convencer a los
pacientes de que los ensayos preliminares ya se han realizado. El
problema real sucede después de que la cirugía se haya realizado, e
incluye rechazo de órganos e infección (problemas éstos que la
experimentación con animales no ayuda a resolver). Durante un período de
nueve años se realizaron unos cuatrocientos trasplantes de corazón en
perros, pero los primeros pacientes humanos en fallecer sufrieron
complicaciones que no se habían producido en la experimentación con
animales. Las diferencias en fisiología y anatomía significan que los
resultados obtenidos de la experimentación con animales no son de
utilidad para ayudar a los cirujanos a operar seres humanos.
Pero no es éste el punto
esencial.
El verdadero problema de
los trasplantes es que constituyen un lujo nada práctico y resultan
absurdamente caros, cosa que ningún país, no importa lo rico que sea,
puede permitirse. Hace quince años, cuando escribí mi libro Paper
Doctors, cité al profesor Alfred Pletscher, quien señalaba que
Francia podía llegar a gastarse hasta el último céntimo de los
presupuestos de sanidad sólo con los trasplantes de riñones humanos o en
la implantación de otros artificiales. Lo mismo resulta cierto para
cualquier otro país y para cualquier tipo de órgano que se desee
trasplantar.
Aproximadamente uno de
cada cien pacientes de los países desarrollados sufre molestias en el
corazón, y las enfermedades coronarias constituyen la primera causa de
mortandad. Ningún país podría ofrecer trasplantes de corazón a todos los
pacientes que los necesitan. Por la simple razón de que el precio sería
prohibitivo. En Gran Bretaña, por ejemplo, el coste de efectuar
trasplantes de corazón a todos los que lo podrían necesitar sería
aproximadamente de 10 billones de libras anuales durante el primer año.
En el segundo año, el coste aumentaría dramáticamente, pues muchos de
los ya atendidos necesitarían un segundo trasplante. Incluso olvidando
el problema de dónde obtener tantos corazones, no resulta difícil
advertir que en un corto espacio de tiempo el Reino Unido tendría que
gastarse todo el producto interior bruto en cirugía de trasplantes. Todo
lo demás (la educación, la defensa, las obras públicas, etc.) debería
dejarse de lado. No habría dinero para ocuparse de los jóvenes o de los
viejos, no habría dinero para los enfermos de cáncer artritis o riñón, y
no habría dinero para los médicos de cabecera, las ambulancias o los
coches de bomberos.
Sabedores del problema,
la cantidad de dinero que se dedica a la cirugía de trasplantes se
reduce a cifras modestas, y los médicos seleccionan los potenciales
pacientes para sus trasplantes con el mismo sentido de justicia con el
que los organizadores de tómbolas eligen a los ganadores del premio
gordo. Si es usted bien parecido, tiene un trabajo interesante y una
personalidad brillante, puede que se le seleccionara para un trasplante.
Si es usted feo, pobre o está sin empleo, es probable que no.
La verdad, simple e
ineludible, es que podríamos salvar mil veces más vidas si todo el
dinero que se gasta en los trasplantes se gastara en convencer a la
gente de que debe fumar menos, comer menos grasas, hacer más ejercicio,
perder peso y aprender a vivir sin estrés.
Los investigadores con
animales puede que digan que su trabajo ayuda a realizar trasplantes.
Pero no sólo están equivocados, sino que con ello respaldan una
tecnología que queda obsoleta antes de utilizarse. No es una
coincidencia que Gran Bretaña, líder mundial durante muchos años en
trasplantes, tenga una de las tasas de mortandad por enfermedades
coronarias más altas del mundo.
3. Se dice que la
experimentación con animales ha provocado un dramático descenso de la
mortandad de embarazadas y recién nacidos durante la segunda mitad de
este siglo.
De nuevo, el alto mando a
favor de los experimentos con animales nos manda sus naves al ataque. No
fueron los fármacos o las prácticas quirúrgicas lo que ayudó a la
supervivencia de más bebés y mujeres embarazadas, sino la mejora de la
higiene en las salas de partos.
El primer doctor en
reconocer que la fiebre puerperal podía prevenirse conservando la sala
de partos lo más limpia posible fue un cirujano llamado Charles White
que trabajaba en Manchester, Inglaterra, a finales del siglo dieciocho.
Las observaciones y recomendaciones de White atrajeron poca atención, y
las salas de partos siguieron siendo sucias y peligrosas durante varias
décadas.
En 1843, el poeta,
novelista, anatomista y conferenciante americano Oliver Wendell Holmes
leyó ante la Boston Society for Medical Improvement un informe
titulado “Sobre el contagio de fiebre puerperal" en el que explicaba su
teoría de que la enfermedad podía contagiarse de paciente a paciente por
los mismos doctores Holmes recomendaba que, para reducir el riesgo de
muerte, las mujeres parturientas no debían ser atendidas por doctores
que habían tenido contacto con fuentes de infección. También sugería que
los cirujanos podían considerar la necesidad de cambiarse de ropa y
lavarse la manos después de atender a pacientes infectados.
En 1846, Philipp
Semelweiss se convirtió en asistente de uno de los servicios de
obstetricia del Allgemaine Krankenhaus de Viena. Semmelweiss, que
tenía veintiocho años, advirtió que el número de mujeres que fallecía en
su sala de partos era considerablemente mayor que en otra sala del mismo
hospital. De hecho, la diferencia era tan notable que con frecuencia
había mujeres que rogaban entre sollozos que no las llevaran a la sala
de Semmelweiss.
Tras decidir que la
diferencia en el número de muertes debía tener su motivo en algo más que
la calidad de sus propias aptitudes médicas, Semmelweiss buscó una
explicación y encontró que la única diferencia entre ambas salas era que
las mujeres con más probabilidades de sobrevivir las atendían las
comadronas del hospital, mientras que las mujeres de su sala recibían
los cuidados de estudiantes de medicina.
El siguiente
descubrimiento de Semmelweiss fue que los estudiantes llegaban a la sala
venidos directamente de la sala de disección, y que a menudo realizaban
las más íntimas exploraciones con manos que acababan de estar pocos
minutos antes seccionando cadáveres en descomposición. Las comadronas
nunca se acercaban a la sala de disección. La teoría de Semmelweiss
según la cual los estudiantes estaban contagiando a las parturientas
quedó fortalecida cuando hubo de asistir a una exploración post mortem
del doctor Kolletschka, que había muerto a causa de una herida recibida
en la sala de disección. Semmelweiss advirtió que las entrañas de
Kolletschka mostraban los mismos síntomas patológicos que las
presentadas por las mujeres con fiebre puerperal.
Convencido de que su
teoría acerca del alcance de la infección era cierta, Semmelweiss
insistió en que los médicos y estudiantes provenientes de la sala de
disección debían lavarse las manos a conciencia antes de examinar a las
pacientes. Las precauciones por él introducidas produjeron un rápido
descenso del número de muertes en su sala: de una de cada diez pacientes
a una de cada cien en dos años.
Por desgracia,
Semmelweiss recibió la oposición de sus colegas del hospital, que
desaprobaban sus teorías, puede que porque preferían las pruebas
obtenidas en el trabajo con animales. La presión y la controversia
fueron demasiado para aquel hombre de naturaleza reflexiva y apocada,
pues murió en un hospital mental pocos años después.
Aquellos que creen en la
eficacia de la experimentación con animales desean que olvidemos el
trabajo de Philipp Semmelweiss y demos crédito a los experimentos
realizados en los laboratorios. Pero la verdad es innegable.
4. Los defensores de la
vivisección han anunciado que los tranquilizantes se desarrollaron con
la ayuda de los experimentos con animales.
La primera vez que oí tal
argumento me quedé boquiabierto. Es del todo cierto que se utilizaron
experimentos con animales durante el desarrollo de los tranquilizantes
de benzodiazepán, pero si los defensores de la vivisección se hubieran
informado mejor antes de hablar se habrían enterado de que fue la
incapacidad de tales experimentos para prever la naturaleza adictiva de
los benzodiazepanes lo que ha producido que decenas de millones de
personas de todo el mundo se hayan quedado enganchadas a las drogas
recetadas.
-- Una de las desventajas
de las pruebas con animales es que, por razones obvias, no se comprueban
los peligros psicológicos asociados a los productos bajo prueba. Aunque
los animales dependan física o psicológicamente de las drogas, no parece
que puedan quejarse de ello, y parece que los investigadores no son lo
suficientemente observadores para advertir lo que ocurre.
La naturaleza adictiva de
los benzodiazepanes sólo fue evidente cuando se recetó el fármaco a
pacientes humanos. Para cuando la existencia del problema se reconoció
generalizadamente por parte de las empresas farmacéuticas, los grupos de
vigilancia y la clase médica, tales fármacos ya se habían recetado a
millones de pacientes en un período de más de veinte años.
A mí me tomó quince años
(de 1973 a 1988) persuadir a las autoridades de Gran Bretaña de que los
tranquilizantes de benzodiazepán son adictivos en potencia y necesitan
ser tratados con precaución por cualquiera asociado a su uso.
Creo que los experimentos
con animales fueron, en gran medida, responsables de la tardanza con que
se reconoció que el problema existía. Demasiados miembros de la
jerarquía médica dan crédito a los experimentos con animales, y en
cuanto se realiza uno de tales experimentos se desarrolla una atmósfera
de complacencia. Las presiones comerciales y legales y profesionales
aseguran que las observaciones médicas (aunque sean muy amplias) queden
relegadas a un segundo lugar en beneficio de los experimentos con
animales, ya largamente asentados.
5. Los defensores de la
investigación con animales dicen que sin tales experimentos nunca se
hubiera conseguido la vacuna contra la poliomielitis, y que la
enfermedad hubiera acabado con millones de vidas más.
Una vez más, los
defensores de la vivisección se equivocan por dos razones.
Primera, se equivocan
porque el número de muertes por poliomielitis ya había decrecido
sustancialmente antes de la introducción de la primera vacuna. Como
ocurre con otras muchas enfermedades infecciosas, la incidencia de la
poliomielitis bajó a medida que aumentaron las condiciones sanitarias,
las condiciones de vivienda, la pureza del agua y la mejora de la
alimentación en la segunda mitad del siglo diecinueve. Fueron los
avances sociales. más que los médicos, los que incrementaron la
resistencia humana a las enfermedades infecciosas. La prueba de que la
introducción de la vacuna no tuvo tanto éxito como se afirmaba proviene
de las estadísticas. En Tennessee, EE.UU., el número de víctimas de
poliomielitis el año anterior a la vacunación generalizada fue de 119,
pero el año posterior a la vacunación el número aumentó a 386. En
Carolina del Norte, el número de casos antes de la vacunación fue de 78,
mientras que el número posterior a ésta fue de 313. Hay cifras
semejantes en otros estados de la Unión.
Segunda, se equivocan
porque aunque se produjo un avance temprano en el desarrollo de la
vacuna contra la poliomielitis gracias a un hongo del tejido humano, se
utilizó tejido de riñón de mono en la preparación de la primera vacuna
práctica en los años cincuenta. Se utilizó tejido de mono por la simple
razón de que era un material de uso frecuente en los laboratorios, pero
nadie advirtió que uno de los virus que aparece con frecuencia en las
células del riñón de los monos puede producir cáncer en el hombre. Si se
hubieran preparado las vacunas con células humanas (como podría haberse
hecho y como se hace ahora), la vacuna original contra la poliomielitis
habría sido mucho más segura.
De vez en cuando todavía
hay defensores de la vivisección que afirman que las pruebas con
animales aseguran que la producción de la vacuna contra la poliomielitis
es segura para el uso humano. Esto es absurdo. Hace diez años, un
portavoz de la Organización Mundial de la Salud estimó que cerca de
180.000 ratones, 30.000 conejillos de indias y 60.000 conejos se habían
utilizado sin añadir un ápice de seguridad en la vacuna contra la
poliomielitis. En 1982, la Organización Mundial de la Salud recomendaba
que no hacía falta efectuar tales pruebas cuando se utilizaban células
humanas en la producción de la vacuna.
6. Un argumento común y
a1tamente emocional, que se oye en boca de aquellos que tienen un
interés persona o comercial en la continuación de los experimentos cor
animales, es que tales prácticas son la única esperanza de dar con un
tratamiento para sanar el SIDA. Yo mismo he visto aparecer en televisión
a víctimas de SIDA que afirman que ésta es su última esperanza.
Ésta es una de las
artimañas más crueles y enfermiza que utilizan los defensores de la
vivisección.
La verdad es que aunque
se ha infectado deliberadamente a monos con el VIH (el virus que causa
el SIDA), ningún investigador ha podido contagiar de SIDA humano a
ningún animal de laboratorio. Incluso si tuvieran éxito en este objetivo
tan perverso, sería una pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero.
Peor aún, ahora
disponemos de pruebas sencillas que sugieren que el desarrollo del SIDA
tuvo su origen en el desarrollo de experimentos con animales llevados a
cabo por científicos que jugueteaban con diferentes virus y animales de
laboratorio. A lo largo de los años sesenta y setenta, muchos
científicos de los Estados Unidos estaban ocupados transmitiendo virus
de un mono a otro para ver qué pasaba. Se desarrollaron nuevos virus con
gran entusiasmo, y se pasaron de una especie a otra. Los investigadores
llegaron a prestarse virus de un laboratorio a otro para comprobar sus
teorías personales. Los experimentadores intentaron deliberadamente
combinar diferentes virus para ver qué pasaba.
No se realizaron intentos
efectivos de controlar los virus, pues se consideraba (de manera tal vez
bastante estúpida) que sólo afectaban a animales de laboratorio. Ahora
parece claro que lo que sucedió es que un animal (probablemente un mono)
transmitió el virus a un empleado de laboratorio. Cualquiera que tenga
dudas acerca de la posibilidad de que un virus desarrollado en
laboratorio pueda escapar al mundo real debería recordar que el último
tipo de viruela del que se tiene noticia fue propagado por un empleado
de laboratorio de Birmingham, Inglaterra. La Institución del estudio de
guerra biológica del Ejército de los Estados Unidos dispone, como es de
suponer, de un alto nivel de seguridad, pero en veinticinco años se ha
producido un promedio de un accidente cada tres o cuatro semanas, con
423 casos de infección grave.
Debido a la propaganda
confusa que se publica por parte de grupos de presión, mucha gente
todavía cree erróneamente que el SIDA es una enfermedad de transmisión
sexual. No lo es. Es una enfermedad de la sangre transmitida por
cualquier tipo de actividad que implique un intercambio de fluidos
humanos. Los temores inspirados por los medios oficiales y los
prejuicios subvencionados han creado tanta confusión que los verdaderos
orígenes de la enfermedad han permanecido rodeados de misterio. Sin
embargo, hay expertos que creen que aunque los experimentadores con
animales no podrán dar con un remedio al SIDA, han sido ellos los
causantes de la propagación del mismo por todo el mundo.
7. La artritis es la más
común de las enfermedades del aparato locomotor. Resulta una fuente de
ingresos de primera importancia para algunas de las mayores empresas
farmacéuticas del mundo. Los investigadores aducen a menudo que los
experimentos con animales han ayudado a los científicos a encontrar
nuevos y valiosos fármacos, y advierten que sin la experimentación con
animales no habrá nunca cura para la enfermedad.
De nuevo nos hallamos
ante una mentira burda y premeditada diseñada para aumentar los
beneficios de ciertas personas.
Durante las últimas
décadas, la industria farmacéutica mundial ha producido, con la ayuda de
las pruebas con animales, una cantidad casi infinita de medicamentos
antiinflamatorios que han tenido que retirarse después de que se haya
informado de sus graves efectos secundarios, que a veces han sido
letales. Cientos de pacientes han hallado la muerte y miles han quedado
dañados por medicamentos introducidos para ayudar a combatir un grupo de
enfermedades dolorosas pero no mortales.
Uno de los problemas con
los que han tenido que enfrentarse las empresas farmacéuticas es que los
animales de laboratorio no sufren de artritis. Así que para comprobar
nuevos medicamentos se ha tenido que inyectar substancias irritantes en
las articulaciones de ratas, conejos y ratones para intentar producir
algún tipo de inflamación en los extremos de los huesos. No es artritis,
pero es la mejor imitación que los investigadores han conseguido.
Los experimentos
realizados para observar la influencia de los cambios en la dieta en
estos falsos casos de artritis son aún más absurdos. Intentar nuevos
alimentos y combinaciones de alimentos en ratas o ratones genéticamente
idénticos que padecen artritis artificial es tan absurdo e innecesario
como parece. Resulta absurdo porque las ratas no comen los mismos
alimentos que los seres humanos, y no parece que vayan a responder de
manera útil a lo que para ellas es una dieta antinatural. Es absurdo
porque los seres humanos no son genéticamente idénticos. Y resulta
innecesario porque no hay carencia de pacientes humanos vivos y reales
preparados para probar dietas diferentes para ver si su artritis mejora
o empeora.
La prueba final de lo
absurdo de intentar encontrar curas para la artritis con la ayuda de
experimentos con animales es la aspirina, el analgésico e
antiinflamatorio más usado y mejor considerado del mundo. La aspirina,
que se obtiene del sauce, se ha utilizado durante siglos (en 1763 se
informó a la Royal Society de los efectos de un compuesto
preparado con corteza de sauce) y a pesar de las quejas de empresas que
intentan comercializar sus nuevos y caros productos, es el mejor y más
seguro de los medicamentos disponibles. Pero aunque las aspirinas dan
buenos resultados con seres humanos que sufren de artritis, puede
resultar tóxica para las ratas, ratones, perros, gatos, monos y
conejillos de indias, sufran de falsa artritis o no. Si nuestros
antepasados hubieran insistido en comprobar la aspirina con animales,
hace ya tiempo que se habría desechado su uso por peligrosa.
8. Cada vez que se me
invita a un programa de televisión o a la radio para explicar el por qué
de la inutilidad de los experimentos con animales, el presentador o
entrevistador me señala con un dedo y me dice que sin experimentos con
animales no se habría descubierto la insulina y que la diabetes no se
habría podido dominar.
Los presentadores (o más
posiblemente sus asesores) obtienen esta falsa información de los
defensores de la vivisección. Como es predecible, se trata de una sandez
más.
A veces, los defensores
de los experimentos con animales se desesperan tanto que idean
escenarios muy complicados y frágiles para fortalecer su causa. Por
ejemplo, en un programa de televisión en el que participé, un defensor
de los experimentos con animales adujo que Sudáfrica sería hoy un país
totalmente diferente si no hubiera sido por los experimentos con
animales. La prueba de su afirmación era que el reverendo Desmond Tutu
fue presentado a la iglesia por un hombre que tenía diabetes.
Independientemente de que los experimentos con animales hayan sido
necesarios o relevantes para mantener con vida a ese hombre, resulta
difícil creer que la conversión de Tutu se debiera enteramente a la
convicción de un hombre. Esta clase de escenario de filfa sería
rechazado por cualquier presentador de televisión medianamente sensato,
pero cuando se discute la cuestión de los experimentos con animales
muchos presentadores rechazan tomar cartas en el asunto y no rechazan
ningún argumento, sea lo fantasioso que sea, si se oye en boca de
miembros de las clases médicas o farmacéuticas.
La verdad acerca de la
diabetes es muy diferente, aunque no menos dramática.
Primero, es absurdo
aducir que la diabetes se ha curado. Durante más de medio siglo, el
número de personas que han muerto de diabetes se ha incrementado
dramáticamente. Hoy en día, la incidencia de la diabetes es el doble que
hace diez años.
Segundo, el
descubrimiento de la insulina sólo fue de relevancia para un pequeño
número de pacientes. Hoy en día, la gran mayoría de diabéticos que han
desarrollado diabetes en la edad adulta controlan su enfermedad con la
dieta (no necesitan inyecciones de insulina).
Tercero, más que ayudar a
los diabéticos, los experimentadores con animales han frenado el
progreso durante varias décadas.
La primera relación entre
el páncreas y la diabetes se estableció en 1788 (sin experimentos con
animales) por un doctor llamado Thomas Cawley que había examinado el
cuerpo de un paciente muerto de la enfermedad en cuestión. Antes que él,
en 1766, otro observador llamado Matthew Dobson había mostrado que la
orina de los diabéticos está cargada de azúcar.
Por desgracia, estos
comienzos tan esperanzadores no llegaron lejos porque todos los
investigadores del siglo XIX intentaron producir diabetes en animales
dañando para ello sus páncreas, y no tuvieron éxito en encontrar ningún
resultado práctico, útil o relevante.
La confianza en los
experimentos con animales era tan alta entonces como lo es ahora, y no
hubo ningún médico que se atreviera a hacer nada hasta que los
científicos de laboratorio aportaran pruebas que pudieran respaldar los
tempranos trabajos de Dobson y Cawley.
Finalmente, a principios
de siglo XX, tres científicos llamados Banting, Best y Macleod se las
ingeniaron para extraer insulina del páncreas de un perro, y todos los
trabajos sobre la diabetes pudieron continuar tras un largo retraso. Se
habían tardado ciento cincuenta años de trabajos, y se había matado una
enorme cantidad de animales.
Si se hubieran prohibido
los experimentos con animales hace doscientos años, cabría esperar que
hoy día sabríamos mucho más acerca de la diabetes. Los científicos de
hoy día creen que en muchos casos la enfermedad está relacionada con la
dieta y otros factores ambientales, y no hay duda de que en el futuro se
realizarán progresos por parte de observadores, y no empleados de
laboratorio.
9. Cáncer es una palabra
que espanta a la gente, y los defensores de la vivisección no tienen
reparo en utilizar este temor como ayuda a defenderse y a defender sus
actividades. Una y otra vez, aquellos que apoyan los experimentos con
animales se quejan de que el trabajo realizado con ratones, ratas,
gatos, perros y monos ayudará a producir medicamentos y técnicas que nos
permitirán dominar el cáncer. Ya he perdido la cuenta del número de
veces que he oído a los defensores de la vivisección argumentar que los
experimentos con animales ya han sido de utilidad en la producción de
terapias anticáncer. Y ya he perdido la cuenta del número de veces que
he oído decir a gente que recauda dinero público para los experimentos
de laboratorio que se está muy cerca de llegar a una solución final y
que los investigadores sólo necesitan unos pocos millones de libras más
para realizar unos pocos experimentos.
La verdad es muy
diferente. La auténtica verdad es que las pruebas disponibles muestran
que los experimentos con animales son una pérdida de tiempo, que los
experimentadores nunca han llegado a ninguna conclusión útil y que nunca
han estado cerca de hallar una solución. La verdad pura y simple es que
los animales desarrollan cánceres muy diferentes a los de los seres
humanos, que los animales reaccionan de manera diferente a los fármacos
y que los cánceres de los animales reaccionan de manera muy diversa
cuando se tratan con medicamentos. De hecho, las pruebas muestran que,
en vez de ayudar a los médicos, los investigadores que trabajan con
animales han frenado el avance de la medicina y han sido responsables de
cientos de miles de muertes.
Echemos un vistazo a los
hechos.
Primero, hablar del
cáncer como si fuera una sola enfermedad es inapropiado y confuso. Es
como hablar de "infección" como si sólo hubiera un tipo conocido. Los
médicos han identificado cerca de doscientos tipos de cáncer (la mayor
parte de los cuales son muy diferentes).
Es absurdo gastarse
millones buscando una cura general para el cáncer (como hacen muchos de
los investigadores con animales) porque no puede haber un único
tratamiento que "cure" tantas enfermedades diferentes. Prosiguiendo con
la búsqueda de una solución "mágica" los experimentadores con animales
muestran su ignorancia básica.
Segundo, intentar
averiguar si los productos químicos causan cáncer significa que el 62 %
de las veces los resultados que se obtienen con los animales no son
fiables. Si lanzáramos una moneda al aire obtendríamos como mínimo el 50
% de efectividad. Las pruebas con animales son imprecisas por la
sencilla razón de que los animales utilizados en los experimentos son
diferentes de los humanos. De acuerdo con el doctor Irwin Bross, cuando
hubo de aportar pruebas al Congreso de los Estados Unidos, "los
resultados obtenidos con animales a menudo han retrasado y dificultado
la guerra contra el cáncer, y no han producido un sólo avance sustancial
ni en la prevención ni en el tratamiento del cáncer humano".
Una y otra vez, los
especialistas en cáncer que han considerado críticamente los
experimentos con animales han llegado a la conclusión de que tales
experimentos son más que inútiles. El doctor Doyen, un especialista
francés, dijo: "Los experimentos con animales son del todo
insatisfactorios, dado que nunca es posible estar seguro de que los
animales puedan desarrollar las mismas enfermedades que los seres
humanos y de la misma manera, y en muchos casos sabemos que sucede todo
lo contrario." El profesor Hastings Gilford declaró tras un largo
estudio sobre el cáncer: "Me he ocupado de realizar estudios exhaustivos
sobre el cáncer y todos sus aspectos, y no creo que nadie que haya hecho
lo mismo y que disponga de una mente abierta pueda llegar a otra
conclusión que no sea que buscar la causa o la cura del cáncer mediante
experimentos en animales inferiores es inútil. Es tiempo y dinero
gastado en vano." E incluso la revista médica The Lancet afirmaba
que "dado que no hay tumor animal estrechamente relacionado con el
cáncer humano, un agente que resulta activo en laboratorio puede
resultar inútil clínicamente".
Tercero, la
Administración Norteamericana de Drogas y Alimentos ha presentado un
"banco de pruebas" a base de células de tejido muscular humano que
pueden utilizarse con fiabilidad para comprobar los fármacos anticáncer.
¿Usted qué preferiría tomar: un medicamento comprobado con ratones o uno
comprobado con células exactamente iguales a las que encierra su propio
cuerpo?
Cuarto, sabemos qué causa
el 80 % de todos los cánceres. Hemos aprendido a lo largo de los años
tantas cosas acerca de qué provoca cáncer como para poder prevenir el
desarrollo de la enfermedad en la mayor parte de la gente que la padece.
Si realmente deseamos reducir la incidencia de cáncer podemos hacerlo
controlando los productos químicos de manera más eficaz, proporcionando
avisos más tajantes acerca de los males del tabaquismo y explicando a la
gente que las comidas grasas causan cáncer de mama y colon. Los
políticos no hacen nada de esto porque la gente que fabrica productos
químicos y cigarrillos son ricos y poderosos. Un auténtico cínico
afirmaría que la alta jerarquía médica continúa apoyando los
experimentos con animales porque sabe que no producirán resultados
útiles y porque así se mantiene el estado de las cosas. He
proporcionado, una y otra vez, en mis libros y artículos, pruebas que
muestran que la profesión médica y la industria farmacéutica están
estrechamente ligadas. Puede haber poca gente que no sepa que con el
dinero de las empresas farmacéuticas se ha comprado la fidelidad de
muchos dirigentes de la profesión médica del mundo.
Quinto, todas las pruebas
útiles que hemos reunido acerca del cáncer provienen de estudios
humanos. La relación entre los productos químicos, los rayos X, la
alimentación y el asbesto de una parte y los diferentes tipos de cáncer
de la otra se han obtenido por parte de médicos que observaban a sus
pacientes. En lugar de ayudar, los experimentos con animales han
ralentizado constantemente la aceptación de tales descubrimientos
Por ejemplo, la relación
entre el humo del tabaco y el cáncer se subrayó hace décadas por médicos
que trabajaban con pacientes humanos, pero se han utilizado los
experimentos con animales como una excusa para aquellos políticos que no
deseaban tomar medidas contra las ricas compañías tabaqueras. Los
investigadores se han pasado décadas dando de fumar a sabuesos e
impregnando los lomos de ratones con alquitrán para establecer un
vínculo entre el tabaco y el cáncer, un vínculo innecesario, dado que ya
existe una relación clara entre el tabaco y el cáncer. Las décadas de
resultados vagos y no concluyentes obtenidos han ofrecido la oportunidad
a las compañías tabaqueras de mantener la confusión y evitar que los
doctores dieran órdenes tajantes a sus pacientes para que dejen de
fumar. Los médicos sabían que los cigarrillos causaban cáncer, pero se
les alentó para que callaran mientras los experimentadores con animales
se pasaban años intentando sin resultados (lo que no es de extrañar)
obtener datos concluyentes.
A las industrias que se
han servido de la experimentación con animales para disfrazar,
distorsionar y emborronar la verdad se les han facilitado las cosas,
porque la mayoría de nosotros no queríamos saber la verdad. Hemos dado
la bienvenida de manera inconsciente a sus tácticas de freno porque
ellos nos han proporcionado una excusa para poder continuar con nuestras
malas costumbres sin sentirnos culpables por ello. De la misma manera,
se nos ha envalentonado para que continuemos fumando cigarrillos,
comiendo grandes cantidades de grasa animal y respirando aire
polucionado porque se nos ha convencido de que los experimentadores con
animales darán con soluciones fáciles a nuestros problemas sin que
tengamos que tomar medidas ni hacer nada que nos disguste. Se nos ha
hecho pensar que la manera más fácil de luchar contra el cáncer es
realizar una donación anual a una organización de lucha contra el
cáncer, y se nos ha permitido pensar que si alguien se ocupa del asunto
podemos continuar con todas esas cosas que, en el fondo, sabemos que nos
hacen daño.
De forma deliberada he
expuesto las mentiras inherentes con diez de las excusas más comunes que
se oyen en boca de los defensores de la vivisección para mantener la
extensión de este libro dentro de ciertos límites manejables. Podría
destruir con facilidad cualquier argumento de cualquier experimentador
con animales que se atreviera a ello. Por ejemplo, un defensor de la
vivisección insistió recientemente en que los experimentos con animales
han proporcionado enormes avances en el tratamientos de enfermedades del
aparato digestivo. Por desgracia, el vivisector no había hecho sus
deberes adecuadamente. Si lo hubiera hecho habría sabido que en 1951
The Lancet avisó de que "el conducto intestinal en el hombre es por
desgracia muy diferente del de los animales, y los resultados de una
nueva operación para una enfermedad gástrica no pueden predecirse
operando perros". Los investigadores a menudo aducen que los miles de
experimentos que se realizan con monos, perros u otros animales en
dependencias secretas del gobierno se diseñan para ayudar a los seres
humanos, pero los cirujanos que tratan a los heridos en el Royal
Victoria Hospital de Belfast, Irlanda del Norte, han afirmado
tajantes que "nada de lo que puedan haber aprendido en Porton Down
(dependencia de investigación del Ministerio de Defensa Británico) puede
sernos de utilidad en Belfast", y han preguntado: "¿Cómo pueden
justificar el disparar a animales (que no son humanos de todos modos)
para ver cómo son las heridas?".
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 3: Los experimentos con animales han constituido un obstáculo y
no una ayuda para los médicos. Ya he mostrado cómo la obsesión del
estamento sanitario por los experimentos con animales ha retrasado la
capacidad de los médicos para hacer algo útil y ayudar a curar la
diabetes o para ayudar a evitar el día en que la sanidad pueda rebajar
el número de muertes por cáncer de pulmón avisando de los riesgos
asociados al tabaco. Pero éstos no son ni mucho menos los únicos
ejemplos que muestran que la investigación con animales ha frenado el
avance de la medicina y ha sido responsable, sin duda alguna, de
incontables miles de muertes durante los últimos dos siglos.
Una y otra vez, los
médicos se han visto peligrosamente confundidos por experimentadores con
animales, han muerto pacientes porque los científicos han convencido a
los médicos de que sus resultados son relevantes. El tratamiento
práctico de enfermedades infecciosas tales como la poliomielitis y la
tuberculosis cayó en la confusión y el retraso porque los investigadores
no advirtieron que el trabajo de investigación que se había en
laboratorio realizado no podía trasladarse a la práctica clínica. La
evidencia también muestra que los experimentos con animales han
retrasado la disponibilidad práctica de transfusiones de sangre y que
han provocado directamente la muerte de los pacientes.
Los primeros intentos de
traspasar la sangre fresca de un animal (de un cordero) a un paciente
humano se realizaron en 1667, por Jean Baptiste Denys, profesor de
filosofía en Montpellier y físico de la corte de Luis XIV Por desgracia,
Denys fue arrestado después de que al menos un paciente acabara en el
cementerio, y la práctica de traspasar sangre de animales a humanos se
prohibió en Francia mediante un Acta de la Cámara de Diputados en 1668.
A pesar de esto, la idea de sacar sangre de animales e introducirla en
cuerpos humanos parecía fascinar al mundo, y en Italia un físico llamado
Francesco Folli escribió un libro sobre la materia. En Inglaterra,
autores tan eminentes como Cristopher Wren, Robert Boyle y Samuel Pepys
dedicaron escritos a este asunto.
Los experimentadores con
animales no obtuvieron ningún resultado, y no fue hasta doscientos años
más tarde, cuando el biólogo Landsteiner decidió concentrarse en la
sangre humana, que se hicieron progresos. Landsteiner descubrió que
diferentes humanos tienen tipos de sangre diferentes, y su trabajo
convirtió la transfusión de sangre en una posibilidad práctica.
Los defensores de la
vivisección a menudo aducen que los primeros trabajos con animales han
ayudado al desarrollo de las técnicas de transfusión, pero los libros de
historia muestran a las claras que no fue así. De hecho, esos
experimentos con animales han frenado el progreso durante más de
doscientos años. De vez en cuando, algunos vivisectores señalan asimismo
que la utilización del término rhesus para describir un tipo de
sangre es prueba de que los experimentos con animales han sido de ayuda
en este campo. Una vez más, las pruebas muestran que están equivocados.
El factor rhesus fue descubierto en pacientes humanos por un
médico de Nueva York en 1939, pero los investigadores con animales que
efectuaron ulteriores trabajos para confirmar lo que los médicos ya
sabían utilizaron monos rhesus.
Los experimentadores con
animales han obstaculizado la labor de la medicina proporcionando una
serie casi infinita de resultados equívocos. Algunos experimentos han
sugerido falsamente que ciertas drogas eran seguras. Otros han sugerido,
con exactitud semejante, que otras drogas no eran seguras o efectivas.
Si los médicos hubieran hecho caso de los experimentos con animales,
algunos medicamentos vitales como la penicilina, la morfina, el digital
y la aspirina hubieran quedado prohibidos para el uso humano.
Esta prueba es clara e
inequívoca. Los experimentos con animales no han aportado nada bueno,
pero han causado mucho daño.
ARGUMENTO CIENTIFICO
NUMERO 4: La calidad del trabajo realizado por los investigadores con
animales es tan baja que aunque sus resultados fueran relevantes no
serían de confianza.
Muchos de los
procedimientos utilizados cuando se prueban medicamentos o productos
químicos en animales están mal diseñados, son impredecibles y resultan
ilógicos. Gran parte del trabajo realizado por los vivisectores es
secreto (en teoría porque los investigadores están preocupados por las
actividades de los extremistas defensores de los derechos de los
animales, pero en realidad porque temen que si los detalles de sus
trabajos llegaran a la opinión pública, ésta quedaría tan indignada que
se detendría la experimentación con animales). Sin embargo, para
mantener el estatus académico y para que el dinero siga fluyendo, los
vivisectores se ven obligados a imprimir publicaciones científicas que
describan sus trabajos.
Cuando se examinan estos
informes de manera detallada, queda claro que la mayoría de los
experimentos están diseñados con los pies, que los procedimientos se
ejecutan sin experiencia técnica ni auténtica comprensión de ninguno de
los principios básicos de la ciencia y que las conclusiones a las que se
llega no pueden sostenerse. Incluso si los vivisectores sólo intentaran
averiguar cómo prevenir el cáncer en las ratas (en lugar de utilizar sus
resultados para obtener conclusiones acerca del tratamiento del cáncer
en seres humanos) sus resultados no tendrían valor por la simple razón
de que sus experimentos están mal diseñados.
Por ejemplo, la gran
mayoría de los experimentos los realizan investigadores que parecen no
advertir las enormes diferencias existentes entre el comportamiento de
un animal artificialmente constreñido al espacio de una jaula y el
comportamiento de un animal que intenta cuidar de sí mismo en libertad.
Los investigadores no hacen ningún esfuerzo por imitar la dieta natural
de los animales que utilizan en sus experimentos, y la mayoría ni
siquiera intenta estandarizar la dieta que se ofrece a los animales a su
cuidado. Los médicos saben que el suministro de fármacos a los pacientes
en circunstancias anormales altera dramáticamente los resultados
obtenidos. Pero ¿qué hay más antinatural que suministrar drogas a
animales enjaulados? Todas las pruebas con animales que se realizan en
los laboratorios se hacen en circunstancias anormales.
Aún más importante es el
hecho de que a la gran mayoría de los vivisectores parece no importarles
el papel del estrés en el desarrollo de enfermedades. Hoy en día, todos
los médicos comprenden que el estrés tiene una influencia tremenda en el
desarrollo de la enfermedad, e incluso en los mataderos los empleados
reconocen que el nivel de estrés que sufre un animal antes de morir
afecta tanto a sus niveles hormonales que el sabor y la textura de la
carne obtenida pueden verse afectados; pero los vivisectores todavía
parecen ignorar este factor. Si se hubieran molestado en leer las
publicaciones científicas relevantes habrían descubierto que hay pruebas
concluyentes (en informes científicos que se remontan a 1973) que
muestran que los animales en condiciones estresantes no constituyen
objeto de un estudio fiable, puesto que el estrés y la ansiedad pueden
acelerar el crecimiento de tumores y hacen vulnerables a los animales
ante un amplio abanico de infecciones.
Tales condiciones son
indeseables por sí solas, pero todavía hay más, pues hay también una
importante cantidad de pruebas que indican que un número considerable de
investigadores buscan tan desesperadamente la obtención de resultados
para sostener sus conclusiones que realizan falsos experimentos para
sostener sus teorías. La lucha constante por la obtención de posición y
dinero significa que los científicos de hoy día están con demasiada
frecuencia más ocupados en la obtención de los resultados que creen que
deberían obtener (o los resultados que sus empleadores quieren que
obtengan) que en la correcta práctica científica. En uno de mis primeros
libros describí el caso del doctor William Summerlin, que qued~
contratado por un instituto de Nueva York para trabajar en el problema
de los trasplantes de piel y los posibles problemas de rechazo.
Summerlin parecía haber
obtenido unos resultados sorprendentes en este tema, pero ningún otro
laboratorio del mundo pudo obtener tan buenos resultados y, finalmente y
bajo presión, Summerlin admitió haber falseado un poquito los
experimentos. Se suponía que había trasplantado piel de un ratón negro a
un ratón blanco. La verdad es que se había limitado a pintar los trozos
trasplantados con un rotulador negro.
En los últimos años se
han sucedido numerosos escándalos, e instituciones reputadas de todo el
mundo han admitido haber financiado investigaciones médicas confusas o
deshonestas. Algunos fraudes han sido sutiles. Pero otros han sido
descarados, como por ejemplo el trabajo del investigador que mató a
docenas de ratas para eliminar las pruebas de un experimento cuyos
resultados contradecían los obtenidos en un experimento anterior.
Esta elección masiva del
fraude ha dañado la calidad de la investigación científica en numerosas
instituciones del mundo. Incluso los lugares donde los investigadores
aún son honestos han quedado contaminados, dado que una vez que un
documento fraudulento entra en el sistema puede citarse cientos de veces
por parte de otros investigadores a los pocos meses de su primera
publicación.
Sorprendentemente, los
investigadores no tienen forma de comprobar la validez de los documentos
que desean utilizar en sus propios trabajos de investigación. Las
proporciones del problema pueden ilustrarse fácilmente por el hecho de
que cuando Robert Slutsky, de la Universidad de California, retiró
quince informes después de un período de febril actividad en el que
había llegado a presentar un nuevo informe científico cada diez días, su
acción dejó en entredicho a cuarenta y cinco publicaciones diferentes.
Incluso cuando los
investigadores no son muy deshonestos, su incapacidad de utilizar
procedimientos estadísticos de forma adecuada conlleva que las
conclusiones a las que se llega no suelen ser válidas. Unos extensos
trabajos de investigación llegaron a la conclusión de que cerca del 75 %
de los trabajos publicados contienen conclusiones erróneas. Un eminente
científico americano testificó recientemente ante el Congreso de los
Estados Unidos que el 25 % de los documentos científicos se basan en
parte en datos intencionadamente alterados.
La triste verdad es que
la ciencia, tal como la practican los experimentadores con animales, ha
quedado contaminada por el engaño y la farsa, y la búsqueda de mayores
beneficios, mayores laboratorios, más diplomas y más artículos
publicados ha desbordado la simple búsqueda de la verdad. La mayoría de
los hombres y mujeres que realizan experimentos con animales no son ni
médicos cualificados ni cirujanos veterinarios cualificados, y su
dominio de la ciencia de la estadística es a menudo limitado.
En mi opinión, el
investigador con animales moderno es una desgracia para el mundo de la
ciencia y para la lógica y el pensamiento. No es sorprendente que los
científicos continúen realizando experimentos con animales que no tienen
ni sentido ni finalidad.
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 5: Los experimentos con animales tienen un efecto adverso en
aquellos que los realizan, y "deshumanizan" a estudiantes y doctores.
Las personas que realizan
experimentos con animales de manera profesional son, a la larga,
personas sin inteligencia ni sensibilidad. Hable con alguno unos minutos
y enseguida lo descubrirá. Pero esto no es sorprendente. Si los
experimentadores con animales fueran sensibles o inteligentes, ¿serían
capaces de hacer lo que hacen? El peligro real es que los estudiantes
que se ven obligados a realizar experimentos con animales como parte de
sus estudios se endurecen tanto con el sufrimiento y las muertes diarias
que deben contemplar que les dejan insensibles al sufrimiento de manera
permanente.
Hay pruebas reales de que
esto ocurre. Alice Heim, una psicóloga, ha demostrado que los
estudiantes y los profesores pierden sensibilidad al realizar trabajos
de laboratorio con animales, y otros autores han expresado sus temores
acerca de la manera en que los experimentos con animales facilita una
actitud inhumana de los estudiantes ante la vida.
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 6: Algunas de las pruebas realizadas son grotescas por lo
bárbaras, y tan poco fiables que resultan absurdas.
De todas las pruebas
realizadas de manera rutinaria en los laboratorios con animales, las dos
menos defendibles son ciertamente las pruebas LD50 y el Test de
Irritación Ocular Draize.
En teoría, el test LD50
está diseñado para descubrir cuán tóxica resulta una substancia, aunque
resulte difícil imaginar un experimento de laboratorio más sinsentido y
menos fiable. Las letras LD corresponden a las iniciales inglesas de
"dosis letal" y el 50 señala el hecho de que esta prueba está diseñada
para encontrar la dosis necesaria para matar al 50 % de los animales
utilizados. El test LD50 se ideó en 1927 para ayudar a mensurar el poder
de ciertos fármacos, pero al utilizarlo de esta manera atroz ha causado
la muerte de millones de animales.
Hasta los mismos
científicos saben que este test no es más que un absurdo ritual y que
los resultados del mismo quedan afectados por la edad del animal, el
estado general de salud, el sexo, la dieta y otros factores. Algunos tan
delicados como el tipo de banco utilizado han demostrado ser de gran
influencia en los resultados experimentales, y algunos científicos
reconocen que en muchos casos los animales no mueren a causa de los
efectos tóxicos de las substancias que se ven forzados a consumir, sino
a causa de las elevadas dosis. Si se obliga a un perro a tragar vasos y
vasos de champú, pasta de dientes, polvos de talco o jabón, su salud
sufre por la sencilla razón de que su estómago no es lo suficientemente
grande.
Este test es de tan poca
confianza que ciertos estudios han mostrado que los valores LD50 pueden
variar hasta multiplicarse por catorce según el factor utilizado para el
cambio y aunque la sustancia se compruebe con animales idénticos. Sin
embargo, cuando el test LD50 se realiza con diferentes clases de ratas,
los resultados pueden variar hasta multiplicarse por 450. Estas enormes
variaciones significan que los resultados del LD50 son más que inútiles.
En años recientes, una
versión supuestamente "humana" del test LD50 ha sido introducida en
algunos laboratorios. En esta prueba se suministra una dosis reducida de
la substancia utilizada a un grupo reducido de animales, y en cuanto
empiezan a desarrollarse graves efectos secundarios se los sacrifica.
Por mucho que esta nueva variedad resulte "humana" yo no creo ni por un
momento que este test sea más fiable que su antecesor. Algunos políticos
y científicos experimentales aducen que este nuevo test ha reemplazado
al test LD50, pero no es cierto. En todo el mundo, millones de animales
son sacrificados cada año en tests LD50 totalmente inútiles.
La verdad, cruda y
simple, es que resulta tan lógico como comprobar la resistencia de los
coches llenándolos de animales y estampándolos contra un muro para
contar después los cadáveres. De hecho, tales pruebas serían de mayor
valor científico que-el test LD50.
En el Test de Irritación
Ocular Draize, se suministran substancias tales como pesticidas, lacas
para el pelo y detergentes en los ojos de cierto animal y se dejan allí.
para ver qué pasa. Suelen
elegirse conejos para este experimento porque son baratos y tienen ojos
grandes y accesibles (el hecho de que sean criaturas dóciles resulta de
utilidad, pues este experimento es de lo más bárbaro y no se utiliza
anestesia).
No hace falta mucha
imaginación para comprender lo que pasa. Lentamente, los ojos de los
conejos se enrojecen e irritan; más tarde se ulceran y acaban sangrando.
Todo el ojo se inflama y descarna, y el dolor debe ser insoportable sin
anestesia. Pero no hay respiro para el desafortunado conejo; el test
continúa de manera que los investigadores pueden realizar anotaciones a
medida que el ojo queda completamente destruido.
El Test de Irritación
Ocular Draize es injustificable aunque ayudara a salvar vidas humanas.
Es probablemente uno de los tests más inútiles que se han diseñado, y no
es más que un tributo a la crueldad humana y a su maldad. Los
investigadores que realizan este test para ganarse la vida son, en mi
opinión, del todo infrahumanos.
Este test contiene
ciertos problemas específicos.
Primero, resulta del todo
irrelevante para los seres humanos. Tendría más sentido (y sería menos
bárbaro y más fiable) comprobar las substancias químicas impregnando con
ellas hojas de papel para ver qué pasa. El ojo del conejo no puede
compararse con un órgano o tejido humano.
Segundo, el test es
totalmente subjetivo. El científico que realiza el estudio puntúa el
daño producido según el enrojecimiento, la hinchazón y la erosión. Pero
no hay seguridad de que diferentes científicos valoren estos datos de la
misma manera. Aunque los científicos que realizan el Test Draize tengan
algo en común (son infrahumanos), las variaciones entre un científico
infrahumano y otro son fenomenales.
Tercero, existen
alternativas eficientes disponibles, como utilizar un preparado
artificial que es constante y coherentemente más preciso que el Test
Draize. Sin embargo, a los científicos no les gusta utilizarlo. Se
niegan a abandonar sus viejas costumbres
ARGUMENTO CIENTÍFICO
NUMERO 7: Hay disponibles alternativas mejores, más seguras y más
efectivas para la comprobación de fármacos.
A finales de este siglo,
los médicos y los científicos mirarán atrás y se reirán de los
laboratorios actuales que realizan pruebas con animales con el fin de
investigar y comprobar nuevos medicamentos y procedimientos quirúrgicos.
En lugar de probar nuevos fármacos y productos químicos con ratones y
conejos, los científicos utilizarán células humanas desarrolladas en
laboratorio y todo un amplio surtido de recursos para las pruebas. El
peligro que subyace en tener que confiar en los experimentos con
animales ha sido tan evidente que durante muchos años los investigadores
sensatos han estado buscando alternativas realistas. Y las han
encontrado.
Cultivos de tejidos y
células.
Para crear un cultivo
celular, se desarrollan las células extraídas de biopsias de
diagnóstico, o de trozos de tejido que se extraen durante operaciones
quirúrgicas, en un plato de cultivo o en tubo de ensayo y se cubren con
un líquido que les sirve de "alimento" para su supervivencia. Para crear
un cultivo orgánico se toman fragmentos diminutos de un órgano humano y
se mantienen con vida de manera similar.
Una vez que se ha
preparado un cultivo orgánico o de células humanas (provenientes de
corazón, riñón, hígado, cerebro, nervios, piel o cualquier otra parte
del cuerpo) pueden probarse fármaco y otros productos químicos con
notable rapidez y eficacia. Dado que es posible mantener trozos de
prácticamente cualquier parte del cuerpo con vida siguiendo este método,
puede comprobarse la efectividad de cualquier medicamento o producto
químico con notable fiabilidad y eficacia.
Los cultivos de este tipo
son extremadamente sensibles y ya se han utilizado ampliamente en la
investigación médica para estudiar infecciones, para descubrir algo más
acerca de cómo trabajan los anestésicos y para estudiar el impacto
aparente de medicamentos y productos químicos en el cuerpo humano. A
partir de estos experimentos de laboratorio ya se han extraído grandes
cantidades de información muy útil acerca de los órganos humanos y de
nuevos fármacos y otros ya existentes, y diversas organizaciones las han
encontrado infinitamente más útiles, adaptables y fiables que los
experimentos con animales.
En 1976, por ejemplo, la
Organización Mundial de la Salud dio su aprobación al uso de cultivos
celulares para reemplazar a los ratones durante la producción de la
vacuna contra la fiebre amarilla, mientras que las empresas que han
realizado el esfuerzo intelectual y financiero necesario para adoptar
las pruebas con cultivos celulares han advertido que con esta técnica se
puede comprobar un número mayor de substancias de las que se podían
probar con animales. Los investigadores parecen estar de acuerdo en que
los cultivos celulares les permiten trabajar con mayor velocidad y
pueden proporcionarles mejores resultados.
Tecnología informática.
La mayor parte de los
productos que se lanzan al mercado hoy día no son nuevos del todo. Están
compuestos a base de otros ya existentes. Inevitablemente, cuando un
"nuevo" fármaco se comercializa, los médicos ya saben bastante acerca de
cómo afectan a los pacientes varios productos similares.
Si se proporcionan los
conocimientos existentes a un ordenador, éste puede hacer predicciones
precisas, baratas y rápidas acerca de las consecuencias aparentes de
suministrar cierto medicamento a los pacientes.
Al final deberán
realizarse tests clínicos en pacientes reales y vivos, lo que no
constituye una novedad, pero al comprobar los productos primero en el
ordenador y después en un cultivo celular, orgánico o de tejidos, los
médicos pueden disponer de una idea más acertada sobre lo que puede
pasar si un paciente toma la substancia en cuestión que con el sistema
actual. Yo creo que si tuviera que tomar un producto nuevo y todavía no
utilizado preferiría que antes se la hubiera probado con una serie de
modelos de tejido humano que si se la hubieran suministrado, de forma
bastante arbitraria, a un miembro de otra especie.
La investigación moderna
sugiere que la tecnología por ordenador, todavía en pañales, ofrece
infinitas posibilidades. Por ejemplo, treinta científicos que trabajan
en Los Alamos Laboratory de los EE.UU. ya han diseñado un
programa informático ideado para duplicar los complejos sistemas
fisiológicos del cuerpo humano. El programa informático posibilita que
los científicos realicen predicciones muy acertadas y les ayuda a
comprender determinadas enfermedades y tratamientos. Otros programas de
ordenador, conectados a vídeos y monitores, permiten a los estudiantes
estudiar anatomía y fisiología con gran detalle.
Estudiar a la gente.
La gran mayoría de los
descubrimientos que han ayudado a los médicos a salvar vidas han sido
realizados por clínicos y cirujanos que han observado atentamente a sus
pacientes, a la gente normal en sus puestos de trabajo, y que han hecho
uso de su inteligencia y de su comprensión de las susceptibilidades
humanas para determinar las relaciones entre el comportamiento y la
enfermedad.
La primera relación firme
y formalmente reconocida entre trabajo y enfermedad fue la realizada en
el siglo XVI por Filippus Aureolus Theophrastus Bombast von Hohenheim
(Paracelsus para los amigos), quien escribió acerca de la relación entre
la minería y la enfermedad. En la misma época, George Bauer publicó un
conjunto de doce libros que listaban en gran detalle el tipo de
accidentes y enfermedades que afectan más comúnmente a los mineros,
junto con consejos acerca de cómo podían evitarse tales malfunciones
mediante la instalación de ventiladores para reemplazar el aire
enrarecido y para eliminar el polvo mineral.
El padre oficial de la
medicina industrial es Bernardino Ramazzini, que era profesor de
medicina primero en la Universidad de Módena, y después en Padua, a
finales del siglo XVII y principios del XVIII. Mientras vivía en Módena,
que en aquellas fechas albergaba un gran número de viviendas altas y
superpobladas, Ramazzini observó a un hombre que limpiaba un pozo ciego
y llegó a la conclusión de que algunas ocupaciones debían relacionarse
con determinados riesgos para la salud.
Inspirándose en este
pensamiento, Ramazzini visitó las minas locales, las tiendas y las
fábricas y estudió el tipo de trabajo que realizan mineros, panaderos,
impresores, carboneros y otros empleados y artesanos. Como resultado
directo de sus observaciones, pudo dictar recomendaciones específicas
sobre cómo evitar las enfermedades relacionadas con el trabajo.
En 1775, Percival Pott
descubrió el primer vínculo entre los productos químicos y el cáncer.
Pott advirtió que el cáncer de escroto era mucho más común entre los
deshollinadores. Unos años más tarde, Thomas Beddoes informó de que los
artesanos del bronce y algunos marmolistas parecían bastante sensibles a
la tisis.
Estos valiosos
descubrimientos eran muy prometedores para la medicina, pero con el paso
de los años la medicina preventiva quedó más y más apartada a la vez que
un número cada vez mayor de médicos comenzaron a ganarse la vida no
manteniendo sanos a los pacientes sino suministrándoles tratamientos
cuando enfermaban. Este simple factor económico fue, junto con el largo
idilio sostenido con los experimentos con animales, una razón de peso
que explica que la epidemiología cayera en desuso. A lo largo de gran
parte del siglo XIX y los dos primeros tercios del xx, se hizo creer a
los médicos que los laboratorios pueden suministrarles las respuestas
que necesitan, ya que no les era necesario perder el tiempo abriendo los
ojos ante la enfermedad.
Sin embargo, durante la
década de los años sesenta las cosas cambiaron de nuevo, y durante los
últimos treinta años se ha acumulado una enorme cantidad de pruebas
valiosas por parte de médicos que han estudiado las costumbres de la
gente y sus pautas de conducta. Hoy en día sabemos cómo se desarrolla la
mayor parte de las enfermedades cardíacas. Si se utiliza apropiadamente,
este conocimiento puede permitir que los médicos prevengan la muerte de
millones de víctimas innecesarias y eviten una _ cantidad tremenda de
dolor y sufrimiento. Observando a la gente sana y observando a los
pacientes con atención puede suministrarse información para combatir las
enfermedades de forma efectiva.
Serependismo.
A los científicos no les
agrada pensar en los importantes descubrimientos que se ha realizado por
casualidad, pero la verdad es que muchos lo han sido, aunque en cada
caso el factor vital ha sido que el científico que ha realizado el
descubrimiento estaba alerta y atento.
Por ejemplo, los rayos X,
que fueron descubiertos por un profesor de física de cincuenta años
llamado Wilhelm Konrad von Roentgen en 1895. Roentgen era un físico
experimental que trabajaba en Würzburg, en Alemania, y que en 1895
estaba investigando los efectos de los rayos catódicos. Lo que llamó la
atención de Roentgen fue el hecho de que aunque el tubo en el que estaba
trabajando estaba cubierto de carboncillo negro, parecía que cierto
brillo verdoso provenía de un papel impregnado de una sustancia llamada
platinocianido de bario que estaba allí al lado por casualidad en un
banco cercano. Muchos investigadores se habrían limitado a apartar el
papel, pero Roentgen se dio cuenta de que el papel debía haberse vuelto
luminoso a causa de algunos rayos de origen desconocido (algo diferente
de los rayos catódicos que estaba investigando).
Afortunadamente para
millones de pacientes, Roentgen decidió investigar un poco más. Puso un
libro de mil páginas entre el tubo y el trozo de papel y vio que el
papel seguía iluminándose. Después colocó su propia mano entre el tubo y
el trozo de papel y descubrió lo que él llamaba rayos X cuando los
huesos de su mano, obviamente demasiado densos como para evitar el paso
de los rayos, dejaron una impronta en el papel en forma de sombras
oscuras.
Se desarrollaron equipos
especiales de rayos X con notable rapidez y se instalaron en los
hospitales de todo el mundo, y el descubrimiento de Roentgen revolucionó
la medicina y la cirugía como pocos descubrimientos lo han conseguido.
Incontables
descubrimientos de este tipo se han realizado de la misma manera, con la
buena fortuna actuando de protagonista, pero con la inteligencia de los
investigadores y los naturales poderes de observación como partes
vitales del asunto. Por ejemplo, Alexander Fleming estaba trabajando en
su laboratorio en el Hospital St. Mary en Londres en 1928 cuando
advirtió que un plato de cultivo que contenía la bacteria
Staphilococcus apareció contaminado. El contaminante había detenido
el desarrollo de la bacteria.
La contaminación es un
problema común en los laboratorios, y tales contaminaciones suelen
echarse a la basura; pero Fleming, como antes Roentgen, era un
científico demasiado bueno como para deshechar el plato y olvidarse de
él. Realizó cuidadosas anotaciones y un año más tarde publicó un informe
médico en el que describía cómo las esporas (que él había identificado
como de penicilina) habían contaminado el cultivo y habían evitado el
desarrollo de la bacteria.
No ha habido
descubrimientos de tal importancia en los años recientes (ya sean
deliberados o casuales), pero muchos de los descubrimientos útiles
acerca de los medicamentos se han realizado por casualidad. Por ejemplo,
algunas sustancias utilizadas hoy en día para el tratamiento de la
hipertensión, la epilepsia, la gota y la depresión se "descubrieron" por
accidente mientras se las utilizaba con otro propósito.
La excesiva realización
de experimentos con animales limita el serependismo y aumenta el
pensamiento dormido e impreciso. Los experimentos con animales son tan
poco fiables y tan impredecibles que las observaciones colaterales no
son de utilidad.
ARGUMENTO CIENTIFICO
NUMERO 8: El sistema actual ha fallado. Necesitamos algo nuevo.
Cada vez que los médicos
hacen huelga, el índice de mortandad disminuye. Durante una huelga de
médicos de hospital en Israel, las admisiones en los hospitales bajaron
el 85 % y la tasa de mortandad del país bajo el 50 %, el mayor descenso
desde la anterior huelga veinte años antes. En 1976, los médicos de
Bogotá, Colombia, fueron a la huelga durante cincuenta y dos días, y se
produjo una caída del 35 % en la tasa de mortandad. También en 1976, una
huelga de médicos de Los Angeles tuvo como consecuencia que se
produjeran un 60 % menos de operaciones quirúrgicas en los diecisiete
hospitales principales de la ciudad. Mientras duraba la huelga se
produjo una reducción del 18 % en la tasa de mortandad. Después de la
huelga, la tasa volvió a la normalidad.
En Estados Unidos hay un
médico por cada 452 personas, y una cama de hospital por cada 173
personas. La esperanza de vida para un varón blanco es de 71,8 años, y
para un varón negro de 65,5 años. En Suiza hay un médico para cada 816
individuos y una cama de hospital para cada 177 personas. La esperanza
de vida media para los varones es de 72,7 años. En Francia hay un médico
por cada 480 personas y una cama de hospital para cada 109 personas. La
esperanza de vida de los varones es de 70,2 años. En casi todos los
demás países llamados desarrollados se hallan cifras similares.
Comparemos estas cifras
con las de Jamaica, un país relativamente poco desarrollado. En Jamaica
hay un médico por cada 7.033 personas y una cama de hospital por cada
360 pacientes potenciales, la esperanza de vida de los varones es de
69,2 años.
O miremos las cifras de
Corea. En Corea del Norte hay un médico por cada 360 personas y una cama
de hospital por cada 77 personas. La esperanza de vida es de 63 años. En
Corea del Sur hay un médico por cada 1.509 personas y una cama de
hospital por cada 676 pacientes potenciales. La esperanza de vida de los
varones es de 64,9 años.
Parece claro a partir de
estas cifras que la esperanza de vida (la manera más crítica y objetiva
de evaluar la salud en un país) no depende del número de médicos. Ni
tampoco parece haber una relación clara entre la esperanza de vida y el
número de camas de hospital.
La única conclusión
posible es que la medicina moderna es, en cierta medida, un fallo.
A la clase médica le
gusta hacer ver que todos vivimos unas vidas más sanas y largas. Pero
esto no es cierto. Un estudio cuidadoso de las cifras muestra que en
casi todos los países desarrollados la esperanza de vida para los
adultos no ha mejorado mucho con respecto a hace medio siglo; durante la
mayor parte de este siglo, únicamente la reducción de la mortandad
infantil debido a las mejoras en higiene, vivienda, agua potable y
alimentación parecen darles la razón.
La medicina está llena de
confusiones y paradojas. Los gastos en sanidad se han disparado, pero
las cifras muestran que la gente parece más proclive a enfermar que hace
una generación. Ahora gastamos más que nunca en investigación médica.
Pero D.F Horrobin, del Instituto de Investigación Clínica de
Montreal, Canadá, ha señalado que en las pocas áreas en las que se han
realizado avances, el trabajo comenzó mucho antes de 1958. Gastamos más
que nunca en sanidad, pero no se puede afirmar que haya menos
sufrimiento en nuestra sociedad. El número de médicos se incrementa.
Pero las pruebas muestran que la gente está menos satisfecha con ellos
que antes. Hay una opinión muy extendida entre los encargados de evaluar
los beneficios de la sanidad según la cual el valor global de la
medicina moderna puede ser negativo; en otras palabras, el tratamiento
excesivo, el mal tratamiento y el abuso de tecnología significan que los
médicos hacen más daño que bien.
Se reconoce en general
que el 80 % de los pacientes que visitan un médico no necesitan
tratamiento. Pero también se reconoce ampliamente que cerca del 80 % de
la gente que visita al médico recibe un tratamiento u otro. Cada año los
médicos prescriben decenas de millones de recetas de medicinas que a
menudo causan más daño que bien. En 1986, el doctor Gareth Beevers, un
físico del Hospital Dudley Road de Birmingham, Inglaterra, y
profesor de medicina de la Universidad de Birmingham, estimó que del 10
al 15 % de los pacientes de los hospitales tienen problemas relacionados
con los medicamentos.
Se ha estimado que sólo
una cuarta parte de las recetas puede que sean necesarias. Si
consideramos que no hace falta receta para medicamentos comunes
(antibióticos, analgésicos, antiácidos, antitusígenos, pastillas para
dormir, tranquilizantes, vitaminas, etc. ) no creo ser el único médico
que crea que tal vez tres cuartas partes de las recetas son
innecesarias. Cerca del 80 % de la gente que va a ver un médico no
padece nada que no pueda curarse con unas vacaciones, el premio gordo de
la lotería o un poco de amistad y comprensión. La gente quiere médicos
con los que puedan hablar y en los que puedan confiar. Necesitan
consejo, apoyo, amabilidad y cuidados. Pero les recetan medicamentos.
Obtienen un número cada vez mayor de investigaciones peligrosas y
dolorosas. Y un tratamiento más y más inhumano. La desesperación y el
desencanto han acercado a millones de personas a las medicinas
alternativas.
Ahora tenemos más
unidades de cuidados coronarios para víctimas de ataques de corazón y
más cardiólogos que nunca. Y aún hay más gente que muere de enfermedades
cardíacas. Y una importante cantidad de pruebas demuestran que un hombre
o una mujer que sufre un ataque de corazón puede recuperarse mejor
quedándose en casa que yendo a un hospital.
Nos han confundido
explicándonos que estamos más sanos que nuestros antepasados y que en lo
que respecta a la salud nunca hemos estado mejor. La verdad es distinta.
La verdad es que nuestra sociedad está cada día más enferma. Las cifras
publicadas por la Oficina del Censo de los Estados Unidos muestran que
el 33 % de los nacidos en 1907 tienen una esperanza de vida de 75 años,
mientras que el 33 % de los nacidos en 1977 tienen una esperanza de vida
de 80 años. No es mucha la diferencia. Ha habido un aumento de las tasas
de mortandad entre las gentes de mediana edad y un aumento de la
incidencia de enfermedades tales como la diabetes y la artritis. La tasa
de mortandad de los trabajadores mayores de 55 años era mayor en 1970
que en los años 30. Los británicos nunca han estado tan sanos como
durante la Segunda Guerra Mundial. Nuestra obsesión por la tecnología
médica es obscena, pero se extiende con rapidez a los países
subdesarrollados. Hoy en día, en países donde la principal causa de
muerte es la malnutrición y donde las necesidades primarias son agua
potable, alcantarillado eficiente y más alimentos, se construyen
quirófanos sofisticados y extravagantes, y las empresas internacionales
están vendiendo fármacos potencialmente peligrosos a camiones llenos.
La verdad cruda es que
hoy día existe una gran industria dedicada a enfermar a la gente
produciendo tabaco, comidas grasas y alcohol, y una gran industria que
está enfermando a la gente suministrando medicamentos que nunca se han
probado adecuadamente.
La idea es que comprobar
drogas y procedimientos en animales es ayudar a mejorar la calidad de la
medicina moderna y mejora la capacidad de los médicos para curar y
tratar a los enfermos. Pero todas las pruebas muestran que los médicos
están, con demasiada frecuencia, enfermando a la gente en vez de
sanándola. La investigación con animales ayuda a que apartemos la
atención de las soluciones reales a nuestros problemas, y es responsable
en gran medida de muchos de nuestros actuales problemas de salud.
Desde 1876, cuando se
aprobó la Ley sobre la Crueldad con los Animales en el Reino Unido, más
de 170 millones de animales se han asesinado en Gran Bretaña, pero estos
experimentos no han hecho nada para ayudarnos a combatir la enfermedad.
Mientras los problemas
del mundo continúan empeorando, continúa la obsesión por los
experimentos con animales. Cada año se utilizan más y más animales; cada
año se obtienen más y más resultados confusos; y cada año más y más
pacientes sufren.
En lugar de tocar la lira
mientras arde Roma, los líderes de hoy día se inclinan sobre sus bancos
de laboratorio sin advertir aparentemente que la salud del mundo es un
problema que puede solucionarse sin “sacrificar” una fila interminable
de animales; aparentemente ignorantes de que sus grotescas prácticas
están matando no sólo a animales sino también a pacientes.
Capítulo 5
POR QUÉ
CONTINÚAN LOS
EXPERIMENTOS CON ANIMALES
Si las pruebas son tan
contundentes en contra de la vivisección, ¿por qué tanta gente aún
realiza (o defiende) los experimentos con animales? La respuesta es
sencilla: hay involucrados importantes intereses. Y en el fondo es una
cuestión de dinero.
Las miles de personas que
todavía realizan experimentos con animales lo hacen porque se ganan la
vida con ello. No saben hacer otra cosa, y a la mayoría de ellos les
falta la inteligencia o las aptitudes para hacer otra cosa. Los
individuos cuyas carreras están construidas sobre la experimentación con
animales son tan dependientes de los animales como temerosos de aceptar
cualquier cambio o sugerencia acerca de sus trabajos, como los miles de
personas que se ganan la vida alimentando, cuidando, capturando y
vendiendo animales de laboratorio o diseñando dispositivos y jaulas para
ellos. Las empresas farmacéuticas y los departamentos de la
universidades que pagan y protegen los experimentos están protegiendo
sus intereses de manera desesperada, porque saben que los experimentos
con animales pueden efectuarse de manera barata y pueden utilizarse para
generar enormes beneficios. Aún más, saben que cambiar la manera de
hacer las cosas cuesta mucho dinero.
Ninguna de estas personas
u organizaciones está preparada para admitir que los experimentos con
animales no tienen valor, porque si lo hacen sus trabajos anteriores
quedarán desacreditados, sus logros académicos quedarán permanentemente
devaluados y los productos que han lanzado al mercado deberán volverse a
comprobar, o retirarse. Más aún, sabrán que han gastado sus vidas en
labores moralmente inexcusables, indefendibles e inútiles. Los
investigadores y aquellos que los emplean tienen un interés poderoso en
mantener el estado de las cosas y en resistir los intentos de introducir
nuevas tecnologías. Cuando se recuerda que los investigadores con
animales están luchando por sus reputaciones como profesionales y su
seguridad financiera, ya no resulta sorprendente que mientan y
defrauden. Cuando se recuerda que las empresas y otras organizaciones
están luchando por sus beneficios presentes y futuros, no resulta
sorprendente que se preparen para gastar grandes sumas de dinero
protegiéndose a sí mismos.
Aquí hay unos cuantos
ejemplos prácticos de cómo obtener beneficios con los experimentos con
animales (no he incluido investigadores concretos que han obtenido
cuantiosas sumas ni empresas farmacéuticas concretas que han obtenido
beneficios vendiendo productos comprobados con animales):
• Una casa de crianza de
ratones ha estado vendiendo ratones sometidos a ingeniería genética a
cien dólares cada uno. Se garantiza que los ratones desarrollan cáncer
antes de noventa días y que mueren poco después. La empresa ha protegido
su inversión con una patente.
• Un fabricante de
equipos de laboratorio ha diseñado un dispensador automático de agua
programado para suministrar una descarga eléctrica cada vez que el
animal
beba de él. La finalidad
es hacer que el animal esté tan ansioso que deje de beber. Para aumentar
la eficacia del dispositivo, los diseñadores han recomendado que no se
dé nada de beber a los animales desde dos días antes de meterlos en una
cajita a la que se conecta el dispensador.
• Otra empresa ofrece una
rueda giratoria con controles de velocidad variables y un dispositivo
ajustable para suministrar descargas eléctricas. El sistema básico
cuesta unas 10.000 libras esterlinas. El modelo de luxe (que registra
automáticamente el tiempo que el animal permanece sobre la rueda y el
tiempo sometido bajo la descarga eléctrica) es más caro.
• Otro científico (que
probablemente desee seguir en el anonimato) inventó una máquina capaz de
golpear la pierna de un perro 225 veces por minuto.
Ésta es sólo una breve
selección de entre los miles de personas y empresas que han obtenido
carreras y fortunas a base de experimentar con animales.
Pero hay otras razones
más preocupantes por las que continúan los experimentos con animales.
Primera, los jóvenes
científicos saben que si objetan en contra de los experimentos con
animales pueden estar acabando con sus carreras. El poder de la
jerarquía médica es enorme, y el doctor E.J.H. Moore señaló en The
Lancet hace ya unos años: "los jóvenes médicos no deben decir nada,
al menos en público, acerca del maltrato de los animales de laboratorio,
por miedo a destruir sus carreras". Los científicos y los médicos que
han sido lo suficientemente valientes como para hablar bien alto e
intentar cambiar el estado de cosas han comprendido cuán malvado puede
resultar un poder amenazado.
La segunda razón por la
cual todavía continúan los experimentos con animales es que son muy
flexibles. Como ya he mostrado, pueden utilizarse para justificar el
lanzamiento de un nuevo producto, pero también pueden dejarse de lado
como irrelevantes si se produce algún problema cuando se ofrece el nuevo
producto a pacientes humanos. Paradójicamente, la inexistente fiabilidad
de los experimentos con animales puede ser una de sus ventajas en lo que
respecta a las empresas farmacéuticas. Las empresas tabaqueras han
amasado fortunas a base de experimentos con animales de resultados
confusos y equívocos que les han ayudado a mantener la confusión y la
incertidumbre acerca del vínculo entre el humo de los cigarrillos y el
desarrollo del cáncer.
Los investigadores
también utilizan la poca fiabilidad de los experimentos con animales
como ayuda para obtener fondos astronómicos. Por ejemplo, si se prueba
que una nueva sustancia tiene algún valor en el tratamiento de un tipo
particular de cáncer en una clase de ratones extraña o curiosamente
criada, la organización benéfica o institución que ha financiado la
investigación utilizará los resultados para solicitar dinero extra. Las
charlas extravagantes acerca de "avances" quedarán acalladas con una
pequeña etiqueta amarilla que avisa de que la sustancia todavía se halla
en nivel experimental. Pero si la publicidad se diseña cuidadosamente,
los resultados aportarán grandes cantidades de dinero de parte de gente
que está muriendo, cuyos parientes están muriendo o que están
atemorizados por la idea de morir, pero que no desean cambiar sus malas
costumbres.
Finalmente, y tal vez lo
más preocupante de todo, está el hecho de que la clase sanitaria
(dirigida por médicos y empresas farmacéuticas) confía ciegamente en los
experimentos con animales para seguir ofreciendo una esperanza a los
pacientes y con ello ayudar a retrasar el día en que las prácticas
médicas ortodoxas se sustituyan, al menos en parte, por alternativas más
seguras y efectivas.
Los fabricantes de
bombillas tienen cierto interés en que las bombillas no tarden mucho en
fundirse. Los fabricantes de coches tienen cierto interés en que los
coches se oxiden. Y las empresas farmacéuticas y los médicos perderían
enormes cantidades de dinero si la opinión pública llegara a descubrir
el secreto de la buena salud. Las empresas farmacéuticas no quieren que
la gente mejore su estado de salud. Ganan mucho dinero con medicamentos
diseñados para aliviar síntomas como el dolor, más que lo que ganarían
vendiendo productos para curar enfermedades. Y se cruzan de brazos ante
los consejos que realmente ayudan a prevenir las enfermedades. En mi
libro Bodypower describo cómo los pacientes pueden tratar con al
menos el 90 % de todas las enfermedades y cualquier intervención médica.
El libro se ha traducido a doce idiomas y ha sido un best seller en todo
el mundo, y ni un sólo médico ha podido rebatir las tesis del libro: de
hecho, cuando se les ha preguntado han tenido que admitir que los
principios subrayados en el libro eran completamente adecuados. Los
médicos y las empresas farmacéuticas se ganan la vida vendiendo
medicamentos. Necesitan mantener el statu quo. Si se abandonaran los
experimentos con animales, el flujo constante de nuevos medicamentos se
reduciría al mínimo, dado que las pruebas preliminares deberían llevarse
a cabo de forma más fiable, y la mayor parte de las mismas no obtendría
nunca una licencia para su comercialización. En pocos años, la mayor
parte de las empresas farmacéuticas del mundo irían a la bancarrota, y
miles de médicos engrosarían las filas del paro. La gran mayoría se gana
la vida en gran parte recetando medicinas para los síntomas; muy pocos
se ganan la vida ofreciendo consejos prácticos sobre cómo estar sano.
Los médicos que se ganan la vida vendiendo las así llamadas curas saben
que si éstas fueran realmente efectivas se quedarían sin trabajo. Al
estudiar las enfermedades y al realizar experimentos con animales poco
fiables y de resultados impredecibles se permite que la profesión médica
(y la industria farmacéutica) siga amasando dinero.
Capítulo 6
QUÉ
PUEDE HACER USTED PARA
DETENER LOS EXPERIMENTOS
CON
ANIMALES
Los experimentos con
animales se realizan con su dinero y su consentimiento. Tiene derecho a
hacer que se oiga su voz. Y tiene más poder de lo que cree. Al final
prevalecerá la opinión pública y cesarán los experimentos con animales.
Virtualmente todos los
experimentos con animales se realizan con su dinero y su consentimiento.
Tiene derecho a quejarse, derecho a expresar su opinión y derecho a
esperar que la gente le escuche. El sistema que apoya y protege la
experimentación con animales está poniendo en peligro su salud, la de su
familia, la de sus amigos y vecinos, y la gente que defiende la
experimentación con animales lo hace porque tiene interés personal que
nada cambie. He preparado un plan sencillo de 10 puntos que ayudará a
mostrar con exactitud cómo puede asegurarse de que le escuchan.
No permita que le
intimide o atemorice la voz de eminentes médicos y científicos. Algunos
de los más reputados y mejor situados están faltos de inteligencia e
integridad. Cualquiera (sin importar lo famoso que sea) que defienda la
experimentación con animales es un mentiroso o un tonto. Lea la mayor
cantidad de libros que pueda al respecto, pero mantenga su escepticismo
y su precaución ante el dogmatismo científico. (En respuesta a aquellos
que me acusan de dogmático señalo que no tengo reparo en recomendar a
mis lectores la mayor cantidad de obras que puedan conseguir, incluyendo
las publicaciones de los defensores de la vivisección.) Sea inquisitivo
con los así llamados expertos y formule siempre las preguntas más
embarazosas, como ¿por qué? y ¿cómo?
Únase a al menos una
asociación antivivisección y lea sus publicaciones. Encontrará,
inevitablemente, que hay una gran diferencia en calidad entre las
distintas publicaciones: algunas son muy amateurs, mientras que otras
alcanzan un nivel muy profesional. Asista a reuniones donde pueda
enterarse de muchas cosas sobre las motivaciones y los descubrimientos
de su grupo antes de ofrecer dinero. Como alternativa a ofrecer dinero
directamente, considere el comprar libros, panfletos u octavillas (o
incluso producirlas usted mismo) y ofrezca o envíe copias a gente a
quien pueda interesarles. Sin duda encontrará que mucha de la gente a la
que intente convertir ya tendrán el cerebro convenientemente lavado con
el sofisma "o las ratas o su hijo". Tenga paciencia con ellos, y esté
preparado para afrontar las dificultades que entraña admitir que los
portavoces de la profesión médica están equivocados. Antes de ofrecer
dinero a alguna organización benéfica descubra todo lo que pueda acerca
de sus actividades. Un número sorprendentemente amplio de organizaciones
benéficas utilizan sus fondos para pagar experimentos con animales. Si
tiene dudas, pregunte a los representantes de estas organizaciones si
pagan o no experimentos con animales. Si admiten que es así, casi con
toda seguridad dirán que sólo se trata de experimentos útiles y
relevantes. Como usted ya sabe la verdad le será posible explicar que
sólo les dará dinero si cesan con tales prácticas. Podrá persuadirles
para que reconsideren sus programas de financiación. Como regla general
intente ofrecer dinero a organizaciones que ayudan a la gente o a los
animales directamente en vez de "ayudar" a proyectos de investigación
inútiles.
Quéjese a sus
representantes políticos, pero asegúrese de que la información que les
envía está escrita de forma sencilla y libre de gráficas extravagantes.
Las quejas a los políticos no son muy efectivas, pero no se dé por
vencido. Aunque parezcan no querer discutir con los poderes
establecidos, los políticos atentos y competentes siempre están
preparados para advertir que cierta línea de ataque puede atraer la
atención de los votantes o puede propulsar sus carreras.
Intente comprar productos
para la casa o para el cuidado personal que no hayan sido probados con
animales. Muchos grupos antivivisección publican listas de productos de
aseo, medicinas y productos químicos que no se han probado con animales.
Si cree que no le queda otra alternativa más que comprar un producto
probado con animales, escriba una carta educada pero firme quejándose a
la tienda y al fabricante. Varias empresas cosméticas internacionales
han variado su actitud ante los experimentos con animales a partir de
las protestas de los clientes. Si se encuentra con una empresa que
persiste en continuar con sus experimentos, escriba al presidente de la
misma para explicarle por qué ha dejado de comprar sus productos;
escriba a los proveedores de la empresa y a sus distribuidores para
quejarse, compre una acción y preséntese en la reunión anual de
accionistas y pregunte al presidente por qué la empresa persiste en
realizar inútiles pruebas con animales; y consiga que otros tenderos
boicoteen los productos de la empresa y los periódicos, revistas y
emisoras de televisión que anuncian sus productos.
Envíe cartas de protesta
a periódicos, revistas y emisoras de televisión si cree que han
proclamado juicios de valor erróneos acerca de los experimentos con
animales. Además, si encuentra información que considera pueda resultar
interesante para un periódico, llame al redactor jefe. Cuando hable con
periodistas intente diferenciar siempre los hechos de las opiniones. Sin
embargo, no se desespere si al principio tiene dificultades para generar
publicidad que le aporte apoyo. Las empresas farmacéuticas, las
universidades y los miembros de la jerarquía médica disponen de grandes
cantidades de dinero y de prestigio comercial, y muchos periodistas
supuestamente independientes, y locutores de radio, pueden no querer
contradecir las cifras oficiales.
Puede que se rían de
usted o que reciba burlas, pero no importa lo enfadado que se encuentre
ante las mentiras de sus oponentes: nunca pierda la calma. (A mí me han
llamado nazi y comunista; se me ha acusado falsamente de expulsión de la
profesión médica; y un científico me acusó de haber falseado las pruebas
contra él aunque siempre he tenido cuidado de citar sus trabajos a
partir de sus propios informes científicos.) Si guarda la calma, la
potencial audiencia simpatizará mejor con usted y le mostrará su apoyo.
Recuerde que, dado que sus oponentes no desean que airee la cuestión
(puesto que cualquier tipo de publicidad siempre se considera maligna
para el statu quo y dado que tienen más que perder que ganar), puede
estar agradecido por la más mínima publicidad que consiga.
Incluso si un artículo o
emisión sólo convence a una persona acerca de los males de la
vivisección, ya habrá sido de ayuda. Para ilustrar las dificultades del
movimiento antivivisección en la obtención de cobertura, mencionaré que
después de ser nombrado Presidente de la LIMAV (Liga Internacional de
Médicos por la Abolición de la Vivisección) se envió a un gran número de
revistas médicas una nota según la cual 572 doctores de veintiocho
países se habían unido para quejarse de que los experimentos con
animales eran tan poco fiables que resultaban un peligro para la salud.
Ninguna de tales notas informaba acerca de la LIMAV, pero aquella semana
el British Medical Journal encontró espacio para dar detalles
acerca de un seminario del National Health Service sobre cómo
solicitar la reducción de gastos de sus empleados.
Intente convencer a sus
médicos de que los experimentos con animales están perjudicando su vida
permitiendo que las empresas farmacéuticas lancen al mercado substancias
que no se han comprobado adecuadamente antes de su venta. Una vez les
haya convencido de la verdad, sugiérales que no receten tal tipo de
medicamentos.
Si es usted estudiante y
sus profesores esperan que realice experimentos de vivisección, tiene
derecho a protestar y a rechazar tomar parte en ellos. Millones de
animales se utilizan cada año en escuelas y universidades, pero la mayor
parte de las instituciones de prestigio permiten hoy en día que sus
estudiantes objeten ante tales experimentos sin castigo académico alguno
(aunque algunos profesores pasados de moda y poco dados a razonar
todavía creen que se debe forzar a los estudiantes a despedazar a
animales).
Creo que vale la pena
señalar que en 1987 el gobierno argentino prohibió la vivisección en las
escuelas y afirmó que "la biología es la ciencia de la vida, y por ello
no resulta coherente la enseñanza a costa de la vida de otros seres". El
gobierno argentino también señaló que "los experimentos con animales son
parte de un proceso peligroso que tiende a desensibilizar la mente ante
el dolor y el sufrimiento". En algunos estados americanos se han
aprobado leyes que obligan a las instituciones de enseñanza a ofrecer
alternativas a los estudiantes que objetan ante la disección de
animales, vivos o muertos.
Tenga en cuenta el hecho
que no sólo las empresas farmacéuticas y químicas realizan experimentos
con animales. Muchos aditivos alimenticios se comprueban con animales
(así que compre comida cultivada orgánicamente cuando le sea posible;
las pieles, el algodón, el cuero y la lana se convierten en prendas de
vestir con la ayuda de productos químicos probados en animales, y
también se preparan fibras artesanales con los mismos productos químicos
(así que compre la menor cantidad de ropa posible y utilice sus prendas
hasta que queden inservibles); muchos productos de jardinería y de uso
doméstico corriente se prueban con animales (así que intente no comprar
productos anunciados como "nuevos" o "mejorados" o que afirmen contener
ingredientes "más efectivos que antes").
Si se convierte en
miembro activo de casi todos los grupos antiviviseccionistas que
encuentre, me temo que pronto se dará cuenta de que la mayor parte de
las organizaciones e individuos que dicen oponerse a los experimentos
con animales se pasan la mayor parte del tiempo peleándose unos contra
otros en vez de luchar a favor de los animales.
Son propensos al
desacuerdo acerca de la forma y el método de ataque. Son propensos a
desacuerdos acerca de hasta dónde se debe criticar a los que realizan
experimentos con animales. Son propensos a variaciones en los objetivos
de las campañas, algunos antiviviseccionistas creen que algunos
experimentos con animales tienen justificación.
Todas estas variaciones
son naturales e inevitables en un movimiento de ámbito internacional que
comprende millones de militantes individuales.
Pero no hay justificación
para las guerras intestinas en el movimiento antivivisección.
Los vivisectores nunca
muestran en público sus desacuerdos. Los científicos locos nunca se
desaprueban unos a otros. No gastan sus energías en pelearse. Mi
impresión personal es que no importa si otros antiviviseccionistas no
aprueban mi línea de ataque. Y rechazo enojarme si me entero de que
otros antiviviseccionistas sólo están dispuestos a criticar ciertos
experimentos.
Lo importante es que
todos vamos en la misma dirección. No estaría muy contento de unirme a
un movimiento que estuviera a favor de la prohibición de los
experimentos con animales sólo los sábados y los domingos, pero no me
opondría activamente a tal movimiento. No tendría mucho respeto por una
sociedad que afirmara que sólo los científicos cuyos nombres empiezan
por K son los elegidos para realizar experimentos con animales. Pero
¿qué sentido tendría luchar contra tales organizaciones? Puede que sus
objetivos y los míos no sean los mismos, pero al menos tenemos un
objetivo en la misma dirección general. Prefiero perder mi tiempo
luchando contra los vivisectores y los experimentos con animales que
luchando contra otras personas cuyos puntos de vista difieren en menor
grado con los míos.
Creo que aquellos de
nosotros que nos oponemos a los experimentos con animales debemos luchar
juntos. Daremos la bienvenida a cualquiera que esté de acuerdo con
nuestros objetivos generales y que resista la tentación de juzgar o
condenar a otros cuyos métodos u objetivos puedan variar ligeramente de
los nuestros. Tenemos bastante con qué enfrentarnos como para
complicarnos las cosas luchando unos contra otros.
Capítulo 7
APÉNDICE. ENCUESTA
DEL LIMAV A LOS
MÉDICOS
En la primavera de 1991,
la Liga Internacional de Médicos por la Abolición de la Vivisección
(LIMAV) organizó una encuesta entre 500 médicos de Gran Bretaña para
averiguar su actitud hacia la vivisección. Se invitó a los doctores a
que expresaran su opinión a favor o en contra de cuatro enunciados, a
saber:
1. Los experimentos con
animales realizados en laboratorio pueden ser confusos debido a las
diferencias anatómicas y fisiológicas entre los animales y los humanos:
el 88 % estuvieron de acuerdo.
2. Me gustaría ver que
los científicos intentan encontrar alternativas a los animales para la
comprobación de fármacos y cosméticos: el 81 % estuvieron de acuerdo.
3. Los pacientes
sufrirían menos efectos secundarios si se comprobaran los medicamentos
nuevos con cultivos de células y tejidos humanos: el 51 % estuvieron de
acuerdo.
4. Se realizan demasiados
experimentos con animales: el 69 % estuvieron de acuerdo.
EPÍLOGO
Hace muchos años que me
opongo a la vivisección; no sólo porque es increíblemente bárbara e
imperdonablemente cruel, sino también porque resulta inútil, estéril,
inadecuada, carente de resultados formativos y peligrosamente engañosa.
La crueldad es injustificable y una afrenta a la dignidad humana, pero
muchos practicantes de la vivisección, en un desesperado intento por
justificar sus malvadas prácticas, todavía aducen que sus actos
contribuyen a salvar vidas humanas. Mienten. La verdad es que los
experimentos con animales matan a gente y que los investigadores con
animales son responsables de la muerte de miles de hombres, mujeres y
niños cada año. También son responsables directos de enormes cantidades
de sufrimiento humano.
El egoísmo insensible de
los vivisectores está dirigido directamente al desarrollo y la
comercialización de drogas y prácticas médicas inseguras. Sin lugar a
dudas existe una conspiración entre la profesión médica y la industria
farmacéutica para defender y proteger una práctica tan beneficiosa para
la ciencia como la misma alquimia.
En un mundo futuro y más
avanzado, se contemplará la vivisección como una de las prácticas más
obscenas e inexplicables de nuestra era; es nuestro equivalente a la
esclavitud y al cruel colonialismo, y aquellos que rehusen condenarla
abiertamente serán tan culpables como los mismos vivisectores a los ojos
de las generaciones futuras.
Los experimentos con
animales sirven a gentes guiadas por la codicia y la vanidad en la
obtención de beneficios personales y comerciales. Pero aunque los
vivisectores puedan ser crueles, inconscientes y faltos de imaginación,
no son por ello menos astutos. Saben que la mejor manera de continuar
con sus trabajos es persuadir a la opinión pública de que sus
actividades tienen algún valor. Así que mienten. Y debido al respaldo
que reciben de parte de grandes empresas multinacionales, tan temerosas
como acaudaladas, las mentiras se presentan de manera convincente y
pulida. Aterrorizan y chantajean al ciudadano corriente con el pretexto
de que si se detiene la experimentación con animales sus hijos morirán.
Es así de crudo y deshonesto, pero suele ser efectivo
La única manera de
combatir estas mentiras es decir la pura verdad en sus detalles simples
pero convincentes. Y ésta es la razón de que haya escrito este libro.
Juntos podemos detener la
vivisección. Y así lo haremos.
Vernon Coleman Devon,
1991.
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DEL
ANIMAL
Preámbulo. Considerando
que todo animal posee derechos. Considerando que el desconocimiento y el
desprecio de dichos derechos han conducido y siguen conduciendo al
hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y contra los animales.
Considerando que el reconocimiento por parte de la especie humana de los
derechos a la existencia de las otras especies de animales
constituye el fundamento
de la coexistencia de las especies del mundo. Considerando que el hombre
comete genocidio y existe la amenaza de que siga cometiéndolo.
Considerando que el respeto hacia los animales por el hombre está ligado
al respeto de los hombres entre ellos mismos. Considerando que la
educación debe enseñar desde la infancia, a observar, comprender,
respetar y amar a los animales. Se proclama lo siguiente:
Artículo 1. Todos los
animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos de
existencia.
Artículo 2. a) Todo
animal tiene derecho al respeto. b) El hombre, en tanto que especie
animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros
animales o de explotarlos violando ese derecho. Tiene la obligación de
poner sus conocimientos al servicio de los animales. c) Todos los
animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección
del hombre.
Artículo 3. a) Ningún
animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles. b) Si es
necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y
no generadora de angustia.
Artículo 4 a) Todo animal
perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en su
propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático, y a reproducirse.
b) Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines
educativos, es contraria a este derecho.
Artículo 5. a) Todo
animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el
entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las
condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie. b)
Toda modificación de dicho ritmo o dichas condiciones que fuera impuesta
por el hombre con fines mercantiles es contraria a dicho derecho.
Artículo 6. A) Todo
animal que el hombre ha escogido como compañero tiene derecho a que la
duración de su vida sea conforme a su longevidad natural. B) El abandono
de un animal es un acto cruel y degradante.
Artículo 7. a) Todo
animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo e
intensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.
Artículo 8. a) La
experimentación animal que implique un sufrimiento físico o psicológico
es incompatible con los derechos del animal, tanto si se trata de
experimentos médicos, científicos, comerciales, como toda otra forma de
experimentación. b) Las técnicas alternativas deben ser utilizadas y
desarrolladas.
Artículo 9. Cuando un
animal es criado para la alimentación debe ser nutrido, instalado y
transportado, así como sacrificado, sin que ello resulte para él motivo
de ansiedad o dolor.
Artículo 10. a) Ningún
animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre b) Las
exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de animales
son incompatibles con la dignidad del animal
Artículo 11. Todo acto
que implique la muerte de un animal sin necesidad es un biocidio, es
decir, un crimen contra la vida.
Artículo 12. a) Todo acto
que implique la muerte de un gran número de animales salvajes es un
genocidio, es decir, un crimen contra la especie. b) La contaminación y
la destrucción del ambiente natural conducen al genocidio.
Artículo 13. a) Un animal
muerto debe ser tratado con respeto. b) Las escenas de violencia en las
cuales los animales son víctimas deben ser prohibidas en el cine y en la
televisión, salvo si ellas tienen como fin el dar muestra de los
atentados contra los derechos de animal.
Artículo 14. a) Los
organismos de protección y salvaguarda de los animales deben ser
representados a nivel gubernamental. b) Los derechos del animal deben
ser defendidos por la ley como lo son los derechos del hombre.
Este texto definitivo de
la Declaración Universal de los Derechos del Animal fue adoptado por la
Liga Internacional de los Derechos del Animal y las ligas nacionales
afiliadas tras la lll Reunión sobre los Derechos del Animal, celebrada
en
Londres del 21 al 23 de
septiembre de 1977. La declaración proclamada el 15 de octubre de 1978
por la Liga Internacional, las ligas nacionales y las personas físicas
que se asocien a ella fue aprobada por la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), y
posteriormente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
DECLARACIÓN MUNDIAL DE LOS
ESTUDIANTES PARA UNA
CIENCIA Y UNA BIOLOGÍA SIN
VIOLENCIA
Preámbulo: Dado:
- que la juventud
estudiantil del mundo aspira a un diálogo pacífico y válido con el
hombre y con la naturaleza;
- que la ciencia
constituye un elemento importante de este diálogo y de este lenguaje;
- que ocurre que los
resultados de la investigación sean utilizados para fines de violencia;
- que el término
"ciencia" es él mismo a menudo desviado de su significación primera, que
es la de consolidar una relación armoniosa de conocimiento y simpatía
con los seres y la naturaleza;
- que esta desviación es
utilizada para justificar prácticas violentas, poco preocupadas de
respetar al hombre y al animal en sus cuerpos, su psiquismo y su medio
ambiente;
- que hay estudiantes
alarmados al ver sus plataformas de enseñanza volcarse hacia tales
prácticas;
- que algunos de entre
ellos son molestados por haber emitido objeciones contra esas prácticas
violentas;
- que la cláusula de
conciencia no les es, pues, reconocida en la materia;
- que a otros estudiantes
les es impuesta la práctica de métodos experimentales violentos que
infringen los principios de la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre y de la Declaración Universal de los Derechos del Animal;
- que esos estudiantes no
tienen la posibilidad de elegir una forma no-violenta de investigación o
de experimentación; que muchos deben abandonar sus estudios porque no
aceptan o no soportan esta forma violenta de experimentación ejercida
sobre el hombre tanto como sobre el animal;
- que hay estudiantes, no
directamente implicados en esta investigación experimental violenta, que
se sienten profundamente heridos y se afirman solidarios de sus
condiscípulos;
Será proclamada la
siguiente Declaración:
1. en mi calidad de
estudiante, me será reconocido el derecho y la posibilidad de estudiar y
de ejercer una ciencia que no implique violencia alguna;
2. esta elección me será
adjudicada como posible materialmente, intelectualmente y moralmente;
3. tendré también derecho
a la cláusula de conciencia para rechazar prácticas experimentales
violentas que me fueran impuestas y que estarían en infracción con
respecto a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y la
Declaración Universal de los Derechos del Animal;
4. no se podrá ejercer
sobre mí, en un establecimiento de enseñanza, acciones disciplinarias o
administrativas por el hecho de que yo haya invocado esta cláusula de
conciencia;
5. me será de la misma
manera reconocido el derecho de objetar contra las aplicaciones
violentas de la ciencia en las que se tendería a implicarme;
6. actuaré con dignidad
en mi reivindicación del derecho al estudio y al ejercicio de una
ciencia no violenta;
7. invocaré la presente
Declaración contra las prácticas experimentales violentas sobre el
hombre o sobre el animal que me fueran impuestas en mis estudios o en mi
profesión;
8. defenderé y difundiré
el espíritu de esta Declaración para que la ciencia sea una gestión de
comprensión, de simpatía y de paz enlazada con la Humanidad, el animal y
la naturaleza.
* Esta Declaración fue
proclamada en Bruselas el 11 de septiembre de 1981, en ocasión del
Congreso de LA COALICIÓN MUNDIAL PARA LA ABOLICIÓN DE LA EXPERIMENTACIÓN
SOBRE EL ANIMAL.
Fue leída por estudiantes
en varios idiomas.
Se constituyó un Comité
de la DECLARACIÓN que tiene que velar por la defensa y el respeto hacia
esta Declaración.
Este libro es el alegato
más contundente y documentado contra la vivisección, los experimentos
con animales en los que éstos sufren la crueldad y las torturas antes de
morir innecesariamente:
•
El autor analiza uno a uno los argumentos de quienes defienden estas
muertes y demuestra su falsedad.
•
Los experimentos con animales nos
han
facilitado información errónea: la aspirina y la penicilina mata a los
gatos, al igual que medicamentos para el corazón muy útiles, como el
Digitalis.
•
Demuestra cómo los experimentos incontrolados con animales, que están en
el origen de miles de muertes de personas, ponen en peligro la salud
humana. El Practolol, a pesor de haber sido probado con
animales
causa graves daños al hombre.
•
Descubre las verdaderas razones de por qué la industria farmacéutica,
con la ayuda de algunos científicos y médicos, protegen una práctica que
tiene tanta relevancia para la ciencia coma la vieja alquimia.
•
Se ofrecen también alternativas prácticas para evitar los experimentos
con animales. Y plantea al lector cómo actuar personalmente para poner
fin a las prácticas de vivisección, y no colaborar más con la industria
que las fomenta.
La
vivisección es una práctica increíblemente bárbara e imperdonablemente
cruel. Es inútil, inadecuada, despilfarradora, desinformativa y
peligrosamente errónea. La verdad es que los experimentos con animales
matan a gente
(Vanora
Leigh, Autora)
A
algún lector hablar de la muerte de los animales le puede parecer un
chiste. Pero la verdad es que cada año se mata de manera cruel a
doscientos cincuenta millones de animales, con pretextos científicos. O
lo que es lo mismo, cada hora son sacrificados más de cien mil.
Preocuparse por la ecología pasa tambi6n por respetar a los animales que
conviven con nosotros en la Tierra. Todos estamos pagando experimentos
con animales cuando pagamos nuestros impuestos, damos dinero a según qué
organizaciones benéficas o compramos determinados productos. Este libro
puede abrirle los ojos sobre una realidad muy poco conocida, quizás
porque poderosos intereses económicos pretenden esconderla.
Daniel Capella
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