"El hombre ha hecho del mundo un infierno para los animales"

 -A. Schopenhauer

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EL ESPEJO DE MÉXICO

CRÓNICAS DE BARBARIE Y RESISTENCIA 

Por Claudio Albertani

 

A cien años del famoso viaje de John Kenneth Turner a México y a cuarenta de la masacre de Tlatelolco, una opulencia obscena cohabita en México con la miseria más insensata en un antagonismo sordo que en ocasiones se convierte en rebeldía abierta.

México pertenece ahora a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el exclusivo club de países ricos pero la barbarie sigue entre nosotros. La diferencia es que ahora el Estado y su hermano-enemigo, el capital, son mucho más fuertes, eficaces e insidiosos que hace cuarenta o cien años. Ningún régimen anterior había logrado convertir a la ganancia en el centro de gravedad de la vida nacional, ni siquiera el del Partido Revolucionario Institucional, la dictadura más larga del siglo XX.

 "Todo para nosotros, nada para los demás", he aquí el plan de la clase dominante sin que exista una clara diferencia entre partidos políticos. En aras de la “competitividad”, se privatizan bienes comunes y recursos energéticos, se asesina la atención médica y la educación pública, se comprimen las ya reducidas prestaciones laborales y los magros salarios.

Los resultados están a la vista. En las carreteras y en las calles militarmente ocupadas, los soldados detienen, torturan, violan y matan en la impunidad total. La velocidad de los acontecimientos es tal que el último crimen hace olvidar los anteriores. ¿Quién recuerda la violación masiva ejercida por militares contra 13 mujeres en Castaños, Coahuila, el 11 de julio del 2006?  ¿A quién le importa el asesinato de Ernestina Ascensión Rosario, anciana indígena nahua víctima del abuso sexual cometido por efectivos del ejército el 26 de febrero del 2007?

Los grandes medios seleccionan los hechos, los mezclan con insinuaciones, deslizan medias verdades o, de plano, mentiras descaradas con el propósito de hacer pasar el mensaje necesario: descalificar un candidato incómodo, estigmatizar un movimiento, suscitar el miedo. Ocultar la verdad ya no funciona; es mejor multiplicar el mensaje en todas sus modalidades, las verdaderas y también las falsas para que se anulen recíprocamente.

Es notorio, por ejemplo, que Elba Esther Gordillo, dirigente vitalicia del sindicato de maestros (el más poderoso de América Latina), vende plazas y trafica influencias en contubernio con el gobierno federal. Sin embargo, se acusa de esos crímenes a la tendencia democrática que, dentro del sindicato, lucha precisamente contra tales prácticas.

¿Los niños y adolescentes sufren de diabetes y obesidad endémicas? En lugar de fomentar los buenos hábitos alimenticios, la Secretaría de Educación Pública (SEP) estipula un convenio con la Coca-Cola para distribuirla en todas las escuelas del país…

En general, los problemas sociales se arreglan por la vía de la corrupción y la cooptación sin descartar la violencia extrema, lo cual convierte a la masacre de Tlatelolco en "un presente perpetuo", según la sucinta formulación de Carlos Monsiváis.

Mientras tanto, el narcotráfico prospera junto a la descomposición social y a las ejecuciones masivas. Cada día, las víctimas se cuentan en cifras de dos dígitos aunque, al parecer, no existen estadísticas confiables al respecto. El 15 de septiembre del 2008 marcó un nuevo hito en este rubro de la vida nacional. Esa noche, dos granadas lanzadas a un numeroso grupo de personas que asistían al "grito de independencia" en Morelia, Michoacán, dejaron un saldo de ocho muertos y 132 lesionados.

La versión oficial de que el culpable sería un grupo mafioso conocido como "La familia", no convence. Hasta ahora, los narcotraficantes habían atacado únicamente a personas involucrados en el negocio policías que los traicionan o contrincantes–, cuidándose de lastimar a terceros. 

Como sea, el mensaje presidencial fue ominoso. En su discurso del 16 de septiembre, Felipe Calderón afirmó que "se puede discrepar, pero no deliberadamente dividir ni enconar". Acto seguido, llamó "traidores a la patria" a terroristas y opositores políticos. Para el gobierno, delincuencia y disidencia tienden a ser sinónimos.

En la actualidad, existen decenas de conflictos en ocasiones violentos en distintas partes del país en torno a diferentes proyectos económicos, sobre todo en los rubros de la explotación minera, la inversión turística y la construcción de presas, muchos de los cuales ocurren en comunidades indígenas. La respuesta de las autoridades ha sido congruentes con las afirmaciones de Calderón: cierre de espacios de diálogo, detenciones arbitrarias y criminalización.

Es verdad que si usted se opone al régimen, no lo van a detener por razones políticas. Pero si se pasa de la raya, le pueden fabricar delitos, ¿cuáles? Los necesarios. En la eventualidad, por ejemplo, de que usted y sus vecinos ocupen una oficina gubernamental después de que llevan meses pidiendo audiencia y no les hacen caso, se les va a inculpar de secuestro equiparado y apología de la violencia, todos delitos graves que no alcanzan fianza...

Las violaciones a los derechos humanos ya rebasaron el ámbito del conflicto social. México ostenta un deshonroso primer lugar continental en atentados a periodistas. En menos de una década, 24 comunicadores han sido asesinados, ocho están desaparecidos y decenas se encuentran amenazados. Únicamente en el periodo entre enero y junio del 2008, otros seis fueron asesinados y uno desaparecido.  Al parecer, es más peligroso ejercer el periodismo hoy, que en los años del Porfiriato, particularmente para quienes no cuentan con la protección de algún medio importante.

En julio del 2008, el director de El Norte y Grupo Reforma –que ciertamente no se conoce por su postura radical–, Alejandro Junco de la Vega, se refugió en Austin, Texas. Desde ahí dirigió una carta al gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás, en donde explica las razones de su exilio: "estaba en un dilema: comprometer nuestra integridad editorial o cambiar a la familia a un lugar seguro".   

México es, asimismo, el campeón mundial de los secuestros adelante de Irak y de Colombia con siete mil únicamente en el 2007, cifra que en realidad es muy inferior a la realidad, pues sólo toma en cuenta los casos denunciados. Como si fuera poco, el país se encuentra en los primeros sitios de los países que violan los derechos humanos de los niños, principalmente en el trabajo infantil, con 3.3 millones de menores en el sector laboral.

A este cuadro nada halagüeño se suman los persistentes feminicidios en Ciudad Juárez –460 mujeres asesinadas y unas 600 desaparecidas desde 1993– y las salvajes condenas a los militantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco (FPDT), Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicua, sentenciados a 67 años y medio de cárcel.

Atenco es un pueblo del Valle de México que en el 2002 ganó una lucha contra la construcción de un aeropuerto en sus terrenos comunales. Como represalia, en mayo del 2006 sufrió una verdadera agresión militar con un saldo de dos muertos, varias decenas de heridos y 211 detenidos, una parte de los cuales fueron sucesivamente liberados a cuentagotas. Según el reporte de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos (2006), sucesivamente corroborado por el de Amnistía Internacional (2007), la policía hizo uso de armas de fuego contra ciudadanos inermes, llevó a cabo detenciones indiscriminadas y recurrió a la tortura.

El 21 de agosto del 2008, el juez primero penal de Texcoco, dictó una nueva sentencia contra 11 integrantes del FPDT. En esa ocasión, del Valle fue condenado a 45 años más de prisión por el delito de “secuestro equiparado”, pena que, sumada a la anterior, alcanza la inaudita cantidad de 112 años. Al resto de los vecinos les fue mejor ya que "sólo" tendrán que purgar 31 años, 10 meses y 15 días de prisión cada uno por “secuestro y ataques a las vías generales de comunicación”.

Es siniestro enterarse de que Ignacio del Valle no podía estar en el lugar de los hechos sencillamente porque se encontraba preso. Y es que las pruebas procesales no cuentan. Lo importante es el mensaje: la venganza de los gobernantes contra los luchadores sociales y la impunidad para la policía que puede matar, herir, violar, torturar e instaurar el terror en un pueblo sin consecuencias judiciales.

La lista de agravios podría seguir, pero sería tediosa. Lo que hace a México un sitio especial en el mundo actual no son los crímenes de sus gobernantes, sino las gestas de sus habitantes. Hoy más que nunca, México arde de todas las esperanzas que son inseparables de la condición humana; puente entre muchos mundos –Occidente y Oriente, Norte y Sur, modernidad y tradición–,  es uno de los nudos vitales del planeta, además de un hervidero de ideas y movimientos sociales.

El 2006 en Oaxaca marca la irrupción de la gente común y sin partido en los asuntos de la vida pública: gente común que hizo cosas poco comunes, según la feliz formulación de los compañeros de Collective Reinventions de San Francisco, California.  Durante largos meses, el movimiento fue la expresión de los deseos, las pasiones, las voluntades, los sueños de individuos y colectivos que, día a día, inventaban las condiciones prácticas de su liberación.  

Sin partido no quiere decir sin organización. Es verdad que el movimiento se expresó a través de patrones que no encajan en los moldes usuales de la izquierda, algo que sigue desconcertando a todo el mundo. Formas organizativas propias de los pueblos originarios la asamblea comunitaria, el tequio o ayuda mutua y la fiesta o Guelaguetza se traspasaron a la realidad urbana. 

Originada en la capital del Estado, por una huelga de maestros, la rebelión se extendió a decenas de comunidades indígenas de la sierra y del istmo. De esta manera, los movimientos urbanos retroalimentaron a los movimientos rurales y viceversa.

En la actualidad, el movimiento social se encuentra acosado por la represión oficial y por disputas internas.  Mientras tanto, el "modelo Oaxaca" –responder con una estrategia militar de guerra sucia a los movimientos ciudadanos– se va extendiendo a todo el país. Si el momento álgido de la represión en el 2006 fue el 25 de noviembre, el 24 de mayo del 2007, fecha del secuestro-desaparición de dos dirigentes del Ejército Popular Revolucionario (EPR) marca un nuevo punto de inflexión en las opciones represivas del Estado mexicano.

Ese día regresaron los bárbaros. Desde entonces la desaparición forzada por razones políticas ocupa las crónicas negras de los periódicos, al mismo tiempo que, por una ironía macabra, el gobierno federal ratifica la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas.

En Oaxaca, el inventario de los crímenes de Estado es tan abundante como para evocar las felonías de los gobernadores porfirianos y sus "jefes políticos" en los tiempos de Ricardo Flores Magón.  Por si fuera poco, este giro autoritario se inserta en una crisis económica de proporciones planetarias y, contrario a los deseos de muchos, las crisis no suelen trocarse en revoluciones, sino en guerras y fascismos. A diferencia del 2006, el mundo se encuentra ahora en una etapa difícil de reconfiguración geopolítica y social que no anuncia nada bueno para la humanidad y menos para los mexicanos, expuestos más que otros a los embates del imperio.

El balance es que sólo una decidida respuesta popular a nivel nacional e internacional puede cambiar el rumbo de los hechos. Es por esto que, una vez más, es bueno volver la mirada hacia el Sur. Oaxaca no es únicamente el espejo del México bárbaro que se encarna en Ulises Ruiz y en los usos y costumbres del sistema político local (aquellos "instintos salvajes", descritos por Ricardo Flores Magón hace más de 100 años). También es –como lo fue y lo sigue siendo Chiapas– un laboratorio de pensamiento alternativo y de luchas sociales que suscita la simpatía y la solidaridad de muchas personas en el mundo entero.

La experiencia de la APPO comprueba que, en pleno siglo XXI, la práctica de la ayuda mutua no es la quimera de unos cuantos locos, sino un mecanismo vigente entre pueblos que viven en el presente y con la mirada clavada en el futuro. Un mecanismo que, en ciertas condiciones, se vuelve contagioso y hace temblar todos los poderes.

En un momento en que la vida misma se encuentra amenazada por el saqueo ambiental, por la ley de la ganancia y por las mafias de los negocios, los pueblos de Oaxaca nos mostraron que es posible vivir, trabajar, crear, amar, reír y llorar sin el orden totalitario de los gobiernos y al margen de la lógica absolutista de la mercancía.

*Fragmentos de la introducción al libro El espejo de México. Crónicas de barbarie y resistencia (Altres Costa-Amic, México, 2008).

 

   
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